Julio Anguita
Ante
la opinión pública y alguna publicada, las fechorías del Gobierno
del PP han colmado el vaso de la inhibición, la comodidad y el
aguante. A los clásicos desmanes hacia los trabajadores manuales se
han ido uniendo los que afectan a profesionales, pequeños
empresarios y pensionistas. Por otra parte las operaciones de
encantamiento como las del mito del europeísmo de salón terminan por
transformarse en un estado de opinión totalmente contrario.
A los
tímidos conflictos laborales y a las huelgas convocadas para cumplir
con el guion pero sin proyecto estratégico alguno, se han ido
sumando paulatinamente dos nuevos actores, o mejor, un actor múltiple
y plural y un medio identitario de reforzamiento, la Red. 15 M,
campamentos y marchas de la dignidad, las mareas, las luchas contra
los desahucios, las movilizaciones de carácter alternativo sobre la
energía, la salud, la educación , los estafados por los bancos, los
pensionistas y hasta sectores enteros que hasta entonces nunca se
habían movilizado estaban indicando un cambio profundo en la
composición del sujeto revolucionario y en consecuencia en el
discurso adecuado para una respuesta no sólo en la calle sino
también en el argumentario, el lenguaje, el discurso y en el
imaginario colectivo. En el seno de lo que llamamos izquierda se está
explicitando esa realidad. Unos hablan de izquierda y otros de
mayoría. No es solamente una cuestión semántica sino de estar o no
estar en la realidad. El que redacta estas líneas es consciente de
que derecha e izquierda son dos conceptos con plena vigencia en el
quehacer cotidiano, pero el problema no estriba solo en el ser sino
también en el parecer, en el asumir conscientemente. La realidad es
lo que es pero también lo que se piensa de ella, es decir, la unión
de lo objetivo y de lo subjetivo. La tarea que los partidarios del
cambio profundo tienen ante sí es conseguir lo que aquél personaje
de Molière que hablaba en prosa pero sin saberlo; ser capaces de que
medidas de economía alternativa y de funcionamiento democrático
profundo sean aceptadas por la evidencia de su bondad y no por la
etiqueta que las envuelve.
Ese
fue el sentido del Frente Cívico, su oportunidad, su lenguaje y sus
propuestas para lo inmediato. En estos momentos surgen las dudas
acerca de si aquél discurso, aquél proyecto, aquella convocatoria
necesitaba dar un paso más en la oferta electoral inmediata. La
expectación con la que fue acogida la creación del Frente Cívico
lo estaba indicando. Los riesgos no eran más que los que actualmente
tiene Podemos, el continuador por vía de la lógica de aquella nueva
visión. Pero el caso es que esta duda lo es a toro pasado, porque
entonces partíamos de la convicción de que no debíamos añadir una
sigla política más por varias y múltiples razones.
Con la
experiencia que da el tiempo transcurrido desde entonces estamos en
condiciones de afirmar:
- Podemos ha sido en el discurso y en las propuestas que marcan su aparición y fundación, el continuador de lo que el Frente Cívico planteó.
- Los buenos resultados electorales en las europeas y las más que evidentes expectativas electorales del presente han hecho de Podemos y ante el imaginario la encarnación de la Alternativa.
- Y a lo anterior debemos añadir algo extremadamente importantes y de unas consecuencias determinantes: al bipartidismo se le abierto una brecha que va a ser difícil tapar o mantener en su actual estado. La evidencia de que el famoso “sorpasso” de IU era posible, añade un plus de valoración crítica sobre aquella época.
- Pero conforme Podemos ha ido consolidándose como partido político que además ve como más que probable su futura responsabilidad en tareas de gobierno o al menos de ser indispensable para la gobernabilidad, también ha ido concretando, matizando y secuenciando sus propuestas. Todo ello es normal y lógico pero expresa una ley política que puede formularse así: Todo movimiento político y social que se transforma en partido político como consecuencia de un apoyo espectacular tiende a limitar y reducir la esfera de su irradiación a causa de concretar sus mecanismos orgánicos y también y fundamentalmente a causa de la necesidad de concretar, matizar, priorizar y pactar (siquiera temporalmente) con la realidad. No olvidemos que incluso las revoluciones triunfantes, deben abordar la gobernabilidad mediante un pacto entre Utopía y la realidad del momento.
- La anterior reflexión conduce a que la denominación Podemos tiene dos ámbitos de significación y de mensaje más diferenciados (aunque por ahora no antagónicos). El primero es el que dimana de la oferta electoral que plantea y su más que probable éxito en la misma; pero ello tiene una contrapartida: la prioridad en cuestiones organizativas, electorales y sus consiguientes problemas de interiorización a los que se suma la bisoñez de la organización. El segundo no es otro que la existencia aún caliente de las expectativas levantadas entre sectores de la población totalmente ineludibles para la tarea del proceso constituyente y la subsiguiente transformación de la sociedad en el sentido de la aplicación consecuente de los DDHH en sus tres generaciones. La manifestación de Madrid del pasado 31 de Enero constituye la visualización más evidente de la concreción multitudinaria de esa esperanza. Pero muy difícil por no decir casi imposible mantener en solitario la fuerza exhibida en Madrid cuando los ataques brutales y de toda índole arrecien y también cuando la gobernabilidad exija unos tiempos no coincidentes totalmente con la calle. Y ello con el riesgo inherente de los pescadores fascistas en río revuelto. No nos podemos permitir ningún desencanto.
