Socialismo
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El “sacrificio”
de Artur Mas asegura a CDC la hegemonía del “Procés”, evita su
derrota en las elecciones anticipadas, y regala al nacionalismo
neoliberal español la coartada para un gobierno de estabilidad.
A lo largo de los
últimos meses España ha vivido un ciclo electoral que ha paralizado
los movimientos sociales, al redireccionar las esperanzas de una gran
mayoría de ciudadanos hacia una salida institucional del proceso de
saqueo y empobrecimiento al que estamos sometidos.
En este tiempo,
algunas de las medidas previstas por las élites se han paralizado
momentáneamente, a la espera de que fuerzas políticas sumisas a los
poderes que expresa la Troika, alcanzasen una legitimación electoral
que hiciera viables nuevos recortes de derechos. Una parte de estas
fuerzas llevan tiempo compartiendo un proceso de contrarreforma de
los derechos sociales. Así hemos visto como PP-PSOE, pero también
Convergencia, UPYD o Ciudadanos compartían el TTIP, intervenciones
militares en el exterior aceptando la nueva agenda de gastos
militares de la OTAN, la obediencia a seguir pagando una Deuda
externa odiosa e ilegítima, la sumisión a una moneda que la
ciudadanía no puede controlar gestionada por y en beneficio de los
grandes financieros.
Sin embargo, estas
fuerzas sometidas a la lógica del sistema mantienen una teatralizada
polémica sobre la forma de organizar nuestro estado plurinacional.
Polémica que les está permitiendo ocultar que comparten una misma
política económica hostil a los intereses de la mayoría.
Los ajustados
resultados electorales en Cataluña el 27 de setiembre y en España
el 20 de diciembre, habían situado un difícil dilema. Los poderes
financieros que conocen la enorme potencialidad de los movimientos
sociales, hoy a la espera del desenlace del ciclo electoral,
apostaban descaradamente por gobiernos fuertes, que pudiesen imponer
más medidas odiosas. Pero los resultados hacían muy difícil la
formación de gobiernos estables.
En Cataluña los
neoliberales, aprovechando el comportamiento grosero de un politizado
Tribunal Constitucional y de la insensibilidad de los gobiernos del
PP con la cultura y lengua catalana, apostaron por una candidatura de
concentración, que bajo la bandera de la independencia disciplinara
una sociedad desgarrada por la crisis y los recortes del gobierno de
CiU, que les permitiera continuar su hoja de ruta privatizadora y
austericida.
Pero una parte de
los independentistas no cedió a la trampa de la candidatura de
concentración nacionalista y presentó a través de la CUP una
candidatura opuesta a la política neoliberal, con un discurso nítido
de denuncia y movilización contra los desmanes del gobierno de Artur
Mas. Las elecciones convocadas en clave de referéndum para
obscurecer todo debate social, dividieron por la mitad a partidarios
y oponentes al proceso de independencia (con una leve mayoría de
quienes no querían la secesión). Pero además la aritmética
electoral permitió que la CUP se convirtiese en determinante para
que la “Unión Patriótica” neoliberal hegemonizada por
Convergencia pudiera alcanzar la Presidencia Generalitat.
En España las
elecciones supusieron un enorme varapalo a los partidos del sistema
PP-PSOE y también para Convergencia. Sin embargo, se frustró por el
momento la posibilidad de iniciar un proceso constituyente por
diversas razones:
- La endeblez de la propuesta de Podemos que buscando la centralidad evitó formular propuestas claras y coherentes que visualizaran una alternativa real. Su campaña se quedó en gran parte en una propuesta puramente estética (por cierto, parecida a la campaña por el cambio del PSOE de 1982, que prometió 800 mil puestos de trabajo sin explicar cómo y que acabó produciendo en 1986 otros 800 mil parados más).
- La confrontación entre Podemos e IU, y su incapacidad de alcanzar una candidatura única en la mayor parte del estado. El fracaso de la confluencia estatal se debe en gran parte a la soberbia de la dirección de Podemos y su giro programático al centro, IU tiene su parte de responsabilidad al no haber hecho gestos de renovación creíbles, y no haber abierto un debate clarificador sobre el papel del programa y el proyecto de una confluencia para un cambio real.
- La falta de voluntad de organizar el proceso de cambio, apostando por unas candidaturas personalistas, que evitaban dar poder a la gente y estructurar asambleas ciudadanas que apoyaran en la campaña, supervisaran a los electos después y una vez iniciada la ruptura les apoyaran des de todos los rincones de nuestra sociedad.
