Lo bueno de las crisis, si se saben aprovechar, es la oportunidad de cambio.
Venimos arrastrando una penosa situación desde la crisis de 2008 y cuyo peor evento previsto para estos tiempos era otra nueva crisis, también financiera, más severa aún que la anterior. Pero ocurrió lo imprevisto, la pandemia de la Covid-19, que vino a poner el mundo patas arriba.
Varios economistas y pensadores de reconocido prestigio vienen afirmando que el neocapitalismo salvaje y las políticas de austericidio aplicadas a la crisis de 2008 estaban avocadas al fracaso e incluso, de seguir esa tendencia, el capitalismo estaría dando sus últimos estertores porque, eliminados los mecanismos de corrección social de sus aspectos más lesivos, daría lugar a situaciones insostenibles que serían su final.
Similar predicción opera con respecto a la UE ante la crisis generada por la actual pandemia. La debilidad estructural y sus múltiples contradicciones internas reventarán sus costuras si no se hacen profundos cambios. Así como no ha sido capaz de dar una respuesta solidaria y eficaz ante la pandemia y de hacer frente a la emergencia, también está demostrando ahora su dificultad para reformarse y el dogma europeo que se viene ejerciendo en detrimento de los países mediterráneos así como el afán de los “frugales” de no mutualizar la deuda generada por la pandemia, el no a los eurobonos y la pretensión de la derecha de continuar con la aplicación de herramientas que funcionan para los Estados como la cuerda del ahorcado, sometiéndolos a restricción de las políticas sociales y una vigilancia que creará grandes tensiones sociales, cuyo resultado pudiera inducir a tomar la salida del euro, son perspectivas que forzaron un positivo indicio de cambio de rumbo en los acuerdos de última hora, aunque no son los únicos que deberá tomar la U E, porque mientras no exista una fiscalidad común y se tolere la existencia de paraísos fiscales entre sus miembros, mal nos irá.
Si volvemos a que la UE inyecte liquidez para revitalizar la economía, mediante préstamos del Banco Central a los Bancos privados, teniendo que asumir los Estados el reembolso de esos préstamos, volvemos a la nacionalización de las pérdidas y la privatización de las ganancias. En España el Gobierno del PP perdonó a los bancos la devolución de más de 60.600.000.000 de € de la pasada crisis, según datos del Banco de España; con esa perspectiva ¿quién va a querer más de lo mismo?
En buena lógica, si no hay un verdadero giro ante la situación que venimos arrastrando, la única solución que les quedaría a los países más perjudicados es que el Estado controle su moneda, el sistema bancario y también los medios de producción y la comercialización de sus productos. Tal vez por esa razón Francia empezó a nacionalizar empresas esenciales y lo mismo otros Estados, con el fin de no volver a encontrarse con situaciones de desabastecimiento e incluso competencia entre países dentro de la UE como demostró la pandemia.
Quienes tratan de salvar la UE, como Andreu Mas-Colell, dicen que “no podemos perder posiciones en la nueva geopolítica protagonizada por EE UU y China. Y como Francia y Alemania trabajan en una nueva estrategia industrial, sugiere que España debe dotarse de un plan de reindustrialización inteligente y dejar de ser una economía de baja productividad. No es el único partidario de que España trate de formar parte de esa estrategia y junto con Alemania y Francia consensuar su participación y aprovechar la movilización de recursos financieros que planea la UE para financiar la transformación técnica e industrial europea cuyo pilar básico es el European Green Deal.
Pero para llevar a cabo esa nueva estrategia industrial se necesita un liderazgo sólido y un trabajo de planificación arduo para el que Mas-Colell se inclinaría por alguien “de prestigio económico y con amplio apoyo político”. Desde luego hacen falta cambios absolutamente innovadores y valientes que vayan más allá de pretender mantener empresas sin futuro y que no tengan encaje en los requisitos medioambientales y las nuevas tecnologías; invertir en empresas que operen y coticen en el país y negar ayuda pública a las que deslocalicen la producción o trafiquen con paraísos fiscales serán principios básicos.
El apoyo social y político es imprescindible, tanto para transformar la UE como para salir del euro si fuese imprescindible. Si la ciudadanía no se moviliza y defiende su lugar, el capitalismo de extrema derecha no desperdiciará la ocasión para establecer su poder autoritario; porque no hay que olvidar que el juego, tarde o temprano, será de poder y esa lucha opera dentro y fuera de cada país.
Como decía Julio Anguita, cuando algo se quiere transformar en profundidad, hay que tener un programa con una previsión que vaya por delante de las circunstancias que puedan devenir.
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