Antonio Pintor Álvarez
Médico.
Colectivo Prometeo
FCSM
Aunque este eslogan sea correcto en la
mayoría de las ocasiones, deja fuera a un porcentaje de personas en
las que esta afirmación no se corresponde con “su realidad”.
Conviene aclarar que la única realidad que conocemos es la realidad
cerebral, es decir aquella que crea nuestro cerebro a partir de las
señales que es capaz de captar por disponer de los receptores para
ello. Pues bien, precisamente esa minoría vulnerable por estar fuera
de la mayoritaria “normalidad” es la que en una sociedad
tolerante, justa, solidaria e inteligente tendría su espacio con
toda “normalidad” e incluso se vería como un enriquecimiento por
la variabilidad en los tipos de personalidad que aporta, sin
perjudicar a nadie.
El eslogan termina con una advertencia:
“Que no te engañen”. Sin embargo es el reduccionismo corto de
miras del mensaje el que, en estricta justicia, en el mejor de los
casos está equivocado y en el peor es una mentira.
Echemos un vistazo somero a lo que nos
dice la biología sobre el sexo de las personas.
El gen SRY situado en el brazo corto
del pequeño cromosoma Y, tiene por función alterar el desarrollo
embrionario en la especie humana encaminado a culminar en un sujeto
hembra. Podemos decir que el sexo “por defecto” al que está
orientada la embriogénesis es “hembra” y que solo cuando posee
el gen SRY y éste funciona adecuadamente se produce un individuo
“macho”. Al igual que para construir una casa necesitamos un
arquitecto que diseñe los planos, en la construcción del organismo
esta tarea la realiza el gen. Además hace falta un maestro de obras
que los ejecute y esta tarea recae sobre la hormona testosterona.
Finalmente necesitamos a la persona que la vaya a habitar y esa
función, en nuestro caso le corresponde al cerebro. Para obtener un
resultado satisfactorio es necesario que todos los aspectos
mencionados se articulen armónicamente, para lo cual se requieren
las exposiciones a las hormonas necesarias, en las dosis adecuadas y
en los momentos precisos.
En resumen, para obtener un sujeto
“macho” en la especie humana necesitamos que el organismo en
desarrollo posea el gen SRY, que este funcione adecuadamente
transformando las protogónadas en testículos y éstos produzcan los
niveles de testosterona adecuados. Sin olvidar a los receptores
celulares (lugares sobre los que actúa) y la exposición cerebral a
la testosterona en los momentos críticos para que el desarrollo de
la conducta sexual se corresponda con su sexo, tanto genético como
genital.
Aunque lo habitual es que todo siga su
curso de manera correcta, el complejo mecanismo deja abierta la
posibilidad de que algo no se desarrolle según lo esperable, lo que
ocurre en una pequeña proporción de casos.
Nos podemos encontrar con individuos
que poseen el gen SRY, por lo que genéticamente serian clasificados
como “sexo masculino”, y sin embargo al no funcionar
adecuadamente, bien por falta de producción de testosterona o por no
disponer de los receptores adecuados, entre otras razones, provocará
que el desarrollo y la apariencia externa, es decir el fenotipo,
serian catalogados de “sexo femenino”. Además puede ocurrir que
sea el desarrollo cerebral el que al ser expuesto de manera anómala
a hormonas o sustancias químicas sintéticas que actúan como tales,
no lo haga en el sentido del sexo correspondiente a su genética y/o
genitales y se “feminice” o “masculinice” afectando a su
conducta sexual, que sería la opuesta a la que correspondería a su
aspecto externo. En esta situación estaríamos ante una persona
transexual.
Por lo tanto, el eslogan del autobús
de la organización “ultra-intolerante” denominada “HazteOir”
es, entre otras cosas, la expresión de la ignorancia e intolerancia
dogmática propia de la religión a que pertenece.
Decir que “los niños tienen pene y
las niñas vulva”, es una tautología que nos remite a una época
en la que solo conocíamos los aspectos externos y superficiales del
sexo. Siendo el fenotipo (aspecto externo) el que lo determinaba, de
manera que si tenía pene era niño y si vulva niña, y los casos de
genitales confusos se adscribían según la impresión del
observador. La conducta sexual esperada era la que correspondía a
los genitales observados y en consecuencia eran incapaces de entender
y, lo que es peor, tolerar aquellas manifestaciones discordantes, a
las que se las calificaba de aberraciones, en lo moral, o de manera
caritativa de enfermos a los que había que “curar”.
La ciencia ha avanzado en este terreno
y hoy disponemos de los conocimientos para entender la complejidad de
la conducta sexual del ser humano o, al menos, comprender que las
cosas, a veces, no son lo que parecen. Ante esta situación
deberíamos tener la suficiente humildad para tolerar y respetar lo
que, por no disponer de formación y conocimientos, no somos capaces
de entender.
Fantástico artículo Antonio. Propio de una persona culta, estudiosa y estudiada, humana y avanzada en el sentido evolutivo. Y, claro, en contraposición con personas que no han pasado del mioceno, que cuando lean esto estarán buscando donde está la paloma que preña o la mujer que da a luz siendo virgen. Y ya sabemos que la cuando alguien es muy muy burro y muy ignorante, se convierte en intolerante y agresivo. ¡Lo destapas de una manera genial!Gracias
ResponderEliminarEnhorabuena Antonio.
ResponderEliminarEste es el tipo de argumentos que necesitamos para desmontar estas mentalidades del medievo. Pero, claro, siempre echarán mano a otro libro mucho más viejo para decir que un tal Dios dijo/dice lo contrario.