Remedios Copa
Con tres nuevos
asesinatos a mujeres en la localidad de Valga comenzó en Galicia la siniestra
semana. Hay que añadir una cuarta mujer en Madrid, también asesinada por su
pareja.
En ambos casos hay
implicados hijos pequeños; en el primero el padre asesinó a la madre en
presencia de las dos menores y en el segundo, una niña de ocho años se encontró
a su madre herida de muerte y pidió auxilio. En ambos casos los asesinos han
causado un daño psicológico a las hijas que difícilmente podrán superar y en el
mejor de los casos no lo lograrán sin una profunda y prolongada ayuda
psicológica para sanar semejante herida. En el caso de Valga se da la fatal
circunstancia de que el lugar de familia materna directa ha quedado destrozado
porque su padre asesinó a la abuela y a su tía, dejando la casa que las podía
acoger desierta, con un abuelo destrozado al que el asesino dejó viudo y sin
sus dos hijas.
Lo que estas
situaciones requieren va más allá de una simple condena tal como se contempla
actualmente. Cada vez son más las voces feministas y ciudadanas que claman por
condenas ejemplarizantes y cambios
legislativos al respecto porque consideran que no están suficientemente
penalizadas en el actual Código Penal
Este triple asesinato
es el segundo crimen machista que se comete en Valga en 2019 y con él suman ya 5 las mujeres asesinadas en
Galicia en lo que va de año, dejando además en los últimos 6 años a 20 niños
huérfanos por esta causa y otros dos asesinados por su propio padre. El número
de mujeres asesinadas por sus parejas en Galicia desde que comenzó el registro de estos casos
asciende a 63, a las que hay que añadir estas últimas. En España la cifra supera
las 1000 contabilizadas desde 2003.
Es curioso que de las
tres asesinadas en Valga esta semana, tan solo se computará una como víctima
mortal de crimen machista cometido en España. La razón por la que solo se
computará como tal a la ex esposa del asesino es que actualmente, ni la ex
suegra ni la ex cuñada entran en esa terrible lista porque no se incluye a
familiares, entorno de la víctima o víctimas indirectas; tampoco se incluyen en
la lista a mujeres asesinadas por un hombre cuando ellas no tuvieran relación
directa con el agresor. Esa es la razón por la que los datos oficiales muestran
tan solo una parte de esta lacra y por ello organizaciones feministas, cada vez
más colectivos sociales y algunas representantes políticas, piden incluir en
las estadísticas a todas las víctimas de la violencia machista, tal como exige
el Convenio de Estambul y el propio Pacto de Estado aprobado al respecto.
Pero la violencia de
género supone muchas más situaciones que los asesinatos computados. Según datos
del Observatorio de Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial
de 42.000 mujeres entrevistadas tomando los diferentes estamentos y
profesiones, 1 de cada 3 ha sufrido agresión por violencia doméstica; 1 de cada
5 sufrió acoso sexual y, el 99% de las mujeres han evitado pasar por alguna calle
por temor a la agresión sexual.
A nadie se le escapa la
terrible escalada de las agresiones sexuales a las mujeres y la plaga de las
manadas violadoras que tanto daño están haciendo. Los últimos datos divulgados
sobre Galicia señalan un aumento de las agresiones sexuales de más del 30% en
el último año y el número de denuncias por
violación en España está en una cada 6 horas a pesar de que la mayoría
no se denuncian. Por eso estamos exigiendo leyes que acaben con la cultura de
la violación y, como gritaban en las concentraciones ciudadanas estos días
pasados, “las mujeres no están para ser los objetos de vuestras fantasías
sexuales fruto de la pornografía machista”.
Y en cuanto a pornografía se refiere, es una vergüenza que España
continúe a la cabeza en consumo de pornografía infantil.
En resumen todo apunta
a que el modelo de masculinidad hegemónica es el problema puesto que no se
trata de hijos enfermos si no de la esencia sutil de la cultura del
patriarcado.
Dice el Tribunal
Supremo que “la violencia de género es
una violencia aprendida” y que se aprende en el seno de la familia. Este y
otros matices contenidos en sus
apreciaciones y en los hechos probados de sus sentencias nos dan pistas muy
certeras tanto de las fisuras del sistema como de las causas esenciales de lo
que está ocurriendo. También afirma el citado Tribunal que en los casos de
asesinato no hubo la protección suficiente a la víctima y por ello ésta no
denuncia; señala entre las causas de que no denuncien que la amenaza con matar
a los hijos si ella lo hace está muy presente y advierte de que la actuación de
la familia política, en lugar de apoyarla, también suele ser contraria a la
mujer porque no desean que el agresor vuelva para la casa familiar. Esto se
viene detectando en las pruebas de diversos procedimientos seguidos por el Tribunal Supremo.
Desde la Presidencia
del Observatorio de Violencia de género instan a todas las personas a tener en
cuenta que la violencia de género dentro o fuera del hogar, (acoso, agresiones
sexuales, agresiones físicas o de cualquiera de sus formas), deben ser
denunciadas por cualquier persona que tenga conocimiento de lo que está
ocurriendo, ya que se trata de un delito público contra los Derechos Humanos y
el Código Penal castiga al que no impida la comisión de un delito.
Por lo que se constata
urge la correcta aplicación del Convenio de Estambul y el Pacto de Estado
necesita de una revisión urgente para erradicar asesinatos, violaciones, trata,
pederastia y acoso, porque el verano de 2019 está siendo el peor de la última
década.
Las mujeres se están
movilizando con concentraciones y manifestaciones que traspasan los límites de
nuestras fronteras; reclaman que cese la vulneración de sus derechos y el
retroceso en los que hasta ahora habían alcanzado y exigen el cumplimiento de
la legislación y la implantación real de códigos éticos, sin olvidar en su
discurso que la desigualdad forma parte de las agresiones que sufren y las
coloca en una posición de inferioridad económica y social frente al varón, y
que la precariedad económica generada por esa desigualdad las vuelve más
vulnerables frente al agresor.
Otra demanda que brota
en el movimiento de mujeres y hombres que se manifiestan y luchan contra las
agresiones y los asesinatos machistas es la colaboración de los medios de
comunicación, colaboración que exige llamar a las cosas por su nombre y dejar
de decir, por ejemplo, “apareció muerta” cuando la realidad es que la mató una
mano asesina.
Ahora bien, si el
machismo es un problema estructural, la única manera de luchar contra él es
educar de otra manera a los niños y a las niñas y por ello se insiste tanto en
la exigencia ¡ya! de la coeducación en el sistema educativo.
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