Mitra |
Antonio Pintor Álvarez
Colectivo Prometeo
Córdoba Laica
El Sr. Demetrio Fernández, obispo de
Córdoba, ha utilizado la carta pastoral de Navidad para arremeter,
como es habitual en él, contra quienes piensan de manera diferente.
Esta vez les ha tocado a los laicos.
No tengo claro si sus palabras se deben
a ignorancia, interés en molestar o a ambas cosas. Lo que no me cabe
ninguna duda es que son inoportunas, por ser contrarias a la
convivencia, paz y amor al prójimo que tanto predican, y tan poco
practican. Ni siquiera en sus “fechas navideñas”.
Sin embargo, seguramente imbuido por
ese espíritu navideño, me gustaría pensar que no ha querido
molestar sino que, como en otras ocasiones, no sabe de lo que habla.
Por otra parte es comprensible su preocupación, si piensa que la
sociedad esta “descristianizada”, y ataque a los políticos que
no sigan practicando la confesionalidad en un Estado aconfesional,
pues le va el pan en ello. Por mucho obispo que sea, es un ser humano
con virtudes y defectos.
El contraste de ideas y creencias es un
elemento básico para el desarrollo intelectual de las personas, su
práctica enriquece y hace progresar el pensamiento. Sin embargo en
el oficio de obispo, el debate con el público no es lo habitual,
pues aquellos a los que suele dirigirse y sermonear son devotos
seguidores que se limitan a oír y asentir en lo que su ilustrísima
les diga, que para eso es la autoridad en la materia. Amén.
Con ese hábito es normal que cuando se
salga de las letanías acostumbradas no de pie con bola y que en lo
intelectual parezca que ha progresado tanto como en su indumentaria.
Conviene aclarar los errores
conceptuales de este Sr. respecto al laicismo, no vaya a ser que
alguien cometa la estupidez de creer que sabe de lo que habla y de
por válido lo que dice.
El laicismo supone la independencia
del individuo o de la sociedad, y especialmente del Estado, respecto
de cualquier organización o confesión religiosa. Independencia no
significa “querer arrancar la fe”, “ni borrar a dios del mapa,
de la convivencia y de las expresiones culturales”, ni por supuesto
se trata como cree el obispo de ninguna “aberración” -grave
error del entendimiento-. Significa que la iglesia realice todo lo
que considere oportuno siempre que respete las normas de convivencia
y se responsabilice tanto de organizar como de sufragar sus
actividades, sin que ello recaiga sobre instituciones públicas o
sobre los bolsillos de ciudadanos ajenos a ella. Por eso se vuelve a
equivocar cuando habla de un “laicismo radical” puesto que se es
independiente del Estado o no se es. No hay términos medios. Es como
si dijéramos que una chica está “un poco embarazada”. Error que
el Sr. obispo, seguramente sin pretenderlo, utiliza para descalificar
el laicismo.
Es una pena pues para informarse solo
necesitaba consultar con el diccionario de la RAE, o mejor aún,
hablar con teólogos y sacerdotes, que aunque comparten creencias
difieren en la manera de vivirla, y están entre los que defienden el
laicismo como espacio en el que desarrollar la libertad de conciencia
de todas las personas.
El Sr. obispo saca su cara didáctica
cuando nos “explica” en qué consiste “la verdadera
aconfesionalidad”, pues parece que los demás no la hemos
entendido. Y lo hace mezclando aspectos que están en la esencia del
concepto con otros de su propia cosecha, para poder defender sus
privilegios y criticar a los “falsos aconfesionales”.
Así nos dice algo, aparentemente tan
obvio, como que “A nadie se le obliga a creer y nadie tiene que
molestarse porque otros tengan fe”. Digo lo de aparentemente porque
me asalta la duda de la libertad de elección que tienen los bebes
cuando se les inscribe en su organización mediante el bautismo. En
la historia reciente de nuestro país hemos sido testigos de “esa
libertad”.
Añade “la verdadera aconfesionalidad
consiste en admitir a todos (¡como ellos han hecho siempre!),
fomentando incluso lo que es de cada uno ¿? y de cada grupo en el
respeto de la convivencia. Nunca la aconfesionalidad es ataque, abuso
de autoridad para suprimir expresiones que son de la inmensa mayoría
de los ciudadanos. Eso ya no es aconfesionalidad, sino militancia
laicista y ataque a los creyentes”. En estos últimos párrafos el
obispo atribuye a la militancia laicista lo que su iglesia ha
practicado a los no creyentes cuando el Estado era Confesional.
Confunde independencia del Estado y ausencia de privilegios con
persecución.
La píldora final: “En este sentido,
la religión es mucho más tolerante que la militancia atea”. No sé
qué entiende este Sr. por militancia atea, pero poner juntos
religión y tolerancia es un oxímoron (palabras de significado
opuesto), especialmente si hablamos de la iglesia romana que se
autodenomina “católica” (Universal, verdadero, infalible…). La
humildad no es su fuerte.
“…Y lo más bonito que se celebra
estos días: el encuentro con Jesús, que viene a salvarnos”. ¿De
quién? Quizás de personas como el Sr. Demetrio.
Muestro el discurso completo del señor obispo, que además de defenderse del laicismo (muy malamente como bien explica Antonio) es un ejemplo de un cristianismo ultraconservador en todos los sentidos, el mismo discurso que yo ya escuchaba hace cuarenta años, no ha evolucionado un ápice: defensa de la familia tradicional donde la mujer es "el alma" y el hombre el protector. Y se reitera en la mentalidad católica conservadora preconciliar de que los humanos tenemos que vivir una vida virtuosa para poder merecer la salvación que consiste en la relación con dios (unica fuente de dicha y bien). Y el único y verdadero hijo de dios vino a la Tierra para hacer posible esta salvación.Mucho dogma y poca chicha.
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