Manolo Monereo
Ellos, los que
mandan, nunca se equivocan. Aciertan casi siempre. Su especialidad es
cooptar, integrar, domar a los rebeldes para asegurar que el poder de
los que mandan de verdad y no se presentan a las elecciones se perpetúe y
se reproduzca. El transformismo es eso: instrumento para ampliar la clase política dominante con los rebeldes, con los revolucionarios, asumiendo algunas de sus reivindicaciones a cambio de neutralizar y dividir a las clases subalternas.
La
clave es esta: para conseguir que el sujeto popular sea no solo vencido
sino derrotado, es necesario cooptar a sus jefes, a sus dirigentes. Con
ello se bloquea la esperanza, se promueve el pesimismo y se demuestra
que, al final, todos son iguales, todos tienen un precio y que no hay
alternativa a lo existente. La organización planificada de la
resignación.
Con Tsipras no ha sido fácil. Era un
reformista sincero y, además, un europeísta convencido, de los que
pensaban que se podrían conseguir concesiones de los socios europeos;
que a estos se les podría convencer de que las políticas de austeridad
no solo eran injustas sino profundamente ineficaces y que para poder
pagar la deuda se deberían incentivar un conjunto de políticas
diferentes que relanzaran la economía, que solucionaran la catástrofe
humanitaria que vivía el país y que hicieran compatible la soberanía
popular con la pertenencia a la UE. Varoufakis ha sido la cara y los ojos de esta estrategia negociadora que él, en algún momento, ha definido comokantiana, es decir, basada en la razón y en la búsqueda del interés común.
La
historia es conocida. Hoy sabemos que esa estrategia ha sido un rotundo
fracaso: no se consiguió nunca dividir a los Estados europeos más
poderosos y el dominio alemán fue claro y definitorio desde el comienzo.
Todo esto lo sabemos por el propio Varoufakis, que ha ido relatando
este auténtico “vía crucis” que nunca implicó realmente una negociación y
que, desde el primer momento, fue un chantaje en toda regla del tipo
“lo tomas o lo dejas” y, mientras, la presión sostenida y permanente del
BCE agotando la liquidez y las instituciones europeas negando los
créditos.
Dieciocho contra uno. Así ha sido este proceso, que
tenía tres objetivos fundamentales. El primero, combatir el malísimo
precedente griego en un sentido claro y rotundo: los países endeudados
del Sur no pueden tener otras políticas económicas que las dictadas por
la Troika.
En segundo lugar, apoyar firmemente a los gobiernos de
la derecha y de la socialdemocracia que, de una u otra manera, en uno u
otro momento, se plegaron a las políticas impuestas por el Estado
alemán; estos partidos siguen siendo absolutamente necesarios para
garantizar las políticas neoliberales dominantes y bajo ningún concepto
se les puede dejar caer, máxime cuando emergen fuerzas alternativas, de eso que la UE y los gobiernos de turno llaman populismo.
El
tercero, el mensaje real que se manda a las poblaciones, sobre todo del
Sur, es que ésta UE, sus políticas y sus relaciones reales de poder, no
tienen alternativa. Lo que queda es la estrategia del miedo: o se
aceptan estas políticas o se producirá el caos y la catástrofe económica
y social de la salida del euro.
En muchos sentidos, el caso griego es bastante excepcional.
Grecia es un viejo-joven país con una honda tradición
político-cultural, con una fuerte identidad como pueblo y con un gran
sentido patriótico. Se había ido produciendo en éstos años una
simbiosis, una nueva relación entre la defensa de los derechos sociales,
la independencia nacional y de la unidad de una gran parte del pueblo
en torno al apoyo a las clases trabajadoras, a los pobres y a los
jóvenes que estaban viviendo una grave regresión en sus condiciones de
vida y de trabajo. Todo esto terminó identificándose con dos nombres:
Syriza y Tsipras. El ejemplo más claro de esto fue la victoria en el
referéndum en un país, no se debería olvidar, que estaba viviendo un
“corralito”, con amenazas constantes de las “autoridades europeas” y con
unos medios de comunicación masivamente partidario del “sí”.
