Diosdado Toledano González
Para comprender la trayectoria y legado sindical de Antonio Gil en SEAT, hemos de tener en cuenta el contexto político e histórico de su juventud. El impacto de la revolución rusa, la guerra civil en España, la lucha contra el fascismo y el nacionalsocialismo, la historia del movimiento obrero en España, para entender su apertura al pensamiento marxista revolucionario y compromiso militante en la lucha contra la dictadura franquista y por la revolución socialista.
Hijo de familia obrera, nunca renegó de su extracción social en la época estudiantil y comprendió el papel esencial de la clase trabajadora en la lucha contra el franquismo y por la transformación social. Su espíritu crítico le permitió abrirse a los debates más avanzados en el seno de la izquierda en aquella época. Los acontecimientos de Mayo 68 en Francia, la Primavera de Praga, la gran lucha estudiantil en Méjico, durante ese mismo año, y en 1969 el Otoño Caliente en Italia, confirmaban que los procesos de cambio y transformación no eran un sueño o pura teoría, sino algo real y posible.
Los debates políticos que
alimentaron tales eventos confirmaron en Antonio Gil tanto la teoría
de la revolución permanente y el programa y estrategia para la
revolución socialista, como la apuesta de construir el frente único
capaz de derrotar la dictadura y el capitalismo aprendiendo de las
enseñanzas de la historia, y la crítica del estalinismo y su papel
sectario en la guerra civil. Mesa del Acto
Un sindicalismo asambleario, unitario y combativo
Antonio junto a sus compañeros de la LCR en los centros de Seat defendían un modelo de acción sindical enraizado en las mejores tradiciones del sindicalismo de clase en España, Francia e Italia, que cristalizó en aquella época en Comisiones Obreras. Un sindicalismo de dimensión social y política (no partidista) que no se limitaba a la problemática del centro de trabajo o meramente laboral, un sindicalismo abierto a participar y apoyar los movimientos reivindicativos por causas justas, en defensa del conjunto de derechos sociales, solidario con las luchas obreras y sociales del momento. Esta práctica sindical fue compartida en otras fábricas y empresas como Miniwatt y el equipo liderado por Juan Montero, Numax y su referente José Borrás, etc.
La propia experiencia enseñaba que la mejor manera de defender las reivindicaciones obreras frente a las agresiones y maniobras de la empresa hacía necesario un movimiento obrero activo y consciente, informado, participando en los debates y decisiones. En resumen, un sindicalismo asambleario, que en SEAT cristalizó en1980 con la constitución del Consejo de fábrica en la factoría de Zona Franca. La práctica asamblearia, con reuniones diarias durante el bocadillo perduró durante muchos años, posteriormente, tras la creación de salas para el bocadillo en la nueva factoría de SEAT en Martorell en los años 90, prosiguió con asambleas semanales. El funcionamiento asambleario perduró mientras el sindicalismo de clase representado en los últimos años por CGT tuvo la fuerza para garantizar su convocatoria y dinamización. El papel de Antonio y el equipo de sindicalistas que compartieron el proyecto de un sindicalismo de clase y asambleario formado por Antonio Sanchez, Ernesto Barba, Sito, Pedro Jiménez, Diego Rejón, Wenceslao Calero, Armando Varo, Jorge Cortegana, Manuel Moyano, Nuria Margais, Alberto Herbera, Bruno Valtueña, Diosdado, y muchos más, contribuyeron a llevarlo a la práctica y mantenerlo vivo.
Otra característica del sindicalismo de Antonio y el conjunto de compañeros aludido fue la búsqueda constante de la unidad de acción en defensa de las reivindicaciones, para afrontar la negociación colectiva, o defender la plantilla de las agresiones de la multinacional. Tanto en la época que tuvieron responsabilidades en la dirección de CCOO en SEAT Martorell, como en la etapa de CGT, fueron capaces de promover la mayor participación y unidad en las luchas reivindicativas, empujando a las direcciones del resto de sindicatos a defender objetivos que superaban sus compromisos con la empresa, combinando la crítica constructiva y el desbordamiento siempre que tuviera un apoyo suficiente. Nunca confundieron la responsabilidad y traiciones de las cúpulas sindicales, con las bases de los sindicatos, ganando la simpatía de amplios sectores críticos de los sindicatos mayoritarios y evitando las derivas antisindicales.