Juan Rivera
Colectivo Prometeo
Entre
las reacciones producidas en el paisaje político hispano a
consecuencia de la mala digestión que las elites están haciendo de
los resultados de las Europeas, nos llama la atención la
inquietud cercana al miedo que
supuran los actores del Sistema (hasta ayer Juancarlista, hoy
Felipista). Contrasta con el estupor – incomprensible pues la situación invitaría al regocijo- que
parece instalado en sectores minoritarios de la Izquierda.
Estos
últimos,con un difuso sentimiento de injusticia, de víctimas
incomprendidas a quienes les acaban de birlar la cartera, se han
posicionado a la defensiva. El choque con la cruda realidad social
les impide hacer un análisis de la misma.
Por
ello en lugar de realizar una lectura crítica y autocrítica de lo que
acontece para buscar los errores y afianzar los aciertos, han optado
por recuperar el espíritu de resistencia, de fortaleza asediada (
por desgracia muy cercano al irracional “ Deus volt” cruzado). Desde hace un tiempo a través de sus intervenciones en las redes
sociales emiten certificados de pureza revolucionaria.
La situación no es inédita. El afán purificador es un clásico en la
Historia hispana y con la denominación de Estatutos
de limpieza de sangre estuvo
presente en numerosas Instituciones, especialmente castellanas, entre
los siglos XV y XIX.
Merece
la pena sin embargo estudiar el pelaje de quienes se han trasmutado
en modernos bulderos y al igual que el quinto amo del Lazarillo
vendía falsa religiosidad solo pendiente de las ganancias, nos
venden que el camino
a la revolución es único
y siempre debe seguir la senda por ellos trazada.
Aunque los hay muy variados como un buen surtido navideño, podemos
extraer diferentes arquetipos.
En
primer lugar, con mención honorífica y podio, encontramos al
burócrata de toda
la vida.
Arrastra esa leyenda urbana de “alguien
dice que alguien le dijo que una vez alguien escuchó que había
trabajado en algo no relacionado con la Política”.
Pero mantiene incólume la liberación conseguida cuando aún llevaba
pantalón corto. Suele ser el depositario del sello que con la
palabra “ hereje”
se estampilla en la frente de quien se atreve a disentir.
Al
puesto no llega cualquiera. Se alcanza a codazos o por desidia y casi
siempre el cargo lo adorna el principio de la ley de Murphy que dice
“ si un
nombramiento puede salir mal, fijo que saldrá”
Flanquean
su mesa dos ayudantes voluntarios, uno se fue a por tabaco hace veinte años y volvió hace unos días, otro llegó a la militancia hace unos meses.
El del tabaco hizo una despedida a la francesa en su tierna
juventud. La excusa, si se dignó a darla, fue coral: novia, madurez,
trabajo, sentar la cabeza...Durante decenios no quiso saber nada de
sus antiguos compañeros, pringados del tres al cuarto. En su retorno
pontifica y desprecia a quienes aguantaron el tipo, contradicciones
personales incluidas.
El neófito quiere hacer méritos y con el cuchillo entre los
dientes está dispuesto a cercenar lenguas o cabezas de traidores y
desleales.
Los
tres ejemplos tienen un nexo común: no les importa pisotear al
militante que siempre estuvo, el que remó contra viento y marea
durante decenios, el que se ganó fama de pesado en sus círculos por
poner en el centro de la acción el “ programa,
programa, programa”,
el que no necesita para converger que ninguna cúpula lo ordene pues
lleva haciéndolo en su actividad cotidiana desde siempre, el que no
se asusta por intercambiar pareceres con compañeros situados en
posiciones diferentes porque buscan lo mismo.
Pero viene con un defecto de fábrica: siempre pensó que la
organización era un instrumento para intentar transformar la
sociedad y no una ermita para llevar flores y rezar. El poner el
acento en los hechos y no en la apuesta estética le convierte en
sospechoso.
Los
tiempos venideros no son de capillitas, son de heterodoxia.
De apertura sin miedo. Quien tiene la mochila llena de lucha y
honradez no va a ser arrastrado por ninguna riada. No sobra nadie, al
contrario, queda mucha tarea de pegamento, de aunar conciencias con
un objetivo compartido:
la actual situación no puede continuar, la bestial hegemonía de
clase que ha implantado la Oligarquía debe desaparecer.
El
80 % de la sociedad suma siempre más que el 20 % y debe ser quien
decida el rumbo. Es falso hablar del 1% frente al resto porque esa
proporción no se corresponde con la de los dominadores, de los
beneficiados por el Ordine Nuovo capitalista. Es más amplía. Pero
ni de lejos, si logramos articularnos en un programa de mínimos
vitales, son mayoría. Esa somos nosotros.
Por eso el estupor debe sustituirse por la esperanza alegre.
Mientras
tanto libradnos Gramsci, Marx, Bakunin, Lenin y demás señores del
panteón revolucionario de los guardianes
del tarro de las esencias.
Suelen utilizarlo para partir la crisma de quienes se atreven a
matizar su cosmovisión.
Como siempre se puede "confluir" con el artículo en un amplio porcentaje,a medida de que lo lee uno, le va poniendo caras a los personajes, es como en el juego de las caras, tienes bastanten para jugar, antiguas, actuales y modernas. Siempre son las mismas, pocos neófitos, aunque los hay.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero que esta oda a la unión de laS distintas sensibilidades de izdas sea capaz de materializarse en un objetivo común. Confieso que no soy optimista., pero entre los que estais en primera linea y los que estamos detrás, espero que lo consigamos. Hay mucho en contra fuera para que dinamitemos desde dentro con mezquindades irracionales
ResponderEliminarExcelente y absolutamente necesario análisis que retrata a algunos de los comportamientos de las burocracias que lastran desde hace décadas a las organizaciones de la izquierda. El capitalismo seguro que se carcajea cada vez que ve a los personajillos que se han apoderado de la dirección de organizaciones de izquierda, y les contempla en sus continuas luchas intestinas.
ResponderEliminarA estas alturas del partido una cosa que debemos comprender es que el mal del capitalismo es la codicia pero el problema de las organizaciones de todo tipo es el ansia de poder, el ego, la burocracia, y esto tiene solución aunque no sea fácil, pero la tiene. Ahondemos en este debate y llegaremos a un escenario en el que la conmoción inicial dé paso a soluciones necesarias.