Jorge
Alcázar
Colectivo
Prometeo y Frente Cívico.
El
escenario político más inmediato que la ciudadanía española y su
clase política contempla es el de las próximas elecciones europeas.
Si ya de por sí este evento ha tenido tradicionalmente escasa
repercusión a nivel de voto, existen otros factores propios de los
tiempos que corren, que hacen prever la poca o nula incidencia que
las políticas votadas puedan aportar a los grandes problemas por los
que atraviesa nuestra sociedad, e incluso, se puede aventurar un
recrudecimiento de las mismas políticas que hasta aquí nos han
traído.
Tan
es así que hoy, con la cantidad de signos políticos, ideológicos,
sociales y económicos que desde Bruselas y sus instituciones se van
lanzando, todavía ninguna fuerza política del panorama actual ha
tenido el arrojo de oponerse, no ya a Europa y sus políticas, si no
a esta forma de haber construido Europa, pues todo lo demás se
desprende de este primer axioma.
El
diseño actual de Europa, entorno a unas políticas económicas
orientadas a fomentar la desigualdad periférica, entendida ésta no
sólo en términos geográficos, si no también en términos
económicos y sociales, y construida con instrumentos de control tan
eficaces como el BCE o el Euro, obedece a las necesidades de una
clase capitalista cuya aspiración última es y será la de
salvaguardar sus privilegios y acrecentar sus cuotas de poder,
pasando de camino por encima del cadáver de los derechos sociales,
laborales y humanos.
Es
compresible por lo anterior que las fuerzas conservadoras políticas
se empecinen en vender el mensaje de más de esta Europa, dando otra
vuelta de tuerca a lo que se refiere a políticas de “integración”;
no obstante, esta forma de construir Europa permite que los gobiernos
nacionales cada vez tengan menos margen de maniobra, supeditándose
las políticas nacionales a políticas supranacionales dictaminadas
por organismos técnicos (Comisión Europea, BCE o FMI) ajenos a
cualquier forma de participación ciudadana y democrática, y que
obedecen a unos dictados muy diferentes a los de las necesidades de
la población.
La
cuestión relativa a las fuerzas conservadoras es interesante y
conviene abundar en ella, pues de nuevo, como históricamente ha sido
puesto de manifiesto, bajo este rol se ha comprender a la
socialdemocracia europea y, por ende, a la socialdemocracia española.
No es de extrañar que un partido político como el PSOE, con una
orientación y deriva política rayana en el conservadurismo más
puro en materia
económica
y social, abogue por seguir sacándole punta al lápiz de la
construcción europea bajo la luz creadora de Maastricht. Nuestros
Rubalcaba o Valenciano, continuadores de la ortodoxia socialdemócrata
tan bien representada otrora por González o Zapatero, son los
Kautsky o Kerensky de nuestra época. Éstos, bajo el disfraz de
cordero, se mueven bien entre líneas para garantizar al poder y a su
servidumbre los privilegios de que goza.
Mas
lo anterior y desde mi punto de vista, no aporta nada al terrible
drama de la sequía política e ideológica a la que como pueblo
trabajador nos enfrentamos. Con los anteriores ya contábamos. La
cuestión grave y urgente es el porqué ninguna otra fuerza política
aparece con ánimo de situarse en las antípodas de este diseño
europeo y empieza a construir discurso, lenguaje y debate
alternativo. Porqué, cuestiones tan elementales como los planes de
estabilidad presupuestaria, la deuda del Estado, la necesaria salida
del euro y el inquisitorial papel que ejerce el BCE o la comisión
europea en nuestras condiciones económicas, así como la pérdida de
soberanía económica (prácticamente extinta en lo creativo, y muy
acrecentada en lo punitivo) no han sido punta de lanza del discurso
político alternativo.
Sea
como fuere, aquellas políticas que quieren ser palanca de cambio del
orden existente en un determinado momento histórico, deben ser
rupturistas con el modelo vigente, plantear alternativa real
opositora, y construir un nuevo camino que no suponga sólo un desvío
transitorio en el actual. Por ello, la auditoría de la deuda
ilegítima, el impago de la misma, la reversión del artículo 135 de
la Constitución o la salida del euro se hacen argumentos
impepinables para esa vanguardia.
Será
que como Lenin decía, el pueblo y sus necesidades hoy está muy a la
izquierda de aquellos que dicen, desde los aparatos políticos de
supuesta vanguardia, representar la voz de ese mismo pueblo. Será
que el mal endémico de la socialdemocracia también ha corroído a
esas fuerzas políticas que presumen ser alternativa.
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