Manuel Delgado Milán
FCSM Córdoba
La situación política de España es de extrema gravedad,
porque está siendo usurpado el Estado, las instituciones del Estado por
una trama de empresas, políticos y altos funcionarios, que viven como
sanguijuelas a costa del resto: pequeñas empresas, clases trabajadoras y
populares.
El acuerdo que supuso en 1978 la Constitución Española
se ha roto por incumplimiento de sus responsabilidades y de las leyes,
en mayor o menor grado, por los tres poderes del Estado.
Cualquier acontecimiento que analicemos en profundidad,
buscando sus causas últimas, nos lleva a esa conclusión. Estamos ante el
imperio de poderes de hecho, ante los que la ley no es obstáculo, y el
Estado garante de derechos, eficiente en su normal funcionamiento, está
en un proceso de permanente y progresivo deterioro.
No hace falta que hablemos de los ya innumerables casos
de corrupción, ni del anormal desvío de funciones y poderes, para
ocultarlos. Escojamos, por ejemplo, el acuerdo del PP y PNV. Hace tiempo
que asumimos con normalidad que el principio de igualdad ante la ley, o
la igualdad de oportunidades, no está vigente. También con normalidad
asume la mayoría que sea razonable que todos tenemos que votar en el
asunto de la independencia de Cataluña, pero nada tengamos que decir si
se compran con cientos de millones de euros de toda la ciudadanía
española (miles en varios años) cinco escaños del país vasco, para salir
del paso de la aprobación de unos presupuestos.
Venden la moto de que esos radicales vascos o catalanes
no pueden servir para apoyar un gobierno alternativo al PP, pero sí para
sostenerlo, aprobando sus cuentas mediante chantaje. Si los diputados
andaluces del PP obedecieran a sus votantes, nunca aprobarían los peores
presupuestos para su tierra, desde el 77.
Si no hablamos de territorios, sino de personas, de
españolas y españoles, el PP recorta a la mayoría, en todo, privatiza
todo, adjudica todo mediante comisiones. Todo para beneficiar con miles
de millones de dinero público, a los que se sientan en los palcos del
Real Madrid, y otros equipos grandes. A las caras públicas y ocultas del
IBEX35. A Florentino Pérez le sale la renta a devolver, pero hemos
tenido que abonarle 1.700 millones del pufo de la Operación Castor, que
le permitió Zapatero y Rajoy le reconoce.
Destinamos cada año, en torno a 40.000 millones de
nuestros impuestos a intereses de la deuda pública. Ese es el dinero
que, sobre todo la banca privada, se lleva de nuestros impuestos, más
que la educación y la sanidad. Sin embargo, la banca recibe todo el
dinero que quiera del Banco Central Europeo al 0%. El BCE se tiene que
seguir negando a financiar a los Estados, para que los Estados paguen
intereses a la banca, por un dinero que es de los Estados. Es una de las
ventajas del euro. La reforma del artículo 135 de la Constitución
aseguró a traición, sin consultar a nadie, que pagar esos intereses,
devolver las deudas, es una prioridad antes que parar el tratamiento
para salvar a los enfermos de hepatitis C.
Todo esto solo se puede empezar a cambiar desde
Andalucía y desde las clases populares excluidas del poder y de los
Derechos. Acertar en decisiones claves es esencial, aquí los errores se
pagan. Movilizarnos para mantener el fruto de nuestras elecciones, del
programa que restaure un gran consenso social por la democracia, por el
Estado que siempre necesitan más los de abajo, es vital.
Dicen que al poder del Pueblo, le llaman democracia. el
poder siempre existe, pero ¿el Pueblo?. No hay democracia, si no existe
Pueblo, si somos individuos aislados, trozos de carne que piensan lo que
les dice el telediario.
No son Pueblo los socialistas que se han tragado tantas
agresiones a la gente corriente. Desde luego quien vote a Susana en las
primarias. Ni quien vote a los diputados del PP que, desde Andalucía,
financian a Euskadi. O voten para que nuestro sol pague impuestos,
nuestros hijos investiguen en Alemania, y los terratenientes paguen el
impuesto de sucesiones en -su paraíso fiscal- de Madrid.
Somos un gran país, tenemos de todo, para todos en todos
los territorios, pero nunca habrá suficiente para la ambición de unos
pocos parásitos. Esos a los que millones de compatriotas, engañados,
miedosos, le han dado hasta ahora su poder. Le han regalado, con sus
votos, el Estado, no al servicio del interés general, sino como
instrumento de sus delitos, y de la impunidad de los mismos.
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