sábado, 5 de octubre de 2019

Julio Anguita artículo:Felipe VI " el Republicano"


 Julio Anguita
Colectivo Prometeo

Fuente:EL Economista

   Pedro Sánchez ha declarado que la monarquía de Felipe VI "representa los valores de la II República". Se comprende, y hasta parece plausible que el Presidente del Gobierno - sedicente republicano por otra parte- en una entrevista realizada en el extranjero, sea respetuoso con el Jefe del Estado y no de pie a que sus palabras pudieran crear malestar o conflicto entre la primera y segunda magistratura del Estado. Pero de ahí a la hiperbólica, servil y gratuita adulación cortesana hay un trecho enorme.
   ¿Por qué el Jefe del Ejecutivo ha dicho semejante dislate? ¿Se trata de un caso de ignorancia histórica o de frivolidad política? ¿Conoce la ejecutoria de su partido anterior a 1975? Particularmente no creo tales cosas. Se me hace cuesta arriba pensar que se le hayan olvidado las decenas de miles de cadáveres republicanos víctimas de la dictadura, abandonados en cunetas y fosas comunes sin que sucesivos gobiernos de la monarquía constitucional o el propio Rey hayan solucionado o se hayan interesado al menos por acabar con esa ignominia. Tampoco creo que se haya olvidado la secuencia histórica desarrollada entre el respaldo de Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera, la marcha de España del citado rey, la proclamación de la II República, la rebelión del ejército africanista, la dictadura de Franco, la designación por parte de éste a Juan Carlos I como sucesor del régimen " a título de Rey" y la posterior Transición con todos sus olvidos, sus renuncias y la inmersión de intereses financieros, grupos oligárquicos y servidores de la dictadura, en el nuevo Jordán "democrático".


   Creo que Sánchez está preparando a la opinión pública para la segunda fase de la restauración monárquica que comenzó tras la muerte del dictador. Se prepara un nuevo consenso favorecedor de los intereses del estatus y que será sellado por una reforma constitucional a la mayor gloria de Felipe VI. Las declaraciones del Presidente del Gobierno no tienen otra intención que preparar a la opinión pública para la venta de una mercancía averiada: el Reino de España como ejemplo de un original y novedoso producto de síntesis onírica y delirante: una república coronada.
Invito a mis lectores a que, obviando los GAL, la corrupción, la cloacas del Estado, los escándalos financieros que salpican a la Monarquía, la inexistente separación de los tres Poderes del Estado o la inanidad práctica del texto constitucional, hagan una lectura comparada entre el texto de la Constitución de la II República Española y el de la Constitución Monárquica de 1978. Estoy seguro de que tras la lectura, las declaraciones de Sánchez les parecerán un falseamiento de la verdad histórica cuando no un insulto a la inteligencia media de la ciudadanía española.

   ¿Qué tiene en común un Jefe del Estado elegido democráticamente, con un Rey no elegido por nadie y en cuya sucesión rigen preceptos propios de la Ley Sálica, discriminatoria con la mujer? ¿Qué tienen en común un Presidente de la II República que podía ser procesado y un Rey inviolable que, además, extiende su manto protector sobre su padre cuando éste ya ha dejado de ser Rey? ¿Qué tienen en común una Constitución monárquica que impide prácticamente su reforma, con la republicana de 1931 que hace dicha reforma accesible? ¿Qué tiene en común la Constitución Monárquica y la republicana de 1931 con referencia a la responsabilidad de los ministros ante el Congreso, inexistente en aquella y reglada en la republicana? ¿Qué tiene en común una constitución que delega en las FFAA la garantía de la defensa de la misma con la republicana que omite este mandato heredado de la dictadura?
    Las declaraciones de Sánchez se erigen en el correlato perfecto con la España de la política como espectáculo malo y degradado, de las marcas electorales glamurosamente irrelevantes, de la corrupción, la dictadura del poder financiero, la desmemoria cultivada y la monarquía borbónica. Un respeto, al menos, por la II República debelada por el fascismo.

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