Recep Tayyip Erdoğan
José Antonio Naz Valverde
Miembro de Prometeo
y del Frente Cívico Somos Mayoría.
El intento de golpe de Estado en
Turquía fracasó. El pueblo se lanzó masivamente a la calle, convocados por el
presidente Erdogan y por las mezquitas de todo el país, y los militares dejaron
sus tanques y sus fusiles sin usarlos indiscriminadamente contra la gente,
evitando una masacre difícil de evaluar. ¿Por qué esa rendición sin lucha? Los
oficiales del ejército explicaban el levantamiento porque se consideraban
obligados a velar por la constitución y por su laicidad, que estaba siendo
atacada por los decretos e iniciativas legislativas del gobierno tendente a una
islamización del Estado. De hecho, ya había propuesto algún ministro el cambio
constitucional para proclamar un Estado Islámico. Pero parece que una mayoría
del pueblo, al que ese ejército se debe, parece apoyar esos cambios o desde
luego se oponen a los métodos de los militares. Y ante eso, sólo cabía
renunciar y entregarse.
Se restablecía
así la "democracia" de Erdogan, que en unos días ya ha detenido a más
de 40000 personas acusadas de golpistas, ha depuesto y en muchos casos
encarcelado a más de 3000 jueces, está proponiendo la implantación de la pena
de muerte, ha expulsado la mitad de los generales y altos cargos del ejército,
ha purgado la administración en todos sus ámbitos expulsando a miles de
funcionarios "desleales", entre ellos más de 60000 profesores. Ha
cerrado 130 medios de comunicación, deteniendo a centenares de periodistas y
mantiene la férrea censura sobre las redes sociales. Y todo este despliegue
represivo se ejerce sobre una gran parte de la población, basándose en unas
listas negras que ya tenía establecidas. El golpe, para muchos
"inducido" o "auto golpe" no ha hecho más que justificar el
incremento de la represión y acelerar la actitud dictatorial del presidente que
desde hace más de un año venía denunciando el informe del comisionado por los
Derechos Humanos, Democracia y Ayuda Humanitaria de la OSCE, Jesús López Medel
(ex diputado del PP), que daba testimonio de "la deriva de islamismo
radical excluyente" y de "autoritarismo" con la supresión de los
controles, en especial el judicial. El presidente autoritario no se tapaba en
mayo para decir que todos debían tener claro que él detentaba "los tres
poderes del Estado".
Mientras este déspota establece un
Estado Totalitario y Fundamentalista, la UE se limita a sugerir que se respete
la democracia mientras mantiene unos acuerdos vergonzosos pagando dinero al
régimen turco para que contenga y reprima a los refugiados sirios. Y todo el
mundo cierra los ojos mientras este miembro destacado de la OTAN retoma con más
fuerzas los bombardeos sobre los kurdos. Apenas se dedican unos segundos en
algún telediario a lo que Amnistía Internacional considera incumplimientos
masivos de los derechos humanos, con torturas generalizadas, apresamientos en
masa y ataque a todas las libertades.
Todo
Occidente asiste entre inmóvil y cómplice al desgarramiento de otro pueblo, al
aniquilamiento de uno de los pocos estados laicos que quedan en el área
musulmana y a la implantación de otro Estado Totalitario Islámico. Los
inmediatos intereses estratégicos y económicos valen más que la destrucción y
desestabilización de países enteros y los continuados y duraderos conflictos en
que se ven inmersos. Ni siquiera se piensa en las repercusiones que puedan
sufrir nuestras poblaciones occidentales, que ya estamos sintiendo en nuestras
carnes el terror del fundamentalismo que nosotros hemos permitido o apoyado.
Hace
40 años, EEUU impulsó con inmensos recursos a los "combatientes de la
libertad" (Bin Laden) para terminar con el Estado laico de Afganistán. Lo
mismo ha hecho después, ayudado por otros gobiernos europeos, con IRAK y LIBIA,
países laicos y de los más avanzados en el mundo árabe. Y está intentando desde
hace años, y casi consiguiendo, el mismo cambio en Siria. Ese Occidente puede
estar orgulloso, en menos de medio siglo ha conseguido cortar el desarrollo, la
apertura y hasta la llamada "occidentalización " de estos países para
convertirlos en totalitarismos teocráticos fanatizados, incentivando el odio y
la "guerra de civilizaciones", en la que cada vez más los
"occidentales impíos" somos el objetivo de estas "nuevas democracias".
José
Antonio Naz Valverde
Miembro
de Prometeo y del Frente Cívico.
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