¿NOS DAMOS TIEMPO PARA HABLAR?

Manolo Delgado Milán
FCSM Córdoba

      El 15 de junio de 1977 estábamos, un maestro de escuela y yo, esperando que llegara la hora del cierre de las urnas y el recuento de las primeras elecciones democráticas a la puerta de las escuelas de mi pueblo. Desde allí veíamos a quienes ya preparaban la fiesta que habíamos organizado en un club juvenil que el pueblo construyó en terrenos de la Iglesia, por iniciativa de un cura rojillo. El maestro me preguntó si tan seguros estábamos los comunistas de ganar. Le respondí que, al menos estas primeras elecciones, sería nuestra la victoria, y de todos los demócratas españoles. Que votar ya era ganar, que los resultados eran lo de menos, que si el pueblo libre habla, es una alegría acatar su decisión.

     He vivido así todas las elecciones, (sólo me sublevó el resultado del referemdum sobre la entrada en la OTAN), y eso que casi siempre perdí, que en pocas ocasiones he creído que los resultados eran para celebrarlo. 
    Sin embargo, cuando no se nos ha permitido decidir, cuando se cierran los caminos a la expresión de la voluntad colectiva, o cuando al pueblo se le miente masivamente, se le chantajea, o se le amenaza con el caos o la miseria, los demócratas nos subimos por las paredes. 
    Seguro que gran parte de la ciudadanía en Escocia sentirá la satisfaccion de haber decidido libremente su futuro, aunque no haya sido ganadora su opción. 

     Demócrata, solo es el político o gobernante que no tiene miedo a lo que el pueblo decida, y acepta que el pueblo siempre tiene la primera y la última palabra. La democracia también exige que los pueblos no tengan miedo a decidir, ni la ciudadanía descarte por miedo opciones que son de su conveniencia. 
Viene todo esto a que no me gusta la "gestión" de la voluntad de decidir de gran parte de la ciudadanía catalana que se está haciendo desde el PP, el PSOE, y las instituciones de este caducado régimen del 78. Tampoco me gusta la escasez de diálogo sosegado, de deliberación entre la ciudadanía catalana y la de los demás pueblos, para que las decisiones vengan precedidas de propuestas diversas y búsquedas de mayores encuentros. 
    Ni el pueblo catalán ni el resto de la ciudadanía estamos en el mejor momento, ni con la representación adecuada para ese diálogo. Sabemos que la cuestión territorial no está bien resuelta, pero tampoco la Jefatura del Estado, ni la división de poderes, ni la garantía de la efectividad de los derechos humanos, ni la transparencia de las instituciones, ni el futuro de nuestra juventud, ni las futuras generaciones, ni por tanto del país. 
    ¿Cree alguien, en Catalunya o España, que Mas o Rajoy, quieren arreglar algo, cuando los dos ganan enfrentándose y enfrentándonos?. 
    ¿Podemos distanciarnos de este enfrentamiento? ¿Podemos darnos una oportunidad, buscando un hueco en nuestra historia común, para entendernos sobre otras bases, sobre una realidad que construyamos juntos?. 
    Dejaríamos sentado que es indiscutible el derecho a decidir. Que también lo es el derecho a debatir todas las opciones, decidir sobre todo, por el bien de toda la ciudadanía, catalana y española, sea cual sea la relación que el pueblo catalán decida tener con el resto, o para decidirse por la naturaleza de esa relación. Solo queremos pedir a la ciudadanía catalana que nos ayuden a transformar hasta los tuétanos este país, porque así les será más interesante quedarse. De esta España puede ser hasta lógico que quieran irse, pero puede que no nos sea muy difícil hacer un país del que Catalunya no quieran apartarse tanto. 
    Podríamos hablar, de ciudadanía a ciudadanía. Deberíamos quedar en darnos un tiempo, para hablar de nuestras cosas.