Manolo Monereo
Politólogo y miembro del Consejo Político Federal de IU
Miembro del Frente Cívico
Su último libro publicado, junto con Enric Llopis, es Por Europa y contra el sistema euro (El Viejo Topo, 2014).
Se veía venir, quizás, sorprende la rapidez y la ferocidad del ataque. Todo es bueno para denigrar y demonizar a Pablo Iglesias. El formato es muy conocido; como dicen en el Perú, es un psico-social, que conecta servicios de información, medios de comunicación seleccionados y estructuras gubernamentales conocidas. La idea es simple y se repetirá, junto con otras que saldrán muy pronto, una y mil veces: Pablo (Podemos) colaboró y colabora con el entorno de ETA, luego es partidario de la violencia armada, consecuencia natural de su filiación bolivariana-chavista.
Para demonizar al personaje se genera odio y se espera que de él
surja la violencia reparadora y salvífica que aísle socialmente a las
bases de Podemos. Atemorizar, asociar Podemos y violencia, denigrar a
sus dirigentes, criminalizarlos desde los medios de comunicación y
convertir cada acto o presencia pública de Pablo en lío, en tumulto y en
desorden público. Lo dicho, crear un imaginario que engarce Podemos y
violencia. El objetivo es claro: impedir que Podemos se convierta en
alternativa de gobierno generando desconfianza y temor en los sectores
más moderados de sus votantes, precisamente aquellos donde el
movimiento de Pablo Iglesias, más afecta al electorado de las fuerzas
bipartidistas.
Nada es casual y se ha ensayado decenas de veces. Es una vieja página, puesta al día, del manual de estilo de La Escuela de las Américas
que los norteamericanos regentaban y donde se forman avezados
torturadores y demás especialistas en contrainsurgencia. A lo que hay
que añadir los siempre bien engrasados mecanismos contra terroristas de
los diversos servicios del Estado español y sus conexiones con los
medios de desinformación y calumnias varias.
Ahora bien, hay que ir más lejos. El contexto es conocido y conviene subrayarlo: crisis del Régimen del 78 y proceso de transición hacia otra forma de gobierno.
Aparecen dos salidas: enésima restauración borbónica o ruptura
democrática. La restauración implicará la institucionalización de una
correlación de fuerzas (un nuevo Régimen) que consagre una democracia
“limitada” y “oligárquica” al servicio de los poderes económicos
garantizada, en último término, por la Europa Alemana del euro. El dato
de fondo, que se olvida con frecuencia, es que esta transición expresa
un acuerdo básico entre las diversas burguesías del Estado español y los
poderes fuertes de la Unión Europea para configurar un nuevo modelo de
acumulación capitalista que haga de España un país subalterno y
dependiente del “núcleo” rico y poderoso, sin derechos sociales,
laborales y sindicales.
La ruptura implica fortalecer al sujeto popular y convertirlo en
poder constituyente. La clave es esta: que el soberano lo sea y que se
abra un proceso donde la ciudadanía defina qué tipo de país quiere, sus
fundamentos sociales y económicos, sus relaciones con la UE y con los
países del Sur, el catálogo de libertades y los mecanismos
jurídico-políticos que garanticen los derechos sociales. Una nueva
constitución convertida en la “hoja de ruta” para la transformación
social, que genere una nueva unidad entre los diversos pueblos, desde el
acuerdo voluntario, para construir una sociedad de hombres y mujeres
libres e iguales, que subordine a los diversos poderes (económicos,
mediáticos, financieros) a la soberanía popular.
Sin este enfrentamiento, sin esta lucha por y desde el poder no
entenderemos lo que está pasando. La huida de Juan Carlos y la
entronización de Felipe es una señal clara de la crisis del Régimen y
que los que mandan se preparan para una nueva transición. Que aparezcan
gentes como Felipe González, Cebrián; fundaciones como FEDEA, FUCAS,
FAES o el selecto mundo del Ibex35, cada vez más entrelazados con los
grandes medios de comunicación, dicen mucho del “momento” político que
vivimos y del sesgo de clase que lo define.
Si tuviéramos que señalar el dato más significativo de nuestra realidad político-social, diría que es la enorme concentración de renta, riqueza y poder en manos de una minoría
que se sabe incompatible con los derechos básicos de las personas y que
hace de la regresión social el fundamento de su estrategia política.
