Monet:"Impresión, sol naciente" |
Juan García Ballesteros
Presidente del Colectivo Prometeo
Llevamos
varias décadas sufriendo crisis, sobre todo económicas. Después de
cada una de ellas la situación social ha ido empeorando, de forma
dramática, machacando cada vez más a la clase trabajadora. La
última (2008) también ha afectado gravemente a las clases medias
profesionales, a los autónomos y a las FYMES. Durante todos estos
años de implantación e imposición del sistema capitalista
neoliberal, se han aumentado considerablemente las diferencias entre
1 % de ricos y el 99 % de la población. Y ha ocurrido, que una parte
importante de la ciudadanía, se haya visto condenada a padecer una
situación de supervivencia en unas condiciones de vida miserables.
Mucho se ha quedado por el camino y muchos derechos conquistados
perdidos (laborales, sociales y políticos). Tantos recortes, tanta
austeridad y tanto desmantelamiento de “lo público” ha ido
dejando una estela de precariedad laboral, exclusión social y
pobreza extrema. Ahora vemos las consecuencias.
Este
sistema depredador, sin escrúpulos ni piedad durante mucho tiempo,
ha logrado inmovilizar, frenar cualquier posibilidad de rebeldía de
tantos millones de sufridores, mediante la inoculación del virus del
conformismo, del individualismo, la resignación y del discurso que
“estamos en el buen camino”. Para ello, contaban con aliados
poderosos: como los grandes medios de comunicación, propiedad de los
poderes económicos, con voceros periodista e intelectuales
pesebreros, con los partidos de la derecha extrema y la
socialdemocracia aliados y con determinados sindicatos “de clase”,
vendidos. Funcionaban, como un reloj suizo los mensajes
catastrofistas, inculcando un miedo perverso, si los millones de
perjudicados se rebelaban contra tanta injusticia. Así se lograba
que la sociedad, incluso la más depauperada, estuviera tan sometida
que aceptaba las tesis de los poderosos.
Ha
tenido que ser un pequeño “bichito”, un virus insignificante
(Covid-19) el que pusiera patas arriba el sistema, el que, en poco
tiempo, haya sido capaz de corroer los cimientos de este gigante de
barro capitalista para poner sobre las cuerdas todas sus
contradicciones, todos sus fracasos, todos los desastres ocasiones
por sus políticas antisociales.
Este
sistema neoliberal no tiene respuesta, ni solución ante una crisis
sanitaria y humanitaria de esta envergadura. Han sido muchos años
depredando lo público, ignorando el padecimiento de mucha gente.
Pero claro, los que morían eran los ciudadanos de a pie que no
tenían acceso a los alimentos, a las medicinas, al tratamiento o a
los cuidados que necesitaban (Hepatitis, cáncer, dependencia,
soledad), aquellos que se suicidaban porque lo desahuciaban de su
vivienda o aquellos que morían de frío en la calle.
Ahora,
para desgracia de todos, este pequeño verdugo del sistema no
entiende de clases sociales, ni de recortes, ni de austeridad. Se va
a llevar por delante muchas vidas, algunas de ellas injustas, muchas
más de las que nos imaginamos, pero también va a poner sobre la
mesa la perversión, el fracaso de este brutal sistema que ha
generado tantas carencias, tanta desigualdad, tanta injusticia, tanta
pobreza.
Posiblemente,
los países del llamado “primer mundo” nunca pensaron que les
tocaría, que la expansión del coronavirus y sus efectos
devastadores salpicaran a todos los países. De lo contario, hubieran
anticipado medidas sanitarias suficientes para que no les afectara.
Esta pandemia ha pillado adormilado, sin reflejos, a un sistema
capitalista muy debilitado por sus políticas antisociales, pensando
que se libraría de una crisis sanitaria que estaba afectando a
países muy lejanos. No asumieron que la globalización, con el
trasiego de mercancías y personas, podría originar una rápida
difusión.
Estamos
en plena crisis de expansión del Covid-19 en España y no se
vislumbra ni su pico, ni su finalización. Como he dicho, no hemos
tenido la suficiente capacidad de respuesta por falta de medios
humanos y materiales. Durante muchos años, en todas las CCAA (Madrid
de las peores), los presupuestados destinados a políticas sociales
(sanidad, educación dependencia, …) se han desviado hacia sectores
privados, adelgazando “lo público”. Así nos hemos encontrado
con una potente sanidad privada, en detrimento de lo que era la “joya
de la corona”, la sanidad pública.
Las
consecuencias han sido devastadoras: una disminución calculada de
los medios materiales necesarios, que ahora tendríamos, para una
asistencia sanitaria de calidad. Pero no sólo eso, también había
que aligerar la nómina de personal de la sanidad pública ¡Eso era
un despilfarro, mucho gasto! El despido de miles de médicos,
enfermeros y personal auxiliar cerraría el círculo del
desmantelamiento de la sanidad pública. Ahora, esta derecha cerril y
reaccionaria exige, reclama urgentemente al Gobierno los medios
(humanos y materiales) que ellos han escamoteado ¡Qué indignidad!
Miles
de médicos y enfermeros han tenido que hacer las maletas y buscar
trabajo en otros países, que se han beneficiado de estos buenos
profesionales sin que hayan tenido que invertir en su formación.
Ahora esos emigrantes son los que nos harían falta para afrontar con
más éxito la pandemia. Pero la solidaridad de muchas personas,
mucha buena gente, arriesgando su propia vida, están haciendo
posible que la pandemia tenga unos efectos menos devastadores. Mi
agradecimiento y gratitud a esos médicos, enfermeros, auxiliares,
camioneros, dependientas, bomberos y fuerzas de seguridad por su
imprescindible y arriesgada dedicación.
Cuando
toda esta crisis pase, que pasará, nuestro país no será el mismo.
Todos esos miles de personas contagiadas, todos esos miles familias
destrozadas por la muerte de un ser querido, todos los que hemos
padecido, sentido con rabia esta dura prueba, debemos ser
protagonistas de un futuro distinto que debe llevarnos a un
replanteamiento nuevo, a un posicionamiento comprometido de cada cuál
hacia un cambio social profundo, para que nunca se vuelva a repetir
esta desastrosa situación. Un cambio que suponga una transformación
social y la asunción colectiva de los valores solidaridad, empatía
y cooperación demostrados durante el confinamiento. Toda la
sociedad, toda la gente, debe tomar conciencia de ello y actuar con
valentía, cogiendo las riendas del futuro para buscar una salida a
este capitalismo salvaje.
Pero,
deberíamos saber a qué enemigo nos estamos enfrentado. El poder
económico neoliberal no estará dispuesto a soltar amarras y ceder a
la ciudadanía el protagonismo que pueda exigir. Sería el
hundimiento del sistema y estoy seguro que no estarán por la labor.
Cuando todo pase querrán que las aguas vuelvan a su cauce como si
nada hubiera pasado, incluso endureciendo más los recortes. Pero, no
tengamos duda, que, ante las posibles rebeldías colectivas, como
jabalí herido, atacarán sin piedad cualquier conato de cambio.
Disponen de todos los medios: la falsa democracia, la justicia, las
fuerzas de orden y el poder económico. El pueblo, la inmensa mayoría
de la gente consciente de lo que hemos pasado, sólo tiene la fuerza
de su unidad y su decidido, valiente y arriesgado afán para luchar
por un futuro mejor.
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