- En ese consenso social y en esa ilusión con la irrupción de Podemos está el embrión del bloque social del cambio, ese espacio de articulación orgánica que autores como Gramsci, han considerado como imprescindible factor para el cambio. Se trata de transformar toda esa ilusión en construcción del poder de la mayoría junto a Attac, Equo, Izquierda Unida, Mareas Ciudadanas... Un poder múltiple, plural pero enmarcado en los valores y parámetros que definen la Unidad Popular.
- Y es ahí donde el Frente Cívico tiene su razón de ser. Reconozco el protagonismo y la capacidad de Podemos en captar voluntades, concitar sueños y apoyos frente al bipartidismo y lo que éste representa. No formamos ningún frente anti-Podemos pero tenemos la voluntad de construir en torno al sueño de cambio un bloque social capaz de nutrir política y orgánicamente a la mayoría social. Una mayoría social en cuya cohesión, concienciación y centralidad para el cambio el Frente Cívico justificaba (y debe seguir justificando) su razón de ser. Se trata de organizar un mañana que es casi un hoy. Si las organizaciones y movimientos que tantas veces hemos citado confluyen en la creación de identidad en torno a un programa, unos valores y unas formas de ejercer el apoyo y la crítica constructiva alternativa en cada momento, el bloque social del cambio (que siempre es plural y múltiple) verá en su seno al partido Podemos. El Frente Cívico, siguiendo sus principios fundacionales debe ejercer la paciente tarea de conseguirlo. Se trata de crear una identidad genética pluriforme que se proyecta mucho mas allá de lo institucional y pretende articular un nuevo tejido social y una nueva cultura.
En ese
sentido el discurso y la práctica del Frente Cívico deben estar al
margen de la coyuntura electoral y centrarse en el día siguiente de
las elecciones sin abandonar tampoco el día de antes. Por razones
varias y atribuibles a tirios y a troyanos no ha sido posible
concretar en España una Syriza Ibérica. Será una cuestión de
tiempo y más cercano de lo que parece. Si se hacen realidad los
pronósticos electorales el problema radicará en el día siguiente.
El Poder intensificará sus presiones de toda índole; y ante ello a
Podemos sólo le quedarán dos alternativas: la claudicación o la
actitud numantina, heroica pero inútil. Por eso la tarea de crear
desde ya un contrapoder no es, en absoluto, una cuestión baladí, es
la prioridad de hoy. Todos los partidos, movimientos y plataformas
que tantas veces coinciden en la movilización deben asumir que la
realidad a transformar exige una estrategia y unas tácticas
concordes con la fulgurante aparición de Podemos. No se trata de ser
gregarios o auxiliares sino de saber ubicar su representatividad y
organización en esta tarea. La actualidad pre – electoral está
marcando los discursos y los gestos de los dirigentes políticos; lo
nuestro como Frente Cívico es preparar el día D+1.
A la tarea de preparar el día D+1, el FCSM puede ser una herramienta esencial. ¿Qué os parecería si abrimos de nuevo el debate ciudadano para hablar de los programas que se presentan?. Si os parece empezamos comparando los de IU y Podemos en las Andaluzas, con aportaciones y propuestas de síntesis. ¿Podríamos, después de las elecciones, avanzar estrategias desde la ciudadanía para hacer que se cumplan las propuestas, apoyando ( o denunciando el incumplimiento) a/de quienes nos representen?.
ResponderEliminarHablando desde fuera del reparto de poder institucional entre los partidos, personas o grupos, hablando desde un proyecto ciudadano mayoritario, unitario, de respuestas a la emergencia social, política, económica, se pueden soslayar las coyunturas particulares, ante la evidencia de esas urgencias. Las coyunturas y tácticas particulares deberán ser superadas por elevación y sometidas a la estrategia colectiva que intentamos construir con la filosofía de lo que supuso el nacimiento del FCSM. Rescatar esa esencia para aplicarla en lo concreto, en esta situación de un ahora mucho más favorable, es volver al debate amplio (subjetiva y objetivamente) del programa, de las estrategias y tácticas diferenciadas para la aplicación y efectividad de cada medida. El contrapoder-poder ciudadano, en continúa dialéctica con la realidad mantendrá un abierto y continúo debate sobre prioridades, sobre las medidas concretas que necesita la gente, las familias, los sectores sociales desfavorecidos.
La ciudadanía organizada, con sus propias demandas y propuestas programáticas, debería actuar como una instancia de verificación de programas, antes de las elecciones, y como resorte de poder al que acudir para implementarlas o de control y denuncia de los incumplimientos.