Jesús Romero Sánchez.
Diputado de Podemos en el Parlamento de Andalucía.
Pablo
Iglesias e Irene Montero se han comprado el chalet de más de 600.000 euros
porque pueden, siguiendo la máxima de “lo hago porque puedo”. Lo han hecho
siguiendo el principio de la búsqueda de la felicidad de ambos. Esta búsqueda
tiene mucha fuerza a la hora de motivar las decisiones humanas, pero, como es
bien sabido, lo que se gana en motivación se pierde en legitimidad de las
acciones realizadas.
Ha
sido una elección de la razón que, en todos los casos, y siguiendo a Kant, se
nos presentan bajo la forma de deberes o mandatos, que se formulan mediante
imperativos. Pero no todo imperativo es un imperativo moral. En este caso ha
seguido lo que el filósofo de Königsberg denominaba, en la Crítica de la
Razón Pura, un “imperativo
hipotético” que “representa la necesidad práctica de la acción como medio
para fomentar la necesidad". Kant
dice que este imperativo hipotético es "asertórico”, es
decir, que únicamente son expresiones de meros hechos sin valor de verdad y que
sólo tiene un estatus de recomendación para asegurar el bienestar o el interés
propio. Este interés se conquista, como dice también Kant en el mismo libro,
gracias a la habilidad para elegir los medios mediante los cuales conseguir los
objetivos prescritos por ese bienestar individual. A esta habilidad Kant la
denomina sagacidad.
Un
primer error de Pablo e Irene ha sido poner su decisión en la esfera de la
moral. En la esfera de acometer un deber en virtud de unas acciones o acosos
que estaban sufriendo por parte de medios de comunicación. Han intentado de
esta manera elevar a la categoría de norma moral una decisión y unas acciones
cuya motivación era el mero utilitarismo (bueno y útil para las personas
afectadas), el mero hedonismo (la búsqueda del placer) o el mero eudemonismo
(la búsqueda de la felicidad como justificación última de la moral). Cuando se
cae en el utilitarismo moral lo que se demuestra es una falta de Honradez
(moral). Y tenían la libertad suficiente para haber tomado otra decisión,
cualquiera, menos esa.
Sólo
la fórmula ética del “deber por el deber” de la rigurosa ética kantiana nos
puede guiar a la hora de contemplar la incorruptibilidad moral. Una ética que
viene determinada por tres razones: el universalismo, la alta apreciación de la
autonomía del individuo y el estricto desinterés. Repito, el estricto
desinterés. Cualquier persona puede suscitar la sorpresa y la admiración por
parte de otras, sólo tienen que mostrar unas habilidades inhabituales, pero el
respeto verdadero sólo es suscitado por aquellos que no traicionan su deber, la
persona que no hace lo que no debe hacer y hace lo que debe hacer.
Y
Pablo Iglesias e Irene Montero tenían un deber por encima de todo, un deber
dado por las bases de Podemos y que no era otro que mantener el relato que hizo
surgir Podemos, la narración de que somos gente haciendo política, “gente
haciendo política en vez de políticos repitiendo los lugares comunes de la
política”, como dice literalmente el documento político aprobado en
Vistalegre. Y ambos han hecho lo que no deben hacer y no han hecho lo que
deberían haber hecho. Han olvidado que Podemos tiene su razón de ser en virtud
de la crisis de representación política que vino junto a la crisis-estafa, a la
necesidad de que gente del pueblo, que teníamos en común una forma de vivir
concreta, donde se compartían experiencias, necesidades, intereses y objetivos,
accediésemos a las instituciones donde se toman las decisiones, para evitar
toda separación entre representantes y representadas.
Y
la falsa solución que han tomado ha sido convocar un plebiscito. Un plebiscito
que infringe de una manera insultante la segunda fórmula que el imperativo
categórico kantiano, que acentúa el respeto a la persona como un fin en sí́
mismo: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en
la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca
solamente como un medio”. Esta ilegítima utilización de un instrumento de
participación política colectivo que nos hemos dado en Podemos, sólo puede
venir desde la actitud cobarde de quien se ha visto acorralado y muestra la
verdadera conducta inmoral que sobreviene fruto de la autocomplacencia, sin
atisbo alguno de autocrítica ante esa tarea gigantesca que nos habíamos
impuesto como colectivo y que ellos, en cada uno de sus respectivos papeles,
tenían el deber de abanderar y conducir hacia el futuro. Un plebiscito que no
pretende fiscalizar la decisión tomada, sino que tiene el objetivo de
convalidar el error cometido. Un plebiscito con la intención de proyectar la
responsabilidad de una decisión tomada bajo el interés propio, buscando la
tapadera de la complicidad de las personas inscritas, afectadas por una actitud
victimista y vergonzante que nos hace sonrojar. Unas inscritas e inscritos
sometidos al chantaje por el cual todas aquellas que se sientan tentados de
votar no, van a ser igual que Inda, igual que la derecha más extrema y
aberrante.
Si
los actos de Pablo e Irene tuvieran la intención de ser actos morales, los
pondrían bajo los imperativos categóricos, pues sólo ellos son imperativos
morales. Los imperativos que se pueden formular como aquellos que se deben
hacer sin condiciones de ningún tipo. Un deber que no viene dado ni por la tradición,
ni por la ley del Estado, ni por la ley de Dios, pues en todos estos casos
habría una voluntad heterónoma, distinta a la del individuo mismo, que anula su
libertad. El imperativo categórico es autónomo, lo que implica que cada uno se
debe dictar a sí mismo su propia ley moral, cuyas leyes serían válidas para
todos los seres racionales. Pero, en cambio, han decidido atentar contra la
dignidad de las inscritas convocando este plebiscito para ratificar un acto
cometido en virtud del interés propio, del egoísmo. Y todo ello sin importarles
las bases mínimas que nos pusimos colectivamente como proyecto político
alternativo. Un proyecto al que le han mandado un torpedo en plena línea de
flotación. Si Pablo e Irene miraran a Kant a la cara, presentarían
inmediatamente la dimisión con la cabeza gacha.
O de cómo librarse de Pablo sea como sea...
ResponderEliminarNo necesitamos a guardianes de la moral sino a gente honrada y capaz, como Pablo e Irene.
Soy andaluz y de Podemos, y solo puedo sentir vergüenza por este ataque oportunista disfrazado de filosófico.