José Castaño Hinojo
Colectivo Prometeo
FCSM
Colectivo Prometeo
FCSM
En las democracias plenas, los intereses de los Estados y
los de los pueblos deberían coincidir; si son divergentes, la democracia
es una farsa. ¿Qué ha pasado en España? Las 100 personas más ricas
acumulan una riqueza equivalente al 18% del PIB cuando casi el 29% de la
población está en riesgo de pobreza. Es legítimo hacerse estas
preguntas: ¿Por qué cada vez aumenta más la riqueza de los ricos al
mismo tiempo que crece la precariedad, el paro y la pobreza de los
trabajadores? ¿Qué tiene que ver esa situación con las políticas
dictadas por la UE?
Durante casi tres décadas se fueron creando las condiciones
para la construcción de la Comunidad Económica Europea, basada en el
crecimiento de la producción, el empleo y el consumo, que trajo como
consecuencia un progresivo estado del bienestar. Ello fue posible con la
aplicación de políticas económicas keynesianas, desarrolladas
alternativamente tanto por gobiernos socialdemócratas como por
cristianodemócratas, en parte por atajar la llegada al poder de los
partidos comunistas. Estas políticas, aplicadas desde un capitalismo
humanizado, se asentaban en los principios ilustrados que orientaron a
Europa tímidamente desde el siglo XVIII: libertad individual; estado del
bienestar y justicia social universal; separación de poderes, estado
laico, libertad de religión, expresión y prensa; derecho a la educación y
a la sanidad...
Hasta 1974, Europa vive un desarrollo económico que permite
aplicar esas políticas y conseguir que la población alcance un
desconocido hasta entonces estado del bienestar. La crisis del petróleo
produjo una recesión importante que afectó al empleo y a los salarios. A
ello se sumó un giro radical en las políticas económicas con la
doctrina neoliberal influenciada por los economistas Hayek y Friedman, y
que sus aventajados alumnos, Reagan y Thatcher, aplican con rigor en
sus respetivos países y en América Latina. Esta doctrina sirvió de
modelo en la década de los ochenta, en el ocaso de la guerra fría, para
el desarrollo del proyecto europeo. En resumen: se imponen los intereses
económicos de los poderosos sobre los derechos sociales.
En 1996, el historiador británico, profundo conocedor de
Europa y europeo entusiasta, Tony Judt, sentencia: «La excepcional
combinación de circunstancias que han prevalecido en los primeros años
de la Comunidad ha pasado a la historia y no volverá a darse nunca... el
futuro de Europa será en las condiciones que fije Alemania, o no será».
La liberalización del mercado, la competitividad y la
austeridad aplicados a las políticas económicas ponen fin al estado del
bienestar. El tratado de Maastricht excluye las políticas fiscales y
sociales. Sin la unidad fiscal se impone a continuación la moneda única:
el euro. Esgrimiendo el dogma de la estabilidad presupuestaria, se
fijan arbitrariamente los límites del déficit: el 3% del PIB. Al no
poder cada estado aplicar políticas de estabilidad devaluando su moneda,
la única fórmula para cumplir lo exigido es (ante políticas fiscales
restrictivas que limitan los ingresos), reducir los gastos recortando
sueldos, pensiones y servicios sociales. El Mecanismo Europeo de
Estabilidad (MEDE), en teoría pretendía garantizar la estabilidad
financiara en la eurozona, pero en realidad, en opinión de Susan George,
se trató de «un subterfugio jurídico para obligar a los contribuyentes a
rescatar a los bancos a perpetuidad». El Tratado de Lisboa hace, a
partir de 2009, del BCE un organismo absolutamente independiente de los
estados. Presta hoy en torno al 0% de interés a los bancos, sin
condiciones, y estos lo hacen a los estados al tipo del mercado. Lo
grave es que los tres poderes de la UE han participado activamente en
este proceso. La reforma en España del artículo 135 de la Constitución
es la antidemocrática respuesta obligada a estas exigencias: primero la
banca, luego la urgencia social.
Las políticas neoliberales, como vemos, tienen por finalidad
controlar todas las fuentes del capital. La crisis, estafa que la
especulación capitalista ha provocado, terminó agravando la situación de
la clase trabajadora. Por el contrario, la clase de las grandes
fortunas y los directivos de la banca y de las grandes empresas
consiguió aumentar sus beneficios. En la crisis de 1929, el banquero,
economista y Secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos Andrew
Mellon dijo que «es una depresión, los activos regresan a sus
propietarios legítimos». Y esa senda sigue la Troika. Las oligarquías
imponen su poder por encima de los parlamentos estatales, lo que solo
pueden lograr con la complicidad ilícita de sus gobernantes. Las
consecuencias las pagan los trabajadores. ¿Por qué ha de mantenerse a
toda costa el orden que protege los privilegios de los ricos y se
reprime la exigencia de que impere el orden que garantice los derechos
de los pobres? Lo llaman «estado de derecho». Traidoramente, los pueblos
de Europa son conducidos, si no reaccionan, de la esperanza hacia un
futuro inquietante.
Un problema que arrastramos.
ResponderEliminarEn las democracias plenas Los Pueblos y Los Estados son lo mismo, no es que tengan que coincidir, es que son lo mismo. Todavía pareciera que los republicanos demócratas no saben ni en qué consiste la democracia. Manda cojones a estas alturas...
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