Durante la historia de la democracia española, lo tradicional era
que, cuando un gobierno anunciaba una medida de recorte, parte del
sector afectado se manifestara en su contra y otra parte afín y
minoritaria se mantuviera fiel al poder, para ver si les caía algo. Pero
recientemente ocurre que los recortes son tan escandalosos y las
compensaciones a los trabajadores tan pobres (cuando no inexistentes)
que los sectores profesionales muestran su repulsa unánime, incluso los
colectivos mayoritariamente conservadores y poco amigos de las
movilizaciones sociales. A estas manifestaciones masivas, con un alto
porcentaje de participación y respaldo, se las conoce como mareas.
De esta forma, recientemente hemos tenido mareas blancas (de Sanidad)
y verdes (de Educación) recorriendo las calles de Murcia;
manifestaciones los martes en las vías del ferrocarril para que la
llegada del AVE no incomunique algunos barrios; concentraciones casi
todas las semanas frente a las casas de aquellos que quieren ser
expulsados de sus hogares por los bancos, con el beneplácito de la clase
política y la colaboración de las fuerzas del orden y nuestro sistema
judicial…
Hasta que, recientemente, a un grupo de personas se les ocurrió que
ya era hora de empezar a luchar todos juntos contra “el enemigo común”,
ya que “los que desahucian a las familias de sus casas son los mismos
que recortan en servicios públicos y privatizan recursos que deberían
estar garantizados” como expresó Paco Morote, miembro de la Plataforma
de Afectados por la Hipoteca (PAH). De esta forma, nació la idea de La
Marcha de Mareas.
Indignación multicolor
El pasado sábado 16 de marzo, unas 40.000 personas (según la
organización) recorrieron las calles de Murcia en una de las
manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan. La idea era que
cada una de las mareas partiera de un punto distinto de la ciudad para
reunirse en la Gran Vía y, finalmente, ocupar la Redonda. Honestamente,
no podemos decir cuánta gente había allí; solo afirmar que era una
muchedumbre, aunque menos, no obstante, que cuando la misma plaza fue
ocupada por aquellos que decidieron celebrar la victoria de la selección
española en el Mundial de Sudáfrica.
La Marea Blanca, en defensa de la Sanidad, partió desde la puerta del
Hospital Reina Sofía. A la altura de la Delegación del Gobierno se les
unió la Marea Negra, que representa a los servicios públicos, que
previamente se había concentrado en la Glorieta. Al final de la calle
Correos, ambas se fundieron con la Marea Verde, que defiende la
educación pública. En el Banco de España les estaba esperando la Marea
Multicolor, integrada por la Marea Roja (contra los desahucios), la
Marea Naranja (a favor del trabajo digno y la renta básica), la Marea
Violeta (defendiendo los derechos de las mujeres) y la Marea Azul (por
la democratización de los recursos hídricos).
Otros grupos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, los
Yayoflautas, los bomberos contra los desahucios, la plataforma pro
soterramiento, colectivos de gays, lesbianas y transexuales, sindicatos…
y así hasta sumar una treintena de colectivos tuvieron su
representación en la gran marcha.
“Gobierno sometido al pueblo”
Finalmente, los portavoces de las distintas mareas leyeron sus
respectivos manifiestos, en los que se abogaba por forzar desde la
ciudadanía a los políticos a garantizar los derechos básicos de sus
conciudadanos para que puedan vivir con calidad y de forma digna. “El
Gobierno debe estar sometido a la voluntad del pueblo”, concluyeron
todos los hablantes. A modo de ejemplo, dejaremos parte del manifiesto
de Ángel L. Hernández, portavoz de la Marcha de Mareas:
“No podemos vivir impasibles mientras los niños están en aulas
masificadas o sin profesor, los enfermos cada vez peor atendidos y
pagando más, los dependientes sin prestación, la justicia impagable, los
bomberos sin recursos, amigos desahuciados y miles de personas buscando
comida en la basura. ¡Es hora de despertar! De decir no; no quiero ver
más sufrimiento a mi alrededor. No quiero que el dinero de la sanidad,
de la educación, de lo público en general sea desviado a empresas”.
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