domingo, 10 de febrero de 2019

Vísperas de barbarie

 
 
 
 Julio Anguita
Colectivo Prometeo
 
      El capitalismo globalizado está en crisis. Y ésta es de mayor alcance e importancia que las clásicas de sobreproducción. Mientras tanto, el proyecto alternativo desde la izquierda ni está ni tampoco se le espera, por ahora. Dos son las causas fundamentales de esta crisis: la hegemonía de los valores y proyectos económicos del sistema ha alcanzado sus límites planetarios; ha llegado a todas partes y no hay plus ultra. Pero además, la finitud de los recursos naturales, conjuntamente con las consecuencias medioambientales de la civilización industrial, señalan el peligro de extinción de la vida misma. Efectivamente el capitalismo globalizado ni puede conquistar más espacios físicos ni tampoco puede continuar depredando sin límite.
     Pero, y obedeciendo a su impulso genético, el capitalismo no puede existir sin incentivar constantemente la producción, el comercio y las finanzas. Obedece a su naturaleza. Ante los nuevos retos, el sistema se ha proyectado hacia inversiones no tocadas sino muy superficialmente hasta hoy: agua, pensiones, sanidad, educación, seguridad, aire, tierra, investigación, alimentos, etc. Los Estados son despojados de sus funciones y competencias y el mercado se transforma en un nuevo Leviatán aún más inmisericorde. Una nueva Lex Mercatoria (TTIP, TICSA; etc.) ha suplantado a las legislaciones nacionales, los Derechos Humanos y los Pactos Internacionales sobre los mismos.

El panorama mundial nos ofrece desigualdades crecientes, explosión demográfica en las zonas marginales y marginadas del planeta, envejecimiento poblacional del primer mundo, guerras parciales de la ya empezada III Guerra Mundial, refugiados, pateras, éxodos permanentes, etc. Y junto a ello la impotencia de las instituciones internacionales que nacieron para corregir horrores y guerras de todo tipo. Presidiéndolo todo el enorme cinismo de las élites económicas, políticas y mediáticas. Toma cuerpo una humanidad fallida.
El capitalismo y su centro de poder político, EEUU y satélites, ha empezado a responder en tres direcciones. Para empezar ha renunciado al mito del libre comercio internacional porque ya hay otros que exportan más. Un nuevo proteccionismo disfrazado de patriotismo es el nuevo santo y seña. La guerra explicitada sin complejos, es sopesada, nuevamente, como la solución más radical. Las decisiones de Trump sobre la ruptura unilateral de los tratados sobre desarme van en ese sentido. Y la tercera no es otra que la apropiación manu militari de los recursos ubicados en otros lugares y países (Venezuela es el caso más reciente) y la cambiante designación del enemigo a batir: el eje del mal.
Esta nueva fase de las relaciones internacionales tiene su correlato fiel en los nuevos fenómenos sociales, políticos y culturales que surgen en las poblaciones víctimas de las políticas neoliberales. El negro, el emigrante, el "otro" son el eje del mal doméstico. Se potencia el culto a la fuerza y al simplismo mental. Todo ello inmerso en el líquido amniótico de la cultura del espectáculo permanente. Vísperas de barbarie.

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