lunes, 4 de septiembre de 2023

El futuro es hoy, vivir al día nada resolverá

 



George La Tour: El tramposo del as de diamantes


Fuente: Diario Público

Manolo Monereo
Colectivo Prometeo

Se trata de algo más que un juego de estrategias. Sánchez y Feijoo están en lo mismo: llegar al gobierno y, a la vez, preparar las condiciones para ir a nuevas elecciones. Las dos cosas son una. Feijóo se sabe, por poco, en desventaja: los números no le dan para ser jefe de gobierno. Sánchez parece que lo tiene más fácil y que llegará a gobernar de nuevo. Un gobierno, dicho sea, al paso, diferente al anterior: el eje gira a la derecha (PNV/Junts), Sumar más débil que Unidas Podemos y, fundamental, la cuestión nacional-territorial en el centro del debate público.

Es una cosa curiosa. Se lleva años advirtiendo sobre los enormes peligros de la llegada de las derechas al gobierno y de sus consecuencias políticas, sociales y económicas. Ahora parece que se entrevé la posibilidad de un PP más moderado capaz de pactar hasta con Junts. De nuevo vivir al día y no saber lo que pasa. El PP está a cuatro votos de ser gobierno, es decir, hay un empate estratégico entre los dos bloques que organizan las mayorías políticas en nuestro país. No hubo victoria, solo se evitó la derrota. Dicho de otro modo, la izquierda de gobierno ganó porque movilizó a su alicaído electorado no en función de un proyecto en positivo, sino porque hizo del miedo las derechas el eje de su campaña electoral. El miedo, lo sabemos, funciona, pero tiene un tiempo limitado.

Los empates estratégicos se rompen sumando o restando, o ambas cosas a la vez. El bloque de las derechas tiene proyecto y, sobre todo, un imaginario social que ha colonizado ampliamente el sistema político-constitucional del 78 y todos y cada uno de sus símbolos. No hablo solo de la monarquía, de la bandera o de las FFAA, hablo de la Constitución; mejor dicho, de una lectura de la misma que ha ido erosionado los fundamentos de todo el sistema. Baste pensar en lo derechos sociales o en la llamada cuestión territorial. La izquierda hoy carece de un proyecto alternativo de país. Lo tuvo y fue refrendado en las plazas: garantizar los derechos sociales, democratizar la economía y los medios de comunicación, modificar un sistema electoral injusto que promueve el bipartidismo, reforma constitucional y proceso constituyente, la lucha contra la corrupción. Se podría continuar.


La clave del poder de las derechas han sido los consensos básicos que se han ido construyendo y que bloquean las políticas que pudieran limitar y democratizar los grandes poderes: alineamiento férreo con la política exterior norteamericana, pertenencia a la OTAN y a su estrategia de impedir, cueste lo que cueste, la emergencia de un nuevo orden multipolar; acuerdo con la Unión Europea del euro y aceptación consciente con sus políticas neoliberales. Se dirá que todo esto es consecuencia, en gran medida, de las políticas implementadas por el PSOE; ese ha sido y es el gran problema de la izquierda española. Más claro, el partido de Pedro Sánchez es el sistema, la otra pata del sistema y la polarización existente se da en el territorio marcado por la derecha.

Hace unos días Urtasun, portavoz de Sumar, habló de la poca ambición programática del PSOE y, días después, Yolanda Díaz dijo que el gobierno de coalición era inevitable. Negociar así no es muy prometedor. Debatir mirando de reojo a las elecciones anticipadas es el escenario. El 2024 es año electoral: europeas, gallegas, vascas y, con más margen, las catalanas. El juego de Feijóo es inteligente y no exento de riesgos; por lo pronto tendrá que definir, por primera vez, un programa solvente. Nada fácil. Los equilibrios con Vox serán difíciles de mantener y los guiños a Junts y al PNV poco creíbles. La pregunta es pertinente: ¿por qué ir hasta el final en una batalla que no se puede ganar? Se vuelve a hablar de tamayazos, de complicidades con la Casa Real y demás juegos palaciegos. Todo es posible.

Feijóo, creo, va a intentar romper el empate y configurarse como una oposición consistente a un gobierno que sabe débil y que inevitablemente va a entrar en el terreno minado de la cuestión nacional-territorial. Negociar con el inquilino de Waterloo será difícil y el aparato judicial no estará pasivo. El independentismo está en horas bajas y el conflicto entre Esquerra y Junts se agudizará en un año prelectoral. En el centro, el gobierno, su política, su estructura y composición. De Bruselas viene consolidación fiscal y el fin de las alegrías presupuestarias. La desindustrialización europea seguirá avanzando en beneficio de los EEUU y el eje de gravedad de la Unión continuará girando hacia el Este. Las noticias del frente ucraniano no son buenas y habrá que dedicar muchos más medios a las políticas de defensa y de seguridad, con la perspectiva de un conflicto general en el Sahel. El débil impulso reformista del gobierno está en cuestión; no parece que los grandes temas económicos, fiscales y sociales estén el centro de las preocupaciones de Pedro Sánchez. La consigna es durar, durar.

Sumar nació para gobernar; se plegará, con mayor o menor entusiasmo, a los criterios básicos definidos por el PSOE, insisto, en un contexto determinado por la alianza PNV/Junts. El escenario ya lo vivimos: negociaciones, conflictos y postureo de cara a la galería de los votantes que los medios convertirán inevitablemente en mercadeo de prebendas, en discriminaciones y enfrentamiento entre comunidades, por cierto, controladas en su mayoría por el PP. La cuestión nacional-territorial es la gran debilidad del PSOE. Carece de un proyecto solvente y tiene miedo a abrir el debate del título VIII de la Constitución. Las derechas unificadas se emplearán a fondo con el objetivo explícito de dividir y neutralizar la base electoral de las izquierdas, empezando por Cataluña.

Ganar a las derechas, romper el empate estratégico con el bloque político-social de derechas, exigiría un gobierno de coalición protagonista de la vida pública, en base a un conjunto coherente de reformas económicas, sociales y constitucionales que hicieran visible un proyecto alternativo de país. En este sentido durar es perder, aplazar la derrota y entregar el gobierno; la victoria a las derechas. El PSOE seguirá existiendo; por ahora, sigue siendo el sistema. Lo que puede desaparecer es la izquierda, las fuerzas políticos-sociales que siguen teniendo una perspectiva transformadora y socialista.

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