Rafael Juan Ruiz
Colectivo Prometeo y FCSM
Ya está Andrés en la cárcel. Ya
tienen a otro rehén. Ya nos han dado otra muestra de que nos tienen mucho miedo
y que van a actuar duro contra los y las que luchemos contra sus abusos, sus
robos, sus recortes, su desigualdad en todos los aspectos.
Para conseguirlo han usado lo más
sucio del aparato del Estado. Desde un alcalde miserable, del PSOE, de Jódar, de
la Andalucía de la miseria, esa que necesita de las peonadas para poder llevar
algo que comer a la familia, hasta el sistema judicial. A pesar de videos en
los que se ve claramente que Andrés no pega, sino que separa a otros que
estaban forcejando. Incluso la Guardia Civil, poco sospechosa de rojerío,
testificó en el juicio que eso fue así, que Andrés no pegó a nadie.
Todo esto, en todo caso, no deja
de ser sino la excusa para la materialización de una farsa de la más asquerosa
maquinaria que un Estado puede poner en marcha. La que utiliza los poderes para
fines contrarios a quienes se supone que deberían servir. Andrés, como miles de
personas jornaleras, paradas, desahuciadas, sin prestaciones, sin comida, de
Andalucía y del resto de esta Europa criminal, lo único que hizo fue reclamar
justicia social. Lo lleva haciendo muchos años, lo que ya le ha conllevado
bastantes multas. Porque en este país, al que reclama dignidad se le persigue,
se le amedrenta, se le criminaliza, se le encarcela.
Mientras Andrés ha estado estos
días pasándolo fatal esperando a entrar en la cárcel, hemos visto fotos de
Urdangarín y la hermana del Rey en Vietnam, en la playa. Mientras Andrés ha
tenido al fiscal y al juez dispuestos a obviar las pruebas que demostraban que
era inocente, los “respetables bañistas” tienen de su parte al fiscal, a
Hacienda, al Gobierno y a todo el aparato del Estado. Mientras en un caso, el
de Andrés, el que entre en la cárcel es porque la justicia miente para
encarcelarlo sin que el gobierno actúe, en el caso de la hermana del “compi
yogui” de otro corrupto, esa misma justicia, miente para que queden libres. En
un caso ha sido facilísimo encarcelarlo. En el otro será dificilísimo que se
haga.
Pues bien. No sé cuánto tiempo
tardaremos en darnos cuenta de que en lo que estamos es en una guerra en toda
regla. De una parte, sin duda, de forma evidente, transparente, están todos
aquellos estamentos políticos y, sobre todo, por favor, que no se olvide,
económicos, que están dispuestos a no consentir que cambie su privilegiada
situación. Esa situación no es otra que perpetuar, aún más, lo que llevan
haciendo siglos en todo el mundo: el que unos pocos tengan lo mismo que el 98%
que el resto en su conjunto. Y, esos pocos, desde la Edad Media, siguen siendo
los mismos. Los señores feudales y la jerarquía eclesiástica que robaban el
diezmo, el grano, al pobre pueblo muerto de hambre, han dado paso, con el
tiempo, a sus familias y sucesores, que siguen siendo las dueñas de todo. Han
cambiado las formas de explotación, ceden períodos de supuesta bonanza, aunque
para que les hagamos aún más ricos. Nos expolian el Estado, nuestros bienes
públicos. Eso sí, de momento, han renunciado al derecho de pernada. Aunque
también se les puede preguntar a muchas mujeres inmigrantes trabajadoras del
campo andaluz a qué las obligan los señoritos.
