Javier Mestre
Profesor de secundaria y escritor. Miembro del grupo de comunicación de la Marcha Básica.
Fuente: Público.es
Parece
que se abre una nueva fase de movilización social en España cuando aún
humean las brasas de la falla catalana. Hemos visto salir a la calle a
la gente de trabajos precarios en el aniversario de la reforma laboral
del PP, y se han manifestado en masa los pensionistas para poner el
grito en el cielo ante el plan neoliberal de destruir a largo plazo la
cobertura pública de la gente jubilada. El magma subterráneo arde de
nuevo, hay chimeneas aquí y allá que anuncian grandes luchas, porque o
nos ponemos en pie de guerra o seguirá adelante la nueva vuelta de
tuerca del capitalismo global y del desastre.
Decía Saramago que estamos poniendo el mundo al servicio exclusivo del
disfrute de los ricos, y la verdad es que se les está yendo la mano. A
pesar de que el ciclo de rearme de las luchas sociales que se inició en
España en 2011 con el 15-M fraguó en una importante presencia política
en parlamentos y ayuntamientos de nuevas fuerzas hijas de la
movilización, la hoja de ruta neolibera.
Pasito a pasito, seguimos con el desmontaje de lo público y la
santificación de lo privado; nos vamos acostumbrando a la desigualdad
disparada, a la precariedad y la explotación como única alternativa al
paro sin subsidio. Nos hemos quedado pasmados mirando cómo la oligarquía
mordía una porción más y más grande del producto interno bruto.
Desmontan los servicios públicos al tiempo que el país se convierte en
un paraíso fiscal de facto para las grandes fortunas. Crecen los
beneficios de las empresas y las rentas del capital, no dejan de bajar
los salarios y las prestaciones, ayudas y pensiones. Rescatamos
autopistas y bancos para devolvérselos a precio de saldo a los mismos
que los han quebrado, para eso no hay recortes que valgan ni soberanía
popular que se imponga por la vía del Derecho.
Sangra la sociedad por la brecha salarial entre hombres y mujeres, y
por la brecha creciente entre la mayoría de pobres (cada vez más pobres,
aunque tengan empleos y trabajen duro) y la minoría de ricos (cada vez
más ricos y, sobre todo, más poderosos, porque controlan los sectores
claves de la economía y se están haciendo con todo).
El poder judicial es pecaminosamente lento e ineficaz cuando se trata
de procesar a corruptos de las elites (que siguen siendo elite, aunque
les hagan la pantomima del desprecio), al tiempo que se emplea a fondo
para reprimir la disidencia, sean raperos o twitteros o titiriteros
españoles o políticos catalanes cuyo mayor pecado es haber acelerado
demasiado.
Ha quedado demostrado que no sirve de mucho una minoría parlamentaria
si se apaga el fragor de la protesta en la calle. Y uno se siente
legitimado para presentir que probablemente tampoco serviría de
demasiado una mayoría parlamentaria sin una sociedad fuertemente
organizada en pie de guerra para contrarrestar los poderes reales, esos
que son económicos y mandan en Europa y controlan los grandes
medios de comunicación social y engordan sin parar con las reformas
neoliberales. Lo único que verdaderamente preocupa a la gobernanza
en Europa (así llaman al gobierno impotente que se limita a conseguir
que estemos muy tranquilos mientras nos extirpan los órganos vitales del
estado y la democracia) es el follón que pueda generar su terapia. La
gente se vuelve peligrosa si se desestabiliza la situación. Hay muchos
mecanismos para normalizar la ignominia, empezando por la televisión y la publicidad comercial, pero la lucha, la protesta, la invasión política
de las calles siempre despierta un vértigo, un abismo de temor en los
poderosos, porque esas cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban…
De las catacumbas de la movilización social, del agujero del paro y
la exclusión, muy por debajo de lo que puebla el espectáculo nuestro de
cada día, viene la convocatoria que está llamada a hacer que el magma
por fin vuelva a calentar las calles. El lema es #EnMarchaXloBásico, una
etiqueta de Twitter, qué remedio, que congrega ya las luchas de más de
cien colectivos de todo el país alrededor de la llamada Marcha Básica contra el paro y la precariedad.
La tabla reivindicativa está formada por cinco puntos, como en la
canción de Carlos Puebla, que empiezan por el más básico, por la
garantía de que la tarta del producto nacional se reparte como mínimo
para garantizar que nadie se halle por debajo del umbral de la pobreza
(684 euros por persona en este momento, con los criterios de la Carta
Social Europea); a esta idea se la conoce mundialmente como “renta
básica universal e incondicional” y es una necesidad elemental para que
la opulencia bestial de unos pocos no se coma la dignidad de todos. El
segundo punto consiste en exigir que el trabajo asalariado sea trabajo
digno, no esclavitud, y eso empieza por la derogación de las reformas
laborales del PSOE y el PP. El tercer punto es la obvia reivindicación
de unas pensiones decentes en un sistema público sostenido por las
cotizaciones de todos (con curros dignos, claro) y la redistribución,
vía impuestos, de la parte de la tarta que les corresponde a los
jubilados y jubiladas y que ahora se quedan los más ricos. El cuarto
punto vive del aliento de la lucha que no ha cesado por el derecho a la
vivienda, es la exigencia de que nadie se quede sin casa porque, desde
luego, una renta básica de nada sirve si hay que gastarla entera en
pagar el habitáculo. El quinto punto hinche las velas con el aliento de
las gentes que llevan años defendiendo la sanidad y la educación
públicas, porque en los servicios básicos de gestión pública, de todos y
para todos, están los cimientos de una vida digna.
La Marcha Básica se alimenta, también, de dos ejes transversales que
intercambian sentido con los cinco puntos porque son mutuamente vitales.
Primero, la necesaria protesta feminista. Las mujeres son las campeonas
de la lucha por lo básico porque son ellas las que más sufren de cada
uno de los males asociados al robo de nuestras condiciones de vida
dignas. La renta básica es clave para que la sociedad reconozca y
retribuya como es debido una parte importante del trabajo que el
capitalismo no reconoce como tal, ese mundo de los cuidados que por
ahora recae en su mayor parte sobre los hombros de las mujeres. Lo mismo
se puede decir de los otros cuatro puntos: o son reivindicaciones
feministas básicas o no son nada.
Segundo, la lucha por la libertad de expresión y contra la represión
desmedida de la que hacen gala en estos tiempos el Gobierno y una parte
importante del poder judicial. La Marcha Básica es, de por sí, el mayor
ejercicio de libertad democrática que podamos concebir y se va a
solidarizar con todas las causas con o sin presos por cuestión de
expresión o credo político.
La dignidad vuelve a las calles y carreteras de nuestro país. El día
nueve de marzo, tras la jornada de huelga feminista del ocho, una
columna de mujeres, que dicen que tienen un poquito más que andar por lo
básico, cruzaran caminando, llueva, nieve o haga sol, el puerto de
Pajares con destino a León, en la que será la etapa previa de la Marcha
Básica. El día 10 saldrá la columna completa desde León para llegar,
caminando jornada a jornada, pueblo a pueblo, el 14 a Valladolid y el 24
a Madrid. En la capital del reino habrá una gran manifestación. Una
gran manifestación. Quédense con la copla, acudan, porque nos va mucho
en todo esto y esa mani tiene que ser, de verdad, muy grande.
Infórmense más en http://enmarchaporlobasico.es
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