Jorge
Alcázar
Colectivo Prometeo y FCSM
Quizás responder a
la cuestión de qué es un ser humano sea muy pretencioso para este
escrito y para los tiempos que corren. Por lo mismo, será mejor
preguntarnos qué es aquello que nos capacita como seres humanos.
Para responder al interrogante planteado, lo más justo es recurrir a
la D.D.H.H. y a través de su lectura ir despejando
incógnitas. Así, en su preámbulo encontramos la siguiente
consideración: “… que la libertad, la
justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la
dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de
todos los miembros de la familia humana.”.
Acaso
hoy podemos en España considerar como digna la vida de millones de
personas que se arrastran por nuestra sociedad. No. Si uno tiene la
preocupación de acercarse a este maravilloso texto engendrado por y
para el ser humano, sufre vértigo, ira y asco a medida que va
desgranando uno a uno los artículos universales allí planteados.
Hoy no existe en este país igualdad en dignidad o libertad, eso
quedará para las élites que puedan arrogarse este derecho. Para los
miserables que mendigan, los padres y madres que no tienen con qué
alimentar a sus hijos o con qué calentar el hogar, no existe
siquiera una mínima aspiración a sentirse dignos o libres. Qué
decir cuando un gobierno retira el derecho asistencial a miles de
seres humanos cuya razón para “deshumanizarlos” reside en su
pasaporte. Hablemos asimismo del derecho a ser libres y no esclavos.
Cómo vamos a defender esta dirección cuando una inmensa mayoría de
la población española es presa de unos condicionantes económicos
que les resta todo hálito de independencia; y de la misma forma,
pongamos sobre el tapete aquello de que todos somos iguales ante la
ley y estamos igualmente amparados por ella. Falso, rotundamente
falso. La ley sólo asiste y ampara al poderoso, y de esto bastante
sabemos en España. O aquello otro del espionaje masivo a que
millones de seres somos sometidos a diario por los servicios de
inteligencia al servicio del poder, donde deja el derecho a la vida y
la comunicación privada. En cuanto a la libertad de reunión y
asociación, nuestro gobierno se encarga de socavar mediante
legislación arbitraria, el derecho humano que nos asiste.
Y
es cuando pasamos de la veintena de artículos que nos topamos de
frente con el muro instalado ante nuestras narices en forma de cruda
realidad: que la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del
poder público; que toda persona, como miembro de la sociedad, tiene
derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo
nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la
organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los
derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su
dignidad y al libre desarrollo de su personalidad; que tenemos
derecho al trabajo -sí,
han leído bien-, y además a que sea remunerado de forma equitativa
y satisfactoria tal que nos asegure nuestra dignidad como seres
humanos; derecho a la limitación temporal del trabajo y a unas
vacaciones periódicas remuneradas; derecho
a vivienda, educación, alimentación, vestido, asistencia médica o
servicios sociales; derecho a desempleo o a jubilación, que
posibiliten preservar la dignidad como hombres y mujeres,
e incluso a que se establezca un orden social e internacional en el
que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se
hagan plenamente efectivos.
Pues
bien, en España,
yo afirmo que estos derechos se
violan cada día, en cada esquina,
bloque de viviendas, centro social, educativo o médico, en cada cola
del paro o puesto de trabajo, en la Bolsa de Madrid, en la sede del
Gobierno de la nación y de las grandes empresas nacionales o
internacionales que operan en el país, en las instituciones
políticas y judiciales del estado y cada vez en mayor número de
escenarios donde aquello que la solemne D.D.H.H. designa como ser
humano concurre. Mentira que en España se cumplan estos derechos.
Ruin mentira.
Si
antes no se hubiera citado la pertenencia de estos derechos a un
documento consensuado y firmado por la inmensa mayoría de países y
sociedades del mundo, probablemente muchos seres humanos hubieran
estado tentados para dejar de leer, circunscribiendo la opinión
vertida al limbo de la utopía. Cierto. Mas no es utopía su
declaración soberana, como tampoco lo es que nuestra Constitución,
la española, la de casa, se arropa y somete a ésta. Así, en el
preámbulo del texto constitucional patrio se nos dice que es
voluntad de la solemne carta “Proteger a todos los
españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos
humanos…” , y obligación del Gobierno del estado español
hacer que se cumpla.
¿Qué ocurre pues?
Como casi siempre, la respuesta es la más obvia. Hemos dejado de
pertenecer al imperio de los derechos humanos para bajar de nuevo al
infierno de la barbarie. Nuestros derechos humanos y
constitucionales son despreciados y rotos por aquellos que nos
gobiernan desde las instituciones políticas (Gobierno de España,
UE, Banco Central Europeo) al dictamen y servicio del verdadero
poder: el económico y financiero. Han barrido nuestros derechos,
los que nos califican como hombres y mujeres, y de paso, nuestra
condición de seres humanos. Pero yo reivindico mi derecho, nuestro
derecho, a ser humano y ser tratado como tal; por ello invoco la
declaración que me nombra soberano y por ello enarbolo como un arma
las palabras allí recogidas, y considero “…
esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de
Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo
recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Esta es mi exigencia y estos mis argumentos.
"Esta es mi exigencia y estos mis argumentos."
ResponderEliminarCuando la exigencia no entiende de razón y argumentos, cuando la exigencia no se basa en voluntades que promulguen realmente la libertad de todos los individuos existentes (la única libertad real), la exigencia no es otra cosa que la barbarie o el salvajismo. Y se articula mediante las muy diferentes formas de la violencia.
Comprender que muchos seres humanos pretenden un mundo violento semejante al descrito, es el primer paso para entender que la razón les es indiferente y que este mundo nunca LO HAN regido por la misma.
Lease, sino, la famosa frase inscrita en los cañones de tan ilustre Rey Sol: "Estas son mis razones" o piensese sobre "los argumentos" y sus consecuentes cosmovisiones esgrimidas para dominar como a perros a millones de esclavos legales a lo largo de la historia contada (incluida la actual).
Así, podreis comprender "los argumentos" de quienes se erigen en los Estados y "fuera" de ellos creeyendose con la postestad de eliminar y subyugar a millones con el único y último fundamento de sus voluntades y criterios unívocos y unilaterales.