Insumisión
frente a la contrarrevolución
"Somos
mayoría y juntos podemos. Ni un paso atrás"
Manuel
Marrero Morales
El
preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
1948, en su tercer
considerando destaca un
régimen de Derecho como esencial para la protección de los derechos
humanos y contempla que cuando los gobiernos de los países dictan
leyes injustas, que van contra los intereses generales de la
población, los pueblos tienen la obligación de rebelarse y
desobedecer. Literalmente: "Considerando
esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de
Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo
recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión".
La
insumisión, la desobediencia civil, es por tanto un arma al servicio
de la ciudadanía para intentar revertir y hacer entrar en razón,
-la razón de la defensa de los intereses generales en un Estado de
Derecho-, a los gobiernos, que actúan de manera ilegítima contra
los derechos y libertades de la ciudadanía.
La
sociedad afectada utiliza la resistencia para no perder tales
derechos y libertades, cuya conquista es el producto de luchas
durante décadas de generaciones pasadas. La resistencia a que las
siguientes generaciones vivan peor que sus padres o sus abuelos. La
resistencia a la emigración forzosa. La resistencia, en definitiva,
al empobrecimiento y la exclusión social, al que parecen querer
destinar los gobiernos y la Troyka a una parte importante de la
población.
Los
poderes establecidos y estos gobiernos, que legislan en beneficio de
las minorías, han decidido rebajarnos los salarios y las pensiones,
eliminar los derechos laborales y sociales, privatizar el patrimonio
público, que es lo que garantiza un Estado Social y de Derecho, un
reparto de la riqueza y unos ciertos niveles de cohesión social.
Los
grandes beneficiarios de esta contrarrevolución son los poderosos de
cada país, que siguen acumulando riqueza y poder a costa de la
mayoría. Lo público se ha convertido en una oportunidad para los
negocios privados. La sanidad, la enseñanza y los servicios sociales
están siendo comprados por bancos, constructoras y aseguradoras. Las
medidas sobre las pensiones, propuestas ad hoc por un comité de
"expertos" en privatizaciones, ayudados incluso por algún
sindicalista, le sirven al Gobierno como excusa argumental para
ponerse al servicio de bancos y aseguradoras, que van a ser los
beneficiarios de los planes de pensiones, a los que, atizando el
miedo y la necesidad, han inducido a una parte de la sociedad.
Algunos
ejemplos para caracterizar la actual situación: Branko Milanovic,
principal economista investigador del Banco Mundial manifestó que el
8% de las personas que disponen de mayores fondos en el mundo obtiene
hasta el 50% de todos los ingresos del planeta. Mientras, en el
Estado Español, en 2012 el número de millonarios aumentó un 5,4% y
el paro ya ha superado los seis millones de personas. Los mandatarios
de EE.UU y de la UE se acaban de reunir en una paraje idílico
irlandés para avanzar en el Tratado de Libre Comercio, o lo que es
lo mismo, eliminación de todas las barreras para el enriquecimiento
de los más ricos y el empobrecimiento de los más pobres. Mientras
tanto, no han tenido la misma premura en poner fecha para acabar con
los paraísos fiscales, con el robo legal de las multinacionales, que
evaden impuestos del erario público en cifras astronómicas.
Oxfam
estima que al menos 14 billones de euros pertenecientes a fortunas
individuales se esconden en paraísos fiscales repartidos por todo el
mundo. “Este dinero perdido representa el doble de lo necesario
para que cada persona del mundo pueda vivir con más de 1,25 dólares
al día, es decir, para acabar con la pobreza extrema”, explica la
organización a través de un comunicado. Por su parte, la UE calcula
que los países miembros se pierden 2 billones de euros en evasión
fiscal cada año. Una cantidad que supera los presupuestos destinados
a Sanidad en cada estado europeo y supone cuatro veces el dinero
destinado a educación en toda la Unión Europea.
La
necesaria insumisión de los de abajo frente a esta contrarrevolución
de los ricos nos debe llevar a una desobediencia activa. Y me voy a
centrar en el caso educativo y la LOMCE del desprestigiado Ministro
Wert, que amenaza ahora con una campaña propagandística para
intentar vendernos las bondades de una Ley que nos retrotrae medio
siglo en educación. Por mucho que se empeñe en la jerarquización y
en erradicar la democracia de los centros, atribuyendo la total
capacidad de decisión a las direcciones de los mismos, las
comunidades educativas con los equipos directivos al frente, tienen
la posibilidad y la obligación de vivir y potenciar las prácticas
democráticas en los centros: convirtiendo los claustros del
profesorado, consejos del alumnado y consejos escolares en órganos
participativos y en los que se toman decisiones, que luego los
equipos directivos ejecutan. El Consejo Escolar debe ser el máximo
órgano de decisión, y eso no lo prohíbe ley alguna. Y cuando la
Dirección de un centro asuma el papel de capataz hay que denunciarlo
y desobedecer.
Se
hace necesaria la unidad para la defensa de lo público, para seguir
reclamando una Inversión de, al menos, el 7% del PIB en Educación
Pública.
El
impulso a las prácticas democráticas en los centros nos va a llevar
al conjunto de los sectores de las comunidades educativas a seguir
alcanzando acuerdos para defender una Escuela Pública, gratuita,
científica, laica, participativa, que prepare para la vida y no para
la empresa, y que forme personas críticas.
La
educación, la sanidad, los servicios sociales, el funcionariado, las
personas paradas, las que trabajan en precario, el estudiantado, los
pensionistas y jubilados, en definitiva, la clase trabajadora en su
conjunto, hombres y mujeres, tenemos que unir nuestra resistencia a
la pérdida de derechos y libertades, nuestra insumisión a las leyes
injustas y continuar saliendo a las calles para revertir esta
situación. Somos mayoría y juntos podemos. Ni un paso atrás.
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