Antonio Pintor
Colectivo Prometeo
FCSM
Cuando pensamos en las causas sobre la salud y la enfermedad
nos solemos quedar en las llamadas «causas cercanas»: factores
genéticos; agentes infecciosos; adecuada asistencia sanitaria; estilos
de vida, etc. Sin embargo detrás de éstas tenemos otras menos visibles,
son los «determinantes sociales de la salud», entre los cuales estarían:
seguridad y calidad del agua y alimentos; precariedad laboral; el
acceso y calidad de la vivienda; las condiciones ecológicas y
medioambientales y disponer de protección social y servicios sociales. A
su vez todos ellos están condicionados por los «determinantes
políticos», que dependerán de las elecciones y prioridades de los
gobiernos, las empresas y las diversas fuerzas sociales, políticas y
sindicales que poseen algún tipo de poder en la toma de decisiones.
La
política vigente en la Unión Europea, de manera especial en la
eurozona, es una versión moderna del liberalismo clásico, representada
por el ordoliberalismo, que tiene su origen en Alemania. Estos nuevos
liberales, han solucionado el problema clásico con el estado, el
conocido: «no podemos vivir con él ni sin él, y no queremos tener que
asumir sus costes», asignándole una función al servicio del mercado,
consistente en establecer el marco general de condiciones que precisan
los mercados para operar eficazmente. Para ello necesita sentar las
bases de un «orden», o sea, de un Ordo, y adoptar todas aquellas medidas
políticas tendentes a favorecer la competencia, con el respaldo de la
política monetaria y de un banco central políticamente independiente,
como condición para toda economía que aspire al éxito.
El nuevo paradigma socioeconómico se centra en la ruptura
con los compromisos sociales que constituían la base de una «sociedad
justa». Pasando a ser considerados los responsables de la sobrecarga de
las finanzas públicas y un lastre para el desarrollo económico. De ahí
el mantra de la austeridad del gasto público, especialmente en las
partidas dedicadas a la protección social, salud y educación. Al tiempo
que se reduce la fiscalidad progresiva con el pretexto de disponer de
capital para la inversión privada. Quedando el pleno empleo y la pobreza
relegados a un papel secundario, o lo que es peor, convertidos en una
alternativa al considerarse útil para reducir el coste de la mano de
obra. A ello se añade la falta de control de precios, privatizaciones,
protección del capital de inversión extranjera y su desconfianza en la
democracia (razón de ser del Banco Central Europeo, independiente de las
naciones y de cualquier control democrático). Y si «la situación lo
requiere», como en Italia y Grecia en 2011, se derriban los gobiernos
democráticamente elegidos y se sustituyen por «tecnócratas» a la orden
de la banca.
Con estos antecedentes podemos afirmar que
los «determinantes políticos» de la salud salen mal parados. Y no sólo
ellos, pues con estas políticas se está dificultando la salida de los
pueblos de la crisis. Si analizamos el «multiplicador fiscal», concepto
macroeconómico que nos indica la riqueza producida por cada euro de
gasto público, de manera que si es superior a 1 aumenta y cuando es
inferior a 1 disminuye, vemos que el multiplicador fiscal en Sanidad,
Educación y Vivienda es superior a 3, indicando que por cada euro
invertido se multiplica por tres, siendo una inversión rentable desde la
economía y vital para la salud y bienestar de los ciudadanos. En cambio
el multiplicador fiscal destinado a defensa y ayudas bancarias es
inferior a uno, por lo que nos empobrece a los ciudadanos, aunque
ellos(los bancos) sigan enriqueciéndose como muestran los datos
publicados en prensa.
Si aplicáramos a las medidas de
austeridad los criterios de los ensayos clínicos médicos, un comité de
ética los hubiese suspendido hace tiempo y los responsables habrían sido
expulsados de la profesión.
El que se siga insistiendo
en aplicar la pócima de la austeridad no se debe solo a causas
ideológicas. Existen también muy buenas razones materiales para seguir
haciéndolo, sobre todo en Europa, dado que lo que se pretende con ella
es seguir dejando espacio libre en los balances generales de los estados
soberanos para atender la eventualidad de que acabe en la quiebra
alguno de los bancos europeos cuyas dimensiones son excesivamente
grandes para poder acudir individualmente en su rescate. Por otra parte
el denominado «cuerpo económico» de la sociedad no es homogéneo, de
manera que no todos sufren las consecuencias de este tipo de medidas.
Aquellos que poseen o gestionan el capital, o sea, los causantes de la
«enfermedad» (bancos, instituciones financieras, etc.) no solo están
saliendo indemnes del agresivo tratamiento sino que han aumentado sus
riquezas y poder. Además la pérdida de prestigio que supondría reconocer
su error y responsabilidad en haber causado “tanto daño para nada” no
es fácil de asumir, dada la mediocridad de sus autores.
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