Isidro Nonell: Pobres esperando la sopa
Jorge
Alcázar
Colectivo Prometeo y FCSM
La ceremonia de la confusión en la que nuestra sociedad se halla
inmersa afecta a escenarios tan diferentes como la política o la
economía. No es sorprendente -todo lo contrario, es algo natural-
encontrar mensajes y proclamas que están en las antípodas de las
realidades que se viven en las calles, los hogares o en las
conciencias de la inmensa mayoría de las personas. El lenguaje
natural, construido en su origen para comunicarnos unos con otros, se
deconstruye y tiene por objeto afectar el estados real de cosas,
contribuyendo a poblar de alegorías, fantasmas e imágenes ficticias
la sociedad que nos rodea.
Instalados estamos
en el nuevo paradigma de la recuperación económica. Gobierno y
medios de comunicación afines subrayan que la recuperación está en
camino, a la par que soslayan o susurran veladamente que es necesario
continuar por la senda de los “ajustes” y la “moderación”.
No se trata de recortar, cortar, amputar o cercenar derechos y medios
económicos, sino que se trata, nos dicen, de reformar un modelo
insostenible. Es decir, como si todavía estuvieran presentes los
sones de aquellas consignas de hace unos años de “hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades”, bajo estos eufemismos y esta
nueva (o vieja, según se mire) retórica, el mantra de la
recuperación mediática intenta brotar. Depositando en ello toda su
fe, personas de bien que nos gobiernan desde las instituciones
políticas, económicas o financieras, se han confabulado y unido
entorno a las consignas que a cada vez más personas nos suenan en
los bolsillos y el estómago, pero con un timbre más tangible. Ya se
crea empleo, se aumenta el gasto social y la senda de la recuperación
está ante nuestras narices. Venga, un achuchón más que llegamos.
Sólo es necesario -decía el señor Montoro el otro día-
consolidar, a través del dogal presupuestario, las medidas y
estímulos iniciados. Claro, nos ocurre pues que miramos a nuestro
bolsillo y al de los de al lado, miramos nuestras casas, miramos a
nuestros hijos, miramos nuestros contratos laborales y nuestras
esperanzas, y vemos que no nos llega.
Paciencia. No seáis
impacientes, que la senda está ahí mismo. El eufemismo vuelve a
aparecer y entonces nos dicen que hoy no nos pueden dar un trabajo
fijo, que lo de las 40 horas semanales era pura ilusión, pues no
somos sostenibles ni rentables. Se nos dice después que es imposible
-porque vivimos por encima de nuestras posibilidades- cobrar una
pensión trabajando hasta los 65 y que hay que ir más allá; claro
-se nos vuelve a decir-, es que ustedes no son productivos. Miren a
los chinos. Y no sean exigentes, que si queremos recuperarnos, si
queremos salir del hoyo profundo en el que se encuentran -claro,
conjugar bien el sujeto con la forma personal aquí es complicado,
porque, ¿quiénes queremos y quiénes se encuentran?- ni hablar de
médicos, ancianos o escuela “gratis”. Aunque aquí el lenguaje,
puesto al servicio -quien lo diría- de sus plumas y abalorios viene
en su defensa para hablar en sus bocas la música de la contención,
la moderación, la buena gestión, rimando en el sofrito con la
calidad, profesionalidad, la igualdad y la Constitución.
Y nosotros,
cuando ya parece que supuramos buenas, grandilocuentes palabras,
cuando parece que vamos a gritar de alegría, a llorar, por ver lo
buenos que son con nosotros y lo bien que nos cuidan con lo torpes e
ineptos que somos, no entendemos nada, y a fuerza de no entender, nos
decimos necios y tontos. Total, será cierto que esto de la igualdad
de oportunidades, de los derechos fundamentales y Humanos y de la
Constitución son cuentos chinos. No, cuidado con los chinos. Porque
uno se levanta un buen día, con su mañana y su café -que a eso
todavía llega en algunos sitios- y se desayuna con la pobreza a
secas, con los tres millones de familias sin ingresos, con la pérdida
de derechos laborales. Va y se mete de un buen bocado que la luz sube
y sube subastada, que es mejor cerrar hospitales porque así la gente
va menos al médico, que es de lo que se trata. Entre boca y boca,
miramos la suerte que tiene la juventud hoy, que se les beca para ir
al extranjero, y menuda beca será, pues da para que más de 400.000
se hayan ido a “vivir una experiencia y forzarse”.
Y a mediodía,
algunos que hasta almorzamos todavía, digerimos el buen potaje de
las tarjetas de crédito de Caja Madrid –hoy nuestra, es decir del
estado, es decir, que la vendemos, es decir, que no sé qué decir-,
de los Bárcenas y compañía, y de lo buenos que son los de ahora, y
lo malos que eran los de antes. Pero será que en el sopor de la
siesta –los que todavía tenemos la “suerte” de tener trabajo y
poder dormir- la digestión se hace pesada y no sé porqué
confundimos a los de antes con los de ahora sin saber quién es quién
ni si el tiempo es lineal o cíclico o qué se yo, pues en la
facultad de Física –cuando todavía se podía ir lo que ellos
dicen “por la cara” y que yo digo será por los impuestos que
pagaban entre otros mis padres- los profesores nos decían era
continuo y lineal, que no cíclico, pero me da a mí que ya no quedan
ni profesores, ni bedeles ni el sursuncorda que dirían los
beatos –perdón por mentar a la Iglesia-.
Y ya cuando el día se
agota, al mismo ritmo que se agotan esperanzas, bolsillos, mendrugos
de pan o chacinas carcomidas, al mismo son que languidecen los
proyecto e ilusiones, los derechos laborales, sociales,
constitucionales – ¡pues sí que tenemos derechos!- y en la
digestión de la cena –cortita eso sí, para tener un buen sueño-
que se trastoca casi en modorra, me acuerdo de lo que leí esta
mañana, cuando decían los de un banco suizo no sé qué de diez
familias más ricas de Europa, de más de 200.000 millones (ya no
recuerdo si de pesetas o euros y no quiero recordar) y de que casi
todo -pero aún nos queda el casi- lo tienen estos y otros señores
un poco más pobres, los del IBEX, que dicen por ahí que son 27.000
millones más ricos por Navidad, que la vez pasada. Pues sí, será
verdad que estamos saliendo de la crisis…
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