Fuente: Cuarto Poder
Diputado Unidos Podemos Córdoba
Miembro del FCSM
El líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, acompañado de Alexandra Fernández, de En Marea, y el portavoz parlamentario de Podemos, Íñigo Errejón, entre otros, a la salida de la reunión de la Junta de Portavoces de ayer en el Congreso. / Kiko Huesca (Efe) |
Para Paco Fernández Buey, maestro, compañero y amigo.
Su recuerdo nos sigue dando ánimo, fuerza y dudas razonables.
Manolo MonereoDiputado Unidos Podemos Córdoba
Miembro del FCSM
El título busca conscientemente la paradoja para pensar las
fortalezas de Podemos como proyecto y como una organización en proceso
de construcción permanente e ininterrumpida. Podemos y Unidos Podemos no
son la misma cosa pero tampoco son dos cosas diferentes. Alguno de
nosotros hemos hablado de Podemos como un gen mutante. Queríamos señalar
su capacidad para cambiar, para adaptarse a contextos diferenciados, a
realidades diversas y, sobre todo, para forzar a los demás a cambiar.
Podemos muta, cambia y es obligado a su vez a resituarse una y otra vez.
La clave, a mi juicio, es que necesita reorganizarse, estructurarse
como fuerza política pero sin cerrarse, sin clausurarse; por decirlo de
otra forma, tiene que seguir siendo proceso, movimiento, apertura, pero
organizándose.La tensión entre movimiento y
organización es esencialmente creativa de un proyecto que está en
construcción, que tiende, esto es esencial, a superar continuamente sus
propios límites, a forjar alianzas, a construir, en definitiva, un
bloque nacional-popular. En este sentido, Podemos y Unidos Podemos no
son cosas diferentes, se entrelazan conflictualmente, se
reagrupan y se articulan. La novedad es importante. Unidos Podemos une
todo lo que es susceptible de ser agrupado más allá de los linderos del
PSOE. Cuando se habla de dificultades, de problemas y hasta de rupturas,
lo que realmente debería asombrar es que después de procesos complejos y
contradictorios, la unidad siga existiendo y goce –como se ve en
Galicia y Euskadi- de buena salud. Podemos y Unidos Podemos, en
definitiva, son parte de un proceso de acumulación de fuerzas, de
convergencia social y de unidad política.
Actuar como si hubiese elecciones significa poner el acento en la
necesidad de tensionar todas las fuerzas existentes, de organizarse más y
mejor, de construir un nuevo proyecto de país. Definirse, en este
sentido, no es limitarse sino fortalecerse. El programa, en muchos
sentidos, ya existe. La propia composición parlamentaria da muchas
pistas de lo que es ya el proyecto Unidos Podemos. Une viejas
“cuestiones nacionales” no resueltas del Estado español con las nuevas
realidades de un país del sur de la UE, políticamente subalterno y
económicamente cada vez más dependiente de una Europa alemana. En este
sentido, cuestión nacional y cuestión social se engarzan en un nuevo
proyecto de país.
La condición es definir bien la fase en la que nos encontramos. El
conflicto sigue siendo entre restauración y ruptura. Cabe pensar que las
fuerzas del sistema han avanzado mucho y que el margen de maniobra se
ha acortado, pero sigue existiendo. Los conflictos en torno a la
formación de un nuevo gobierno dicen mucho y confirman lo que acabo de
señalar. La crisis de gobernabilidad hay que saberla interpretar. No es
que las diferencias programáticas entre las tres grandes fuerzas
políticas del régimen sean insalvables, sino que se sigue actuando en un
escenario de cambio y de cuestionamiento de las estructuras de poder
existentes. El protagonista es el que no aparece, es decir, Unidos
Podemos, su fuerza política, su representación parlamentaria y, sobre
todo, sus posibilidades de futuro son las que están marcando las
negociaciones entre PP, Ciudadanos y PSOE.