Que al final fuese Tsipras el eslabón más débil de la cadena obliga a pensar las cosas a fondo. Lo primero, la enorme capacidad de presión de la Troika,
en un sentido muy preciso y que se olvida con mucha frecuencia: lo que
existe es una alianza estratégica entre las instituciones europeas y los
poderes económicos dominantes de cada país que el Estado alemán
garantiza.
Para decirlo con mayor precisión: las clases
económicamente dominantes están de acuerdo con ésta Europa que es la UE y
con el papel que se asigna a estos países en la división del trabajo
que se está definiendo en y desde la crisis. En segundo lugar, lo que
Tsipras y la derecha de Syriza expresan es una posición
ideológica que no siempre se consigue identificar y que, al final, se
ha convertido en una enorme debilidad. Me refiero a eso que se ha
llamado europeísmo.
Reformismo socialdemócrata y europeísmo han
estado íntimamente relacionados. Se podría decir que la bandera del
europeísmo sirvió para camuflar la crisis del proyecto socialdemócrata
sobre tres ideas básicas: que la UE era la única construcción posible de
Europa; que la UE es un bien en sí, independientemente del conflicto
social y de la distribución del poder entre Estados y clases; y que el
Estado-nación se había convertido en una antigualla que necesariamente
había que superar en el proceso de integración europea.
La
inexistencia de un plan B en el proceso negociador tiene que ver, a mi
juicio, con la posición política que he intentado definir. Se demostró
que para Tsipras era inimaginable una Grecia fuera del euro, fuera de
las instituciones de la UE, aunque eso significase la ruina económica de
su país, continuar con la degradación de las condiciones sociales de la
mayoría de la población y la aceptación de que el Estado griego es, de
hecho, un protectorado de los países acreedores.
La Troika ha conseguido claramente sus objetivos.
Las políticas que ha venido realizando Tsipras y su gobierno tras su
capitulación (así lo ha definido Varoufakis) nos impiden ser optimistas.
La hoja de ruta aprobada por las instituciones europeas la están
cumpliendo a rajatabla, a veces da la sensación de que se realiza con el
“furor del converso”. Hay datos que nos llevan a pensar que el asunto
irá a peor. Tsipras sabía mejor que nadie que no estaba garantizada su
mayoría en el próximo congreso de Syriza.
La convocatoria de
nuevas elecciones no tiene nada de heroico. Sabedor de que las cosas en
su partido estaban difíciles para él, convoca elecciones generales para
conseguir tres cosas a la vez: garantizarse las siglas, propiciar la
ruptura de Syriza huyendo del debate democrático y del posible
cuestionamiento de su liderazgo y, por último, buscar el respaldo
popular antes de que se empiecen a notar los efectos económicos y
sociales de las políticas de austeridad impuestas por la troika y
aceptadas por la mayoría del parlamento griego.
Seguramente
Tsipras ganará, pero su partido habrá ya cambiado de naturaleza y el
movimiento popular y democrático se dividirá por mucho tiempo. Nada será
igual. Reconstruir desde abajo la alternativa después de la derrota
requerirá tiempo, inteligencia y un compromiso moral especialmente
fuerte. Tsipras ahora es valiente, responsable y realista y los otros,
sus amigos y camaradas de ayer, populistas, maximalistas y
euroescépticos. Los que mandan ganan una vez más: ¿aprenderemos en
cabeza ajena?, mejor, ¿en país ajeno? La vida dirá
En corto: la mayoría del gobierno de Syriza es traidor a la población, ergo a la patria.
ResponderEliminarSaben perfectamente lo que supone admitir para el resto del futuro (para siempre) las contrarreformas de los financieros capitalistas. Saben que es una derrota (para el pueblo que confió) triple, pero al parecer no parece impórtales tanto ya. Ya no parecen amar tanto al pueblo...
Un mes es lo que se ha necesitado para descubrirse la careta. Y esto también sucede porque los institucionalistas y los cargos estatales son impunes FRENTE AL CONTRATO QUE CURSAN EN LAS ELECCIONES.
Esa impunidad debe desaparecer definitivamente.
Así, no. Lo que ha sucedido en Grecia es lo mismo de siempre; consolidación aun mayor de la explotación, el robo y la mentira.
¿Habrá que pegar un toque militar serio para que se tomen en serio a la población? Si no no parecen tomar en serio a la población. Viene a demostrar que son escoria que solo opera honestamente en base a la fuerza. Es decir, no son honestos.