Pepe Aguza
Colectivo Prometeo.
En la vida cotidiana se
suceden una serie de acontecimientos, que condicionan el desarrollo
de la sociedad.
En los tiempos que
corren, puede ser mucho más dañino y destructivo el debilitamiento
de la economía que la destrucción y la muerte, porque dicha
debilidad puede conducir al propio empobrecimiento y aniquilación.
En la actualidad el
panorama bélico, bien podría estar cambiando radicalmente: no son
necesarias las bombas y las armas para contiendas sangrientas. Pueden
ser mucho más rápidas y efectivas armas bacteriológicas o víricas,
como podría estar ocurriendo en la actualidad.
El objetivo de la guerra
es la conquista, la destrucción, el dominio, el sometimiento y
doblegación del contrario, mediante la utilización del poder y de
la fuerza.
La actual crisis del
coronavirus, ¿no podría ser una nueva Guerra Mundial del
capitalismo para controlar la Economía Global?.
No es preciso aniquilar
ejércitos con el gasto que supone en vidas humanas y dinero. Mucho
más fácil y eficaz es hundir en la pobreza y la miseria a la
población civil, esclavizándola y haciéndola más dócil,
destruyendo empleo, cerrando empresas y sometiendo a la ciudadanía a
la marginalidad y los intereses de los poderosos.
¿Alguien duda que este
virus no haya sido creado en laboratorios con la finalidad de
utilizarlo con fines bélicos y económicos?
A lo largo de la historia
de la Humanidad, la naturaleza ha generado sus bacterias, sus virus y
demás seres vivos, que evolucionaron lentamente a lo largo del
tiempo, pero no con la agresividad, mortalidad y rapidez de este
mutante “coronavirus”.
El impacto económico
y social que esta pandemia está produciendo en el mundo es
incalculable, afectando a todos los sectores de la población y muy
especialmente a la salud, el empleo y la cultura, como ya ha
sucedido en nuestro país con la cancelación de eventos que
generaban miles de puestos de trabajo y millones de euros de
beneficios, como ha ocurrido con el Mobile World Congress, las Fallas
valencianas o la Semana Santa, por citar algunos ejemplos.
Tras la crisis
sanitaria, llegará el drama social del paro y la lucha contra
sus repercusiones posteriores: pérdida de potencial industrial,
resentimiento del comercio y del sector servicios y la reconversión
de multitud de puestos de trabajo, que afectarán al bloqueo o
limitación de la producción en infinidad de empresas.
Las secuelas de esta
guerra vírica van a ser muy variadas: devastación económica y
social, efectos psicológicos en la población, en espacial la
infantil o juvenil, por la presión de su enclaustramiento, falta de
juegos, de ejercicio y relaciones humanas en la escuela o de
esparcimiento en espacios públicos, etc.
Esta crisis mucho peor
que la de la Gran Depresión (el crac de la Bolsa de Estados Unidos)
en 1929 o la crisis económica de 2008, precisará de la firmeza y
energía en la aplicación de medidas para recuperarse.
Las propuestas de muchas
empresas de teletrabajo son un grave riesgo para el empleo, que
pueden fomentar otra variante de la economía sumergida, falsos
autónomos y de flexibilidad laboral.
En estos momentos las
únicas empresas que multiplican su capacidad laboral y económica,
son las farmacéuticas y de investigación, sectores que al igual que
el sanitario público son imprescindibles apoyar y reforzar.
Lo peor para el empleo y
la economía está por llegar en los próximos meses, cuando acabe el
Estado de Alarma y la pandemia haya cedido, aunque a largo plazo
pueda llegar una lenta recuperación dependiendo de las acciones de
los gobiernos.
La demostración de
efectividad que los servicios sanitarios públicos están realizando,
son imprescindibles y la mejor prueba de su arrolladora capacidad de
trabajo no sólo en nuestro país, sino como se ha apreciado en
el abordaje del problema en China.
Nuestro gobierno debe
tomar nota del esfuerzo y profesionalidad de sus funcionarios y
empleados públicos, ampliar sus plantillas y dotarles de los
recursos esquilmados especialmente en la última década por los
recortes presupuestarios.
Es fundamental asegurar
el bienestar social de los hogares y proteger el tejido empresarial,
en especial de pymes y autónomos, a la vez que fomentar la empresa
pública y la industria.
Es el momento no de decir
si no demostrar que España tiene un gobierno progresista y
valiente, que impulsa la educación, la sanidad, los servicios
sociales, la investigación científica, la industria o la vivienda
social y públicas, inyectando dinero en su consecución en estos
difíciles tiempos que nos ha tocado vivir.
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