martes, 20 de diciembre de 2022

¿Libertad de Información o petróleo?

Curso " Derechos Humanos y Democracia".Ponentes


Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Cuando Joe Biden prometió convertir a Arabia Saudita en un “paria” por el escandaloso asesinato del periodista del Washington Post, Jamal Khashoggi, residente permanente en EE UU desde 2008, ganó gran popularidad, sin embargo a día de hoy y ante el sagrado petróleo, la cosa ha cambiado.

Cuando en julio de 2022 Biden viajó a Arabia Saudita afirmó que su viaje representaba “un compromiso continuo para defender valores e intereses estadounidenses” pero no hubo una sola mención a los responsables del asesinato de Khashoggi. Tampoco hizo mención alguna al de la periodista de Al Jazeera, Shireen Abu Akhleh, de nacionalidad norteamericana, a la que los soldados israelíes mataron en un tiroteo en Cisjordania y que, según los periodistas de investigación, en su caso se constataron signos de un asesinato selectivo por parte de las fuerzas israelíes.

Esta actitud de Biden en Oriente Medio es interpretada como un mensaje de “impunidad y conspiración compartida”, (tal como señala Murtaza Hussein en un artículo), en cuanto a los asesinatos de ambos periodistas, con tal de afianzar lazos de amistad entre ambos gobiernos cuyos intereses están por encima de DD HH, libertad de prensa o vidas de periodistas que destapen o delaten verdades incómodas que mejor están escondidas debajo de las alfombras.

Está claro una vez más lo que el petróleo puede conseguir. Arabia Saudita, productora de petróleo, bien mereció a los EE UU olvidar la virtud en aras del interés. De todos modos la hipocresía moral de los EE UU cuando se trata de intereses clientelares es muy capaz de dejar de lado la democracia, la libertad, los DD HH y lo que haga falta y mirar para otro lado.

Otras situaciones de riesgo e injusticia que padecen los periodistas son frecuentes en todo el mundo, siendo México uno de los países con mayor número de periodistas asesinados y/o encarcelados según se viene registrando en las investigaciones al respecto.

En la UE y en relación con periodistas españoles, uno de los casos recientes y más sangrantes es el del periodista español Pablo González, retenido en la cárcel de Polonia, a punto de cumplir un año de encierro, aislamiento total e incomunicado sin que se hayan acreditado cargos para su detención, situación que se viene prolongando sin justificación alguna y sin que en todo este tiempo se le permitiera ninguna visita salvo la que su mujer pudo realizar cuando ya Pablo llevaba 10 meses encarcelado y en una situación de aislamiento que supone una tortura; tan solo puede salir de su celda a un patio en solitario una hora al día.

Como la fiscalía polaca no ha presentado prueba alguna más allá de acusarle de la mera sospecha de ser un espía ruso, la periodista y escritora Teresa Aranguren se preguntaba recientemente si lo que estaban esperando era a “fabricarlas”, por eso invita a combatir ese silencio cómplice que, salvo honrosas excepciones entre las que se encuentra este medio, se ha venido manteniendo al respecto.

Esta actitud de Polonia hace pensar en las denuncias y en ciertas dudas que vienen pesando en Europa sobre el sistema judicial polaco, aunque ahora parece que han dejado de tener peso y no pocos se cuestionan si ello se debe a que Polonia forma parte de la UE y está considerada baluarte de avanzadilla de la OTAN, (pese a que existen ciertas resistencias al respecto por parte de algunos países de la U E), y pudiera estar sujeta a alguna razón de mandos superiores de la OTAN para decidir sobre el caso porque su información pudiera dejar en mal lugar a algunos de los supuestamente “buenos” de esta guerra.

Con respecto a las argumentaciones polacas de que Pablo González pudiera haber estado actuando en Ucrania como espía ruso, el argumento de su doble pasaporte quedó debidamente justificado por su doble nacionalidad.

Como ya se dijo en anteriores ocasiones, se trata del nieto de un “niño de la guerra” español y vivió en Moscú hasta los 12 años, fecha en que su madre lo trajo a vivir a España. Su pasaporte ruso como Pavel Rubtsov se debe al hecho de tener un padre ruso y conservar dicha nacionalidad y el apellido y pasaporte español de Pablo se deben a su madre.

En cuanto a la acusación de la policía polaca de que recibía dinero de Rusia como pago por su “espionaje en Ucrania” cuando se encontraba en el Dombás antes de salir por Polonia, también está documentado como ayuda familiar que su padre le remitía fruto del alquiler de propiedades que, como igualmente acredita Teresa Aranguren, los 350 euros eran remitidos a Pablo en España y también a su hermana que vive en Australia.

La preocupación por la situación de Pablo va más allá de su injusta situación personal y preocupa tanto en España como en la U E por la pérdida del derecho a la información que supone para la población el veto a determinados canales de comunicación y a recibir información del otro bando de la guerra, como a la propia libertad de prensa para difundir la información.

El derecho a la información queda vulnerado cuando sobre algo no se informa, se informa deliberadamente de manera incorrecta o incompleta o simplemente se difunden bulos con intención tendenciosa que a lo que conduce es la desinformación real



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