Cuando se escuchan las declaraciones de los grandes empresarios, de las
diversas patronales y de los intelectuales orgánicos de los poderosos,
no se puede dejar de pensar que estamos ante una sublevación de la oligarquía
contra los derechos sociales, laborales y sindicales de los
trabajadores. La mayorías sociales, los comunes y corrientes, las
gentes, tienen demasiados derechos, las democracias demasiado poder y
las personas demasiadas libertades. Cómo no ver el odio de una clase
ante un orden, un desorden, que no reconoce jerarquía sociales y que ha
hecho a las personas de abajo sujetos de unos derechos que limitan su
poder e influencia social. Ahora es el momento de la vuelta atrás, al
verdadero orden, que ponga a cada uno en su sitio y que ponga fin al
poder de la chusma. La Restauración, con mayúsculas, es sobre todo esto:
regresión, involución social y política.
Esta concentración de poder está marcando decisivamente la fase
política. El Estado retorna en su centralidad: monopolio de la violencia
legítima y de la otra, de las otras, que él organiza y dirige. Cuando
la excepción es la regla, el Estado pierde autonomía relativa y se hacen
más visibles sus conexiones con los poderes de hecho, con los que
mandan realmente. Es también el momento del “doble Estado”, del legal y
del otro. La crisis del Régimen tensiona la fuerza del Estado y tiende a
centralizarlo y a desplegar todos sus poderes. El autoritarismo crece y
las medidas legales represivas se refuerzan. El objetivo: limitar la
fuerza de los movimientos sociales, impedir la movilización y la
autoorganización ciudadana.
El “otro Estado” siempre está ahí y se activa, aún más si cabe,
cuando llegan las crisis. Su característica es la carencia de reglas y
normas. Es el reino del “Estado de naturaleza”, de la “guerra de todos
contra todos” con la diferencia, sustancial, que este “otro Estado”
tiene la cobertura, el apoyo y la legitimidad del Estado legalmente
existente. Su presencia cada vez se nota y se notará más: se mezclan
poderes legales, servicios de inteligencia e información, públicos y
privados, “nacionales” y “extranjeros”, medios de comunicación y los
múltiples mecanismos “del complejo corporativo-estatal-mediático”. No es
ninguna casualidad que este proceso de centralización y concentración
del poder se dé con mucha fuerza en los llamados medios de comunicación
y específicamente en las televisiones.
El brutal ataque Pablo Iglesias hay que verlo en este contexto. Los
poderes no escatimarán medios para conseguir sus objetivos; nada los
frenará y usarán todas las armas disponibles para imponer una
Restauración que signifique regresión social, involución democrática e
incremento sustancial de las desigualdades económicas, sociales y de
poder en la sociedad. No nos podemos permitir el lujo de la inocencia.
Excelentes reflexiones, todas ellas ciertas. Con matices.
ResponderEliminarEl problema de fondo es el mismo que hace 2000 años; ¿Nos afiliamos al ministerio de la guerra o no?
La burguesia siempre te obligará a asesinar, matar, robar, saquear y, usando el sistema societario como tapadera, hacerte creer que todasa esas "cositas bonitas" son buenas y le debes algo por ellas. Como mínimo, tu libertad y dignidad como ser libre, responsable y moralmente sociable y convivible.
ResponderEliminar¿Quien dijo que la esclavitud había terminado?
Creo que fue un historiador de los bien pagados...
Ya sabeis donde está el mal en este mundo. Ahora toca el ¿qué hacer?
La respuesta es clara. Fichar a Pablo pars IU. claro que....cuando Pablo habla de la casta también veo a IU (Willy Meyer, valderas. ..)
EliminarPienso que IU ha visto en Pablo una tabla de salvación. Intentarán llevarlo a su redil.
Y muchos dejaremos de votarlo
Fantástico artículo. 100% recomendada su lectura
ResponderEliminarUna Constitución hecha por el pueblo, que el pueblo entienda, por que se les ha consultado, por que se les ha explicado y por que ha participado en hacer los estatutos que fundamentan la dirección de la region donde desarrollan su vida. Todo lo que no sea esto será como la constitución del 78; nos la endosaron y la mayoría de la gente que la votó no fue consultada sobre su contenido y nadie se preocupó si la gente que la votó la comprendía o no.
ResponderEliminarAsí es, Juanko, así es. La supuesta representacion les permite alejar el poder institucional de los soberanos para no poder materializar lo que es una legalidad puramente formalizada y burocratizada, sin relacion alguna entre lo que dicen los textos y lo que es la realidad.
ResponderEliminarLa representacion fracasará y seguirá fracasando pues mientras se asesina, pullea, litigia entre las banbalinas de las instituciones la sociedad en general está a otra cosa. Siquiera es consciente, ni es informada. Si acaso desinformada.
No hay democracia.