Sería bueno no engañarse demasiado con los juegos de estrategias de
las fuerzas del régimen, ni siquiera adoptar el tono catastrófico de un
país sin Gobierno. Aquí, como en todos los países del sur de la UE,
funciona el piloto automático del poder. ¿Cuál es? El programa que
definen los Tratados Constitucionales de la UE y el Gobierno de la
Troika. Éste es el consenso básico que une a las fuerzas del régimen, es
el verdadero marco que está por delante y por detrás de los programas
de estas tres fuerzas. Como se puede observar, es el debate ignorado, es
decir, la presencia de un poder soberano más allá del legalmente
existente en la Constitución española del 78. Los países del sur de la
UE lo que eligen realmente es cómo aplicar y con qué estrategia unos
tratados que constitucionalizan y hacen obligatorias las políticas
neoliberales. No es casualidad que en este contexto las fuerzas
políticas existentes sean, en la práctica y hasta en la teoría, cada vez
más homogéneas y que la socialdemocracia, en cualquiera de sus
acepciones, tienda a desaparecer como propuesta política alternativa. El
pacto Ciudadanos-PSOE
demostró que no había diferencias sustanciales entre la nueva derecha
emergente y una socialdemocracia sin identidad. Es por lo que no hay que
sobreestimar, no ya las diferencias entre PP y Ciudadanos sino entre
éstos y el propio PSOE.
El problema, he insistido mucho sobre ello, sigue siendo Unidos
Podemos. Situarse bien en la fase descrita obliga a tener claro lo
siguiente: la estabilidad del régimen, en cierta manera su futuro,
depende de que Unidos Podemos sea electoralmente neutralizado, roto o,
lo que es lo mismo, integrado. Las fuerzas del régimen –la vanguardia
siguen siendo los medios- tratan a Unidos Podemos como enemigos y no
como adversarios. Parece que no es políticamente correcto en democracia
hablar en términos de amigos/enemigos. No voy a entrar en este debate,
tiempo habrá; sólo insistir en que a Unidos Podemos se le trata como un
enemigo, se tiende a criminalizarlo, a denigrar a sus dirigentes, a fabricar psicosociales
continuos en un perfecto y eficaz ensamblaje entre las cloacas del
estado, periodistas afines y medios dispuestos a servir al poder, a los
poderes. No hay diferencia, cuando se trata de Unidos Podemos, entre la
prensa seria y la otra, éste es el dato radical y diferencial de
nuestro presente. A la homogeneidad de las fuerzas políticas le precedió
la homogeneidad de los medios de comunicación, es decir, desde el
pensamiento único a la política única. Aquí y en todas partes.
Lo paradójico es que el programa de Unidos Podemos es un programa
moderado, para algunos hasta demasiado moderado. El problema real que
hay que afrontar, la cuestión decisiva es preguntarse por qué no caben
en este sistema propuestas, iniciativas, medidas que tienen cobertura
legal en la vigente Constitución y que, es lo más importante, expresan
las necesidades y los deseos mayoritarios de la población. Para decirlo
con mayor precisión, en estas democracias realmente existentes no es
posible ya el reformismo, al que se le combate con una fiereza tal que
convierte a las fuerzas que lo promueven en enemigos, en antisistema. Lo
que hay detrás es un núcleo de intereses, políticas, estructuras que
configuran un entramado cerrado, oligárquico, que une en un mecanismo
único a grandes grupos empresariales, a unos medios de comunicación
endeudados y dependientes y a una parte sustancial de la clase política,
es decir, una casta, una trama que dirige realmente los destinos del
país y que no está, bajo ningún concepto, dispuesta a compartir el poder
con una fuerza política que defiende los intereses de las mayorías. Se
trata del poder y no de cursilerías académicas. Lo esencial, como
indiqué antes, es el acuerdo sin fisuras con las directrices que
provienen de la Europa alemana del euro. Éste es el verdadero programa,
el real.
Lo hemos planteado muchas veces y ahora se trata de ponerlo en pié:
construir una propuesta, una estrategia nacional-popular. Aquí, como en
diversos países del sur, lo “nacional” y lo “popular” no solo no han
coincidido sino que casi siempre han sido antagónicos. Las “fallas
históricas” del Estado español tienen que ver centralmente con esto: la
incapacidad de las clases progresivas para organizar una amplia
alianzas de clase, un bloque histórico capaz de garantizar independencia
nacional, desarrollo económico, justicia social y una democracia
federal, es decir, un nuevo Estado, un nuevo poder y una democratización
real del país.
A mi juicio, Podemos e Unidos Podemos deberían, como primera tarea,
definir un nuevo proyecto de país que defienda la soberanía popular, que
garantice los derechos sociales y que defina un nuevo tipo de Estado
democrático-republicano. No se trata de un programa de Gobierno sino de
un conjunto de ideas-fuerza claras y diferenciadas dirigidas a construir
un discurso alternativo, capaz de transformar el imaginario social y
disputarle la hegemonía a la cultura dominante. Una pedagogía de masas
realizadas en y desde una propuesta que exprese una nueva alianza entre
los intelectuales críticos, las clases subalternas y las capas
populares.
