Fuente:El Diario.es |
Manuel Monereo
Al
final, la política es un arte; su vocación científica es admirable,
pero no logra consolidarse como un saber específico. Uno de sus rasgos
es que la experiencia nunca acumula capacidad de previsión y de
análisis. Se corre siempre el riesgo de empezar cada día: solo queda la
memoria. Esto viene a cuento del debate de investidura que comienza
estos días. Es la misma historia de siempre, las mismas estrategias de
siempre, solo cambian los personajes. El PSOE tiene 123 diputados, su
tercer peor resultado de la historia y, claramente, no tiene mayoría
absoluta; necesita, como mínimo, a Unidas Podemos y a algunos más. Hay
que decir que Pedro Sánchez llegó al gobierno gracias a ERC, los
antiguos Convergentes y, sobre todo, el PNV. Se sabe que un actor
fundamental en la conformación de esa mayoría alternativa fue Pablo
Iglesias.
Conviene partir de la historia aunque
esta sea reciente. Los tiempos mediático políticos se aceleran y
corremos el peligro de que se nos olvide lo que pasó anteayer. Hay un
hecho que no se tiene en cuenta y que Unidas Podemos no subraya lo
suficiente. Me refiero a una valoración objetiva de los meses de
colaboración parlamentaria entre los partidos de Pedro Sánchez y de
Pablo Iglesias. Nunca hubo un programa común, jamás se buscó una
complicidad entre las fuerzas que habían puesto a Sánchez en el gobierno
y, lo que es más grave, el PSOE manipuló según sus intereses
electorales y mediáticos a esas fuerzas. Cada “conquista” en derechos
sociales o en igualdad de género fue eso, una dura lucha entre los
sindicatos (la izquierda) y la patronal (el gobierno). La ingenuidad de
las fuerzas del cambio fue inmensa. Pablo Iglesias habló de tomadura de
pelo.
Sin decirlo, sin evaluarlo, el núcleo
dirigente de Unidas Podemos llegó a una conclusión: con este PSOE, o
gobiernas o te engañan. No entro en si esta era la mejor alternativa
posible. Ya he dicho mi opinión varias veces; solo constatar, una vez
más, que Pedro Sánchez se parece mucho a Zapatero y, sobre todo, a
Felipe González. Lenin, pido perdón, solía decir que en política no
basta con saber lo que uno quiere hacer sino lo que está obligado a
hacer. El Partido Socialista ha sido el Partido central del Régimen
surgido en el 78. Guste más o menos, ellos han sido el Partido que ha
construido la legitimidad social y política de la restaurada monarquía
borbónica. Felipe González fue el Cánovas de esta restauración. Las
derechas lo han llevado siempre muy mal y, cada dos por tres, intentan
matar al Sagasta de turno. Nunca lo consiguen del todo.
Dicho
con más claridad, Pedro Sánchez está en una constante: convertir, sí o
sí, a su partido en lo que fue el PSOE de Felipe González y Zapatero. No
es nada personal, es político. Si uno ve la línea de fondo, siempre ha
sido la misma, él y su partido son los únicos capaces de superar las
crisis del Régimen y darle una nueva vida a la monarquía inaugurada por
Felipe VI. El homenaje a Rubalcaba
tenía toda esta fuerza restauradora que es la gran herencia de Felipe
González. ¿Cuál era la condición para hacer esto factible? Reducir,
limitar, y anular la fuerza electoral y política de Unidas Podemos.
Esto, en muchos sentidos, ya se ha conseguido. Las próximas
negociaciones van encaminadas a convertirla en fuerza testimonial.
Son
malos los tiempos en los que nos vemos obligados a reivindicar lo
evidente. El problema entre Sánchez e Iglesias no está en los sillones,
ni siquiera en el número de carteras ministeriales. Está en el programa.
Sabemos que el papel lo aguanta todo y una cosa es firmar un acuerdo y
otra, cumplirlo. Cuando hablo de programa, me refiero a la traducción de
demandas sociales, intuiciones y esperanzas populares en acciones de
gobierno. Para que se me entienda, uno de los rasgos básicos de la
ruptura del contrato social en España fueron las dos reformas laborales
que incrementaron la precariedad, debilitaron el papel de los sindicatos
de clase y generaron las condiciones para una sobreexplotación de la
fuerza del trabajo. Podría hablar de otras cuestiones de fondo que
refuerzan la idea de que hay diferencias sustanciales entre el PSOE y
Unidas Podemos, pero no creo que aquí sea necesario. Hay un elemente
importante que no hemos discutido lo suficiente: ¿cómo gobernar con
nuestro mayor adversario electoral cuando, además, tenemos diferencias
programáticas sustanciales?