De haberse
constituido una coalición estatal entre Podemos, IU, Unidad Popular
y otras organizaciones de la izquierda por el cambio, a través de un
proceso participativo ilusionante, la suma de votos hubiera obtenido
un resultado en escaños que podía haber superado al PSOE, y en
consecuencia poder disputar el gobierno del pais a la derecha-centro
derecha formada por PP y C’s.
El resultado fue
finalmente de tablas: ni las fuerzas del cambio habían sobrepasado a
los neoliberales, excepto paradójicamente en Cataluña (que ahora
votaba claramente en clave izquierda – derecha y no de
patriotismos), ni las fuerzas del sistema disponían de una clara
mayoría que asegurase un gobierno estable y fuerte que facilitara a
la Troika el impulso de nuevos recortes.
Esta situación de
parálisis, finalmente se ha desatascado en Cataluña de forma
desfavorable para las mayorías sociales. A lo largo de tres meses
hemos visto diversos intentos de distorsión tales como la
inscripción en las asambleas de la CUP de personas procedentes de la
ANC (asociación cultural independentista marca blanca de
ERC-Convergencia), una presión mediática insultante contra las
posiciones antiliberales de la CUP, chantajes y ofertas sobre sus
dirigentes y ex-dirigentes… Pero a pesar de ello, no consiguieron
quebrar una voluntad mayoritaria de las bases dela CUP de no permitir
una prórroga de un gobierno que ha apaleado los movimientos sociales
y recortado una significativa parte del estado del bienestar en
Cataluña.
Sin embargo, a pesar
del funcionamiento asambleario, un pequeño grupo de dirigentes de la
CUP se ha rendido al proyecto neoliberal de Junts pel Si,
legitimando un gobierno cuyo programa, en lo fundamental, no
cuestiona las políticas antisociales dictadas por la Troika. Los
debates, decisiones asamblearias, argumentos y discurso electoral de
la CUP han quedado sepultados en pocas horas bajo el manto espeso de
los medios de comunicación del sistema, que presentaban el acuerdo
como la única vía posible de salvación de Cataluña. Para más
escarmiento, a los nuevos conversos se les ha hecho aprobar una
declaración insultante y ceder dos diputados al grupo adversario. En
realidad, una maniobra grosera contra la soberanía popular, al poder
de las gentes para decidir cómo quieren ser gobernadas.
La formación del
gobierno independentista en Cataluña, que se autoconcede un mandato
secesionista que las urnas en clave de referéndum no les han dado,
impacta también en el conjunto de España. PP, C’s y el grupo
“felipista” del PSOE, han encontrado el pretexto necesario para
olvidar las veleidades de la propaganda electoral y poniendo por
delante la “defensa de la unidad de la patria”, justificar la
formación de un gobierno de emergencia nacional, que en la práctica
bloqueará todo cambio, seguirá desmontando lo que queda del llamado
“estado del bienestar”, y pisoteará la soberanía de la
ciudadanía al impulsar una política económica en favor de una
minoría oligárquica.
A los pueblos de
España no les queda otro camino que reactivar la resistencia social
tras el ciclo electoral. Un ciclo que ha debilitado las bases del
sistema de la transición, pero que aún no es capaz de romper el
dique de las hegemonías oligárquicas, con la profundidad e impulso
necesarios.
Hoy de nuevo queda
en evidencia, una gran disparidad entre la profundidad de la crisis y
los límites orgánicos de las clases populares. Es necesario
rearticular una formación política que aspire a la superación del
sistema mediante un análisis riguroso, una actividad sistemática y
coherente, una voluntad inequívoca de articular un proceso de
transformación de carácter socialista.
En la actualidad,
además de reactivar los movimientos sociales para que construyan el
poder popular del cambio. De promover el empoderamiento popular que
permita avanzar al proceso constituyente y conseguir la ruptura. De
impulsar las confluencias sobre bases programáticas claras entre
diversas fuerzas que reclaman el cambio. De construir el frente de
emancipación que nos libere de la dominación de las oligarquías
europeas y recuperar la soberanía popular y la democracia. También
necesitamos articular una organización marxista que establezca una
estrategia y una hoja de ruta para la transformación, a partir de la
participación y el análisis del desarrollo de la lucha de clases en
nuestro país, con voluntad de alcanzar la hegemonía y la victoria
final.
El autor del artículo demuestra un desconocimiento total de la CUP. No soy militante de la CUP. El sufrimiento y desconcierto que ha causada la CUP a CiU (ruptura incluida) ha sido un balsamo para los que somos de izquierda, pero la CUP tiene 10 diputados i la derecha catalana 62. El problema es que debemos trabajar en la calle para cambiar estos resultados.
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