Como Gramsci está de moda,
aconsejo fervientemente la lectura de “Odio al indiferente”. Las clases
trabajadoras, las personas desempleadas, las jubiladas que, además de tener una
mísera pensión tienen que acoger a sus hijas y nietas; pero también las clases
que se consideran “medias”,
las que tienen su sueldo digno o medio digno, su pensión medio digna; esas que
son profesorado, funcionariado, mediana empresa, empleados fijos; todas estas
personas tenemos que darnos cuenta de que estamos en guerra. Sé que es más
fácil mirar para otro lado, dar excusas del tipo de “¡qué exageración!”, “que luche el que no tenga nada”, “yo no estoy
tan mal”, “total, para qué sirve si siempre le saldrán con la suya”. Sé
que es más cómodo decir que “las y los
políticos son unos ladrones” y quedarse viendo la tele. O haciendo
deporte. O evadirse para no sufrir. Pero eso será la muerte absoluta de la
dignidad de los y las que tenemos la fortuna de fichar todas las mañanas en el
trabajo. Sabemos, aunque miremos para otro lado, que cualquier día nos va a
tocar. Más tarde o más temprano. De una forma o de otra. A nosotras o a
nuestras hijas e hijos. Es algo evidente. Ya no nos pueden seguir llamando agoreros
ni iluminados a los que venimos advirtiéndolo desde hace años. No lo pueden
esconder más, por muchos medios de comunicación que pongan en sus manos. La
prueba es que, cuando “el atontamiento
mental” y demás herramientas sutiles les fallan, endurecen las leyes (Ley
“mordaza”) y, si es necesario, la justicia hace el resto. Es evidente que están
preocupados y que no lo van a tener fácil.
Sobre todo si, de una vez por
todas, rearmamos el entramado social. Somos cientos los y las que estamos en la
calle a diario. En reuniones, en concentraciones, en charlas, en repartos de
información. Pero necesitamos ser miles. Millones. No puede ser que a Andrés,
mediante mentiras, lo vayan a tener tres años y medio en la cárcel y que nos
quedemos de brazos cruzados. Como tienen a Alfon. Como estuvieron a punto de
estar Carlos y Carmen. Como Molero. Como tantos y tantas. Andrés, Alfon,
Carlos, Carmen, Molero,… hicieron lo que teníamos que estar haciendo todos y
todas. Estaban luchando por sus derechos y los de todas las demás. De la forma
que, a lo largo de la historia se ha conseguido todo. A través de rehenes, de
valientes, de cuyas victorias nos hemos beneficiado la sociedad al completo.
La única manera de que deje de
haber represaliados es que la lucha se generalice. Si somos millones, no
tenemos nada que temer. El miedo cambiará de bando. Serán los ladrones, los
corruptos, los que no nos permiten vivir en paz y dignamente, los que le verán
las orejas al lobo. Y no tendrán cárceles para meternos a todos. Y le daremos la
vuelta a la tortilla. Nosotros, eso sí, de forma pacífica. Sin policías, esto
es, sin violencia. Sin jueces represores, sino con justicia social. Sin
fiscales torticeros sino con argumentos y razones.
Supongo que todavía habrá quien
me llame iluso, tonto, utópico al leer estas líneas. Quizá tenga razón, pero
será porque él o ella, de ser humano, tenga muy poco. Ayer pasé el día en Jaén,
con las compañeras y compañeros de Bódalo, con Bódalo. El que hablara ayer con
él no tendría ninguna duda de cuán inocente es. Su expresión mezcla de
impotencia, indignación, pena y miedo por su familia… Un ser humano firme,
convencido, pero preocupado por las suyas: una mujer, tres hijas y una nieta. Hoy,
como cuando nos cogen a un o una rehén, estoy abatido. Me siento uno de ellos.
Pienso que debería haber sido yo. Pero estoy lleno de rabia, de convencimiento,
cargado de razones para seguir luchando por conseguir un mundo más justo en el
que “los
nada de hoy, todo han de ser”.
¡¡Viva la lucha del
pueblo!!
¡¡Vivan las personas
dignas y luchadoras contra la injusticia!!
¡¡Viva
Andrés, Alfon, Carlos, Diego, Carmen, Juan Manuel, Fernando, Manolo,…!!
Si te quieres indignar, en este enlace se puede ver el video de la "agresión" de Andrés:
https://www.youtube.com/watch?v=3HuFmckjzXU
Enhorabuena Rafael Juan, tu artículo se puede compartir todo porque no dices si no la verdad absoluta. Es una abuso detrás de otro contra la clese trabajadora. No les basta con haberla esclavizado con sueldos de miseria y hambre, ahora quieren que perdamos la dignidad, pero lo hacen de una forma burda y descarada.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buen articulo esta forma de meter miedo me recuerda los años cincuenta cuando entraban en la casa de un dirigente sindical y salian acusandolos de lo que les diera en gana
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