La segunda tarea es ser parte de y protagonizar el conflicto social.
No hay que ser profeta para saber que lo que viene no será fácil para
las clases trabajadoras y las mayorías sociales. El nuevo modelo
productivo que se ha ido configurando por las políticas de crisis y que
se concreta en eso que llaman recuperación, nos conduce a una sociedad
basada en la desigualdad, la precariedad, los bajos salarios y a la
creciente deconstrucción de nuestro débil Estado Social. Hay que
insistir, en este modelo de acumulación -y de poder- ya no caben
derechos sindicales, sociales y laborales tal como los conocimos en el
pasado. Estamos ante una recuperación regresiva, es decir, se recuperan
las grandes magnitudes macroeconómicas pero se pierden derechos
históricamente conquistados, las condiciones laborales empeoran
sustancialmente, los ingresos menguan y el futuro se convierte en un
problema político y vital para las nuevas generaciones.
Tercero, reforzar el trabajo institucional. Hay que salir de los
falsos debates. La solvencia de una fuerza política se mide, entre otras
cosas, por su capacidad para plantearse el problema del poder y la
reforma del Estado. Lo fundamental es gobernar para transformar,
democratizar aparatos e instituciones para ponerlas al servicio de las
personas. Ello no será posible sin construir en paralelo formas de
democracias de base y prácticas reales de autoorganización social. En el
centro: una gestión de lo público (que es más, mucho más, que lo
institucional) rigurosa, conflictiva, transparente y eficaz que resuelva
los problemas de la ciudadanía y lo haga convirtiendo en protagonistas a
las mujeres y hombres de carne y hueso.
Cuarto, organizarse más y mejor sin replegarse ni encerrarse. Lo
decisivo es que los círculos se inserten en el territorio, que promuevan
la autoorganización social y que creen sólidas alianzas desde abajo. Un
partido democrático-plebeyo debe organizarse pluralmente, buscando
fórmulas eficaces de unidad e implantación con el objetivo de promover
una nueva cultura política de masas contra-hegemónica, capaz de combinar
gestión institucional con conflicto social; creación de vínculos
comunitarios e identidades con el despliegue de un sector público
voluntario que socialice la política y la convierta en sentido común de
mayorías; poder social entroncado en el conflicto y contrapoder social
frente a unas políticas que benefician solo a la oligarquía.
“Una pedagogía de masas realizadas en y desde una propuesta que exprese una nueva alianza entre los intelectuales críticos, las clases subalternas y las capas populares.”
ResponderEliminarEl semillero de la nueva ciudadanía comprometida se encuentra en la población adolescente y juvenil. Es decir: en colegios, institutos y universidades. Si se olvida actuar en estos ámbitos, la cultura hegemónica seguirá siendo la que desgraciadamente es: la cultura que consolida el sistema capitalista. Hay que planificar, ya.
Pero esto no basta. Las comunidades escolares se insertan en los barrios, así que el alumnado tiene que aprender a concienciar a las familias, a llegar a las comunidades vecinales, a las organizaciones sociales del barrio; ser sensibles y comprometidos con la resolución de los graves problemas que padecen las víctimas de las políticas neoliberales. Arrancarlas de su estatismo y resignación y acompañarlas en las calles para poner de manifiesto las exigencias de justicia y hacer visible el irreprimible poder popular.
Hay que comprometer a los medios para que su información se dirija a las acciones reivindicativas populares, como está tratando de conseguir el movimiento de Stop Desahucios.
Esto es una faena pedagógica gigantesca que necesita un compromiso colectivo de “intelectuales críticos” y gentes capaces, que pongan en marcha una planificación a corto, medio y, sobre todo, largo plazo, con la finalidad de cambiar nuestro suicida modo de vivir (alienados en el seno del sistema capitalista) y para rechazar radicalmente las políticas que van contra los intereses de la ciudadanía. Todo lo cual solo es posible desde una profunda y generalizada acción educativa democrática. Sin este respaldo, las organizaciones políticas del cambio van a fracasar.
Si esta semilla no empieza a germinar desde la edad escolar, el futuro lo seguirá decidiendo la casta con su resistente trama de poderes, incluyendo el poder de “su” sistema educativo.
Saludos.Pepe Castaño