Lo que viene ahora
también es conocido: situar a Unidas Podemos contra la pared bajo la
amenaza de unas elecciones generales anticipadas de las que sería
responsable. Conforme se acerquen los momentos finales, la presión será
enorme y saldrán todo tipo de dossiers; desde luego, está en juego el
futuro de Unidas Podemos, no solo el de su equipo dirigente. El
escenario de elecciones anticipadas por culpa de Pablo Iglesias es
complicado. Lo trágico es que el problema no es de Unidas Podemos, es
del PSOE. En cualquier parte de la Europa actual, lo normal sería un
gobierno de coalición sobre bases programáticas y, desde él, ampliar esa
mayoría (que la hay) para resolver las grandes cuestiones sociales,
crear consenso para entrar de una vez en el problema territorial y, lo
más importante, impedir que las derechas retornen de nuevo al gobierno.
Insisto,
en esta dura y compleja negociación se juega el futuro de Unidas
Podemos. Haya acuerdo o no, nada será ya igual que antes y obligará a
replantearse a fondo proyecto, estrategia, organización e implantación
social. Lo peor sería consolidar la idea de que no hay acuerdo por el
deseo de gobernar cueste lo que cueste. Ese es el territorio que va a
marcar el PSOE. Pablo Iglesias ha demostrado este fin de semana que no
tiene oposición significativa en los órganos de Podemos. Sería necesario
que los votantes, inscritos, cuadros y dirigentes regionales fueran
copartícipes de lo que se está haciendo. Discreción y secretismo son
casas diferentes. La discusión sobre el programa tendría que ser
pública, conocida en tiempos y formas. El debate sobre la futura
composición del gobierno requiere prudencia y decir solo lo necesario.
Querido M.M.
ResponderEliminarSi tan evidente es la historia de las relaciones recientes en las últimas cuatro décadas entre las fuerzas de la izquierda y el psoe (con minúsculas todavía)y entendiendo la lógica de tu planteamiento, no es hora de activar el conocimiento entre la izquierda para que de una vez caigamos del guindo? Es decir, no se debe seguir esperando en silencio estos juegos del florentinismo del psoe en los medios de comunicación, que son tan evidentes que ofenden a la razón y a la dignidad.
Ellos ya han empezado a lanzar campañas que calan de fraseología fantástica en las redes sociales aproximándose a lo de la "pinza burda". " UP apoya al trifachito". Recuerdo el esfuerzo inmenso para neutralizar aquella campaña que va siempre en la línea guerrista: "A mi izquierda, nadie".
Es necesaria la reflexión filosófica.Que fundamente el quehacer político. Hoy día, también lo son las redes sociales o las endiabladas fórmulas de difusión. Y yo simple ciudadano he esperado a unas organizaciones con setenta y tantos activos parlamentarios y espero en la actualidad las orientaciones de los cuarenta y tantos, sin menoscabo de la discreción que conviene a los negociadores. Pero hay argumentos sencillos para orientar a la ciudadanía:
Una aclaración oportuna que se multiplique por cien mil, una y mil veces repetida, posiblemente sirva, al menos, para que los centenares de miles de IU por un lado y de Podemos por otro que no se pueden "digerir" (¡Qué fenómeno de animadversión más estúpida) fueran tomando nota de lo que nos jugamos nuevamente por ahora y para siempre.
Si usted, ganador de las elecciones, quiere jugar, es su derecho. Hágalo. Si necesita otro palo, búsquelo. De coste cero, nada. Si lo encuentra en la gruta de Lourdes, donde Macrón le bailó un Vals, mejor para usted y peor para la societé de los chalecos amarillos. Porque, se acuesta "rojo" y se despierta anaranjado.
Son disquisiciones de un mesetario que avisó en Castilla y León y hoy no sabemos donde llegamos con doctores en filosofía y todo, avalados por la abogada de los imposibles.
Salud y fuerte abrazo