España comienza otro año sin tener resuelto el reconocimiento de cientos de miles de víctimas del franquismo. 86 años después del sangriento levantamiento contra el orden democrático; a 46 de la muerte del dictador que durante 40 años eliminó, reprimió y exilió a cientos de miles de personas; tras 43 años de Constitución «Democrática» seguimos sin cumplir las exigencias de los organismos internaciones de Derechos Humanos de esclarecer la verdad, juzgar a los responsables y reparar en lo posible a las víctimas de uno de los mayores genocidios del siglo XX. Un año más ostentando el vergonzoso segundo puesto entre los países con fosas comunes sin abrir, sólo superados por Camboya. Mientras los muertos fascistas fueron homenajeados desde el primer momento y los genocidas indultados por la Ley de Amnistía de 1977, que incumple el Derecho Internacional y cuya derogación viene siendo demandada desde hace décadas por la propia ONU. Del otro lado, ocultamiento y olvido, cuando no estigmatización de las víctimas. ¿Cómo es posible que hasta finales de 2007 no se aprobara una tímida ley de Memoria , habiendo gobernado durante la mayor parte de esos años el PSOE, que debía representar a aquellas? ¿O que el nuevo proyecto de ley, presentada en Julio de 2021 esté teniendo tantas reticencias y siga aún sin aprobarse? Es incomprensible que en nuestros centros educativos se estudie más el fascismo alemán o italiano que el propio.
Una razón cada vez más evidente, a pesar de todo el consenso en el relato «mágico», es el Mito de la Transición: «el silencio». Como recoge un reciente documental de la Televisión Alemana (que viene a contar nuestra historia, desconocida para varias generaciones españolas), tras la horrible dictadura «en lugar de enfrentarse hubo una amnistía y un silencio». Como denuncia Gregorio Morán en su obra «el precio de la Democracia», la crónica de la Transición se tejió con tópicos y fábulas que presenta como realidad indiscutible el «tránsito inmaculado desde una sangriento dictadura a una democracia coronada.
Otra causa, esgrimida por Paul Preston, es que persiste «un franquismo muy fuerte hoy en España», debido al terror, el control de la educación y el lavado de cerebro de los cuarenta años de dictadura; y a la idea de que la monarquía designada por Franco es la «garantía de estabilidad». Prueba de la pervivencia del franquismo es la fuerte representación parlamentaria de VOX, y las alianzas del mismo con agentes económicos y ultracatólicos (como denuncia el teólogo Juan José Tamayo).
La situación en Andalucía no es menos preocupante. Con más de 45000 desaparecidos, 700 fosas comunes, 50000 exiliados y 5000 condenados a trabajos forzados, hasta 2017 no se aprobó una ley de Memoria Democrática. Esta ley apenas desarrollada se ha paralizado con el actual gobierno y está siendo incumplida o combatida por distintas administraciones y parte de la jerarquía católica. Así se dedican espacios públicos y nombres de calles a personajes del Franquismo, como en Córdoba o Cádiz; obispos, como el de Córdoba, se opone a la retirada de una cruz franquista en Aguilar; se mantiene en la Macarena de Sevilla la tumba honorífica del genocida Queipo de Llano...
A. M. Mateos, portavoz de la coordinadora Andaluza de asociaciones por la Memoria Histórica Democrática, denuncia al Gobierno Andaluz por su actitud de inacción y el desmantelamiento de la actual ley. Algunos datos: solo se ha ejecutado el 0,64% del presupuesto destinado a investigación, el 0,40% a inversión, o el 29% de los 260.000€ para proyectos en 2020; no se ha respondido a ninguna solicitud de lugar o sendero de memoria; el comité de símbolos no se ha reunido en casi dos años.
Son las cada vez más numerosas asociaciones memorialistas quienes están fomentando el debate y presionando a las instituciones y gobiernos, ayudando a organismos de investigación, como la Universidad de Córdoba, a promover proyectos como CONCOR (sobre los Consejos de Guerra de Córdoba). O la recién aprobada Cátedra de la Memoria Democrática. Asociaciones como «Dejadnos Llorar», que el mes pasado realizó unas interesantes Jornadas sobre la represión y las fosas comunes en la provincia, uniendo dos aspectos importantísimos, la actividad social y el trabajo académico, imprescindibles para despertar de la ignorancia y del olvido. Como diría Milán Kundera «la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la Memoria contra el olvido». Desde aquí insto a personas, colectivos y partidos políticos a responder al llamamiento de Mateos a participar en un “frente común de la sociedad civil”, para conseguir que el 2022 sea el año, por fin, de la recuperación de la memoria democrática y la justicia y reparación para las víctimas de la ignominiosa etapa de nuestra historia que fue la dictadura franquista.
La situación en Andalucía no es menos preocupante. Con más de 45000 desaparecidos, 700 fosas comunes, 50000 exiliados y 5000 condenados a trabajos forzados, hasta 2017 no se aprobó una ley de Memoria Democrática. Esta ley apenas desarrollada se ha paralizado con el actual gobierno y está siendo incumplida o combatida por distintas administraciones y parte de la jerarquía católica. Así se dedican espacios públicos y nombres de calles a personajes del Franquismo, como en Córdoba o Cádiz; obispos, como el de Córdoba, se opone a la retirada de una cruz franquista en Aguilar; se mantiene en la Macarena de Sevilla la tumba honorífica del genocida Queipo de Llano...
A. M. Mateos, portavoz de la coordinadora Andaluza de asociaciones por la Memoria Histórica Democrática, denuncia al Gobierno Andaluz por su actitud de inacción y el desmantelamiento de la actual ley. Algunos datos: solo se ha ejecutado el 0,64% del presupuesto destinado a investigación, el 0,40% a inversión, o el 29% de los 260.000€ para proyectos en 2020; no se ha respondido a ninguna solicitud de lugar o sendero de memoria; el comité de símbolos no se ha reunido en casi dos años.
Son las cada vez más numerosas asociaciones memorialistas quienes están fomentando el debate y presionando a las instituciones y gobiernos, ayudando a organismos de investigación, como la Universidad de Córdoba, a promover proyectos como CONCOR (sobre los Consejos de Guerra de Córdoba). O la recién aprobada Cátedra de la Memoria Democrática. Asociaciones como «Dejadnos Llorar», que el mes pasado realizó unas interesantes Jornadas sobre la represión y las fosas comunes en la provincia, uniendo dos aspectos importantísimos, la actividad social y el trabajo académico, imprescindibles para despertar de la ignorancia y del olvido. Como diría Milán Kundera «la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la Memoria contra el olvido». Desde aquí insto a personas, colectivos y partidos políticos a responder al llamamiento de Mateos a participar en un “frente común de la sociedad civil”, para conseguir que el 2022 sea el año, por fin, de la recuperación de la memoria democrática y la justicia y reparación para las víctimas de la ignominiosa etapa de nuestra historia que fue la dictadura franquista.
J. Antonio, te agradeceré que me informes, si puedes, de cómo localizar el documental que mencionas de la televisión alemana. Gracias.
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