Carlos Fernández Liria
Fuente:Insurgente.org
Yo creo que PODEMOS va a gobernar. Por eso, es
urgente que tengamos claro qué es lo que tenemos que “poder”. ¿Qué
podemos? ¿Podemos acaso lo imposible?
Tras las elecciones europeas escuché entre mis colegas del gremio de
filosofía una muy interesante definición de populismo (pues,
naturalmente, se veía en lo de PODEMOS una victoria del populismo). El
populismo, se decía, es “presentarse a las elecciones prometiendo lo
imposible a sabiendas de que es imposible”. Es una definición muy
interesante. A mí se me ocurrió una variación inmediata: “llamo
populismo a prometer lo imposible a sabiendas de que yo voy a hacer todo
lo posible para que sea imposible”. O mejor aún: “a sabiendas de que si
yo quiero que sea imposible será imposible, porque aquellos a los que
yo voto tienen la sartén por el mango”. En este sentido, el Frente
Popular en el 36 habría sido populista: ganó las elecciones prometiendo
lo imposible. Para demostrar que era imposible, algunos se movilizaron
bastante y montaron una guerra civil y cuarenta años de franquismo. Y
así resultó imposible.
No deja de ser curioso, aunque sea anecdótico, que entre los que
suelen subscribir esa definición, muchos saben de lo que hablan. Fueron
ellos, precisamente, los que, de jóvenes, pidieron lo imposible
siguiendo la estela del 68. “Pidamos lo imposible” y “La imaginación al
poder” son unas divisas muy juveniles, pero se desgastan pronto con la
edad. Pasan los años, y al final, eso suena a populismo.
El caso es que esa vía para desprestigiar a PODEMOS no les va a
funcionar. Porque el diagnóstico no puede encajar peor. Ya les gustaría
que PODEMOS fuera eso, pero no lo es. En muchos sentidos es más bien lo
contrario. Los jóvenes de PODEMOS no han pedido ni piden lo imposible.
Yo creo firmemente que el germen de PODEMOS remite a Juventud sin Futuro
y después al 15M. Ahora bien, JSF no pedía lo imposible. Todo lo
contrario, en cierta forma, sus reivindicaciones sonaban muy
conservadoras: se reclamaba el derecho a un trabajo, a una pensión (¡y
eran jóvenes!), a una vivienda, a una familia, a poder estudiar en una
enseñanza estatal... Se trataba, más bien, de conservar todo
aquello que los revolucionarios neoliberales estaban destruyendo, como
por ejemplo, los derechos laborales más elementales. Unos jóvenes muy
conservadores, por tanto, frente a unos revolucionarios muy poderosos.
Ahora son ellos, la casta más rica del planeta, los que piden lo
imposible. El 1% de la población mundial pide lo imposible al 99%. Y lo
imposible se hace realidad todos los días. Eso lo comprobamos en
facebook cotidianamente: no hay forma de distinguir ya las noticias en
broma de las noticias de verdad. No aciertas ni una. El sólo hecho de
que la estación de metro más emblemática de Madrid se llame Vodafone Sol
es un experimento dadaísta irrealizable que, sin embargo, todos los
días se hace realidad. La mera existencia de un ser como Cristobal
Montoro a mí me parece científicamente imposible. No es posible que
estemos gobernados por caricaturas. Pero lo estamos. Viéndolo ahora, uno
diría que la existencia de Jose María Aznar es metafísicamente
imposible, y, sin embargo, gobernó por dos legislaturas. Vivimos en un
imposible cotidiano.