Remedios Copa
Colectivo Prometeo
Colectivo Prometeo
ESTAMOS ANTE una crisis que por mucho que quiera achacar sus efectos a la guerra de Ucrania, al malvado Putin o al Gobierno de Sánchez, la causa que subyace a los males que nos acosan tiene que ver con la escasez de recursos, con el cambio climático y con un paradigma social desprovisto de ética.
Por más que desde los años 60 nos vinieron advirtiendo de los riesgos del crecimiento irracional que el sistema capitalista implementa y cuyo resultado incide en el agotamiento de los recursos y en la contaminación del planeta de modo que acelera el calentamiento global, no hubo manera de que políticos, gobernantes e incluso organizaciones sindicales prestaran atención a las voces de los científicos. Durante tanto tiempo todo el sistema estuvo al servicio del capitalismo salvaje que ahora, por mucho que lo pretendan los grandes poderes económicos, ya no se puede hacer oídos sordos ni tapar el sol con un dedo.
Las inundaciones de estos días causaron más de mil muertos y arruinaron la mayor parte del país en Pakistán, con pérdidas de más de 10.000.000.000 de euros, y 40.000 personas desalojadas. Al mismo tiempo en España el pedrisco de granizo causó grandes pérdidas económicas, varios lesionados y una niña fallecida, mientras otras zonas del país son pasto de las llamas y de la ola de calor.
Si consideramos las temperaturas anormales y las olas de calor que están asolando el planeta, favoreciendo grandes incendios, sequías que arruinan las cosechas y provocan desertización, no es difícil entender las amenazas de hambruna y la migración forzada por el cambio climático.
Un informe elaborado por la ONU sobre diez desastres ocurridos entre 2021 y 2022 en todo el mundo, entre los que se consideraba la ola de calor en Canadá, el volcán Tonga y los incendios del Mediterráneo, cifraba en 10.000 muertes y 280.000.000 de dólares de pérdidas los daños causados por las catástrofes naturales.
Si los efectos del cambio climático ya son abrumadores y según previsiones serán imparables porque estamos en el punto de no retorno y se continúa contaminando, los del agotamiento de los recursos del planeta, no solo los referentes a las energías fósiles, están demostrando las limitaciones con las que tropiezan planificaciones “fantásticas” como los proyectos de automóviles eléctricos, energías renovables, escasez de agua dulce y tantos otros que finalmente todo lo fían a soluciones tecnológicas que llegarán en el futuro.
Cuando el Presidente de Francia habla sin tapujos del fin de la abundancia, es la manifestación evidente de que lo que hasta ayer parecía ridículo hoy es una evidencia que resulta innegable y aquello que parecía imposible hoy es lo natural y en pocos meses vamos a padecer el trasfondo de semejantes declaraciones, que Macron hizo y otros callan.
Ya se empieza a hablar de racionamiento, aunque se presente disfrazado de medidas de ahorro. Se nos advierte del frío que se pasará este invierno, del encarecimiento de los alimentos y la pérdida de poder adquisitivo que cada vez afecta con más fuerza a las clases medias europeas, cada vez más debilitadas desde la crisis financiera de 2008 y la desregulación que se viene padeciendo en las últimas décadas, impuesta por un capitalismo neoliberal insaciable que lo único que produjo en la clase trabajadora fue empobrecimiento y desigualdad social, y en el planeta destrucción de biodiversidad, agotamiento de recursos y contaminación. Este es el resultado del crecimiento continuo.
La situación que se perfila no conduce a otra cosa más que a una recesión económica que no es más que el decrecimiento forzoso impuesto por las circunstancias de limitación de recursos y el desastre medioambiental.
No haber considerado las advertencias para implementar una transición racional, justa y eficaz como preconizaban las voces decrecentistas puede llevar a que en lugar de un cambio de paradigma que propicie un reparto justo de los bienes disponibles, nos demos de bruces con el eco-fascismo y en él, unos continuarán disfrutando de la abundancia mientras otros se verán privados de todo.
No hay más que ver el nivel de beneficios empresariales declarados oficialmente y el grado de empobrecimiento de la clase trabajadora, el aumento de la desigualdad social y del número de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en el mismo período.
Mientras la desregulación y la pérdida de derechos de la clase media aumentó exponencialmente, la socialización de las pérdidas económicas del capital y la nacionalización de empresas quebradas y su reprivatización, muchas veces a coste cero una vez saneadas, fue la moneda de cambio de los últimos tiempos del capitalismo salvaje.
La opinión generalizada entre los expertos es que en el paradigma capitalista difícilmente se podrá hacer un decrecimiento justo que promueva el cuidado del planeta y el reparto de los recursos. Es la hora de un nuevo paradigma regido por la ética y la justicia social.
Quizás el problema sea que en vez de avanzar hacia ese paradigma ético y racional, lo hagamos en el que el propio artículo denomina ecofascismo. Sabemos por la historia que cuando las clases medias se asustan, se producen fuertes involuciónes, que en estos tiempos se manifestará políticamente en una plutocracia autoritaria. Basta mirar a nuestro alrededor para vislumbrar una sociedad cada vez más ciega y reaccionara que se lanza en brazos de esa derecha y reaccionaria, que se lleva al huerto a la población , cual flautista de hamelin.
ResponderEliminar