jueves, 4 de junio de 2020

Detrás del ruído y la furia



Antonio Prieto Ballesteros
Médico Jubilado


Para comprender la situación política en nuestro país, creo necesario atender a dos aspectos relevantes. De un lado la radicalización de nuestras derechas que, contra todo principio democrático, han dejado de reconocer los resultados electorales, siempre que no sean ellos los ganadores; a la par que han renunciado a presentar propuestas alternativas a las formuladas por sus adversarios, sustituyéndolas por el ruido, el insulto, la descalificación y la furia.

En este contexto, la crisis generada por la pandemia, que ha sorprendido a un ejecutivo recién establecido, la han considerado como oportunidad y como escusa, para profundizar en su estrategia de crispación y desafección. Todo su trabajo durante el periodo de alarma ha consistido en tratar de convertir el malestar lógico de quienes hemos tenido que permanecer confinados, en descontento, cuestionamiento, rechazo y rabia contra todas y cada una de las propuestas, fueran cuales fueran, que propusieran los responsables políticos, generando y fomentando un clima de desconfianza, incluso criminalización, buscando la desobediencia e insurrección civil y la intervención de otros poderes del estado, con el fin de derribar al gobierno.



El segundo aspecto que se ha de tener en cuenta es que, aunque aparentemente critican la gestión, que está haciendo el gobierno, de la crisis sanitaria, en realidad su estrategia está orientada a influir en quien y como se gestiona la crisis económica subsiguiente.

Este es el aspecto verdaderamente importante para comprender el comportamiento de la derecha extremada, es la causa de su renuncia a los mínimos consensos necesarios, que toda sociedad democrática precisa en los momentos de crisis, y que los lleva a estructurar una oposición como la descrita.



La pandemia ha demostrado que el mundo del trabajo es básico, que los servicios públicos (sanidad, educación, fuerzas de seguridad, servicios sociales y atención a la dependencia) son fundamentales. Los ciudadanos nos hemos hecho conscientes, y así parecen demostrarlo las encuestas, que gracias a estos se ha podido hacer frente con éxito a la epidemia. Que los problemas con los que nos hemos encontrado han sido consecuencia del desmantelamiento y desatención a la que habían sometido al sector público, cuando gobernaron aplicando las recetas neoliberales, para hacer frente a la anterior crisis económica. Que los ciudadanos estaríamos dispuestos, como siempre, a pagar nuestros impuestos para potenciar dichos sectores y, lo que es más relevante, a apoyar medidas de mayor presión fiscal a las clases más acomodadas.



Desde el gobierno, no sin tensiones internas, se están estructurando unas respuestas que tratan de establecer tres objetivos: que en la crisis económica nadie quede atrás, proteger los servicios públicos y que esta crisis no la pague el mundo del trabajo, como sucedió en la crisis económica de 2008. Por esto, no es casual que el descontento, las revueltas y las acciones de ruptura del confinamiento haya surgido en los barrios donde viven los más acomodados.



La estrategia del ruido y la furia no es una exclusividad española, es una práctica puesta en marcha a nivel mundial por las clases privilegiadas, para contener el descontento de los damnificados por décadas de políticas neoliberales. En estos momentos les resulta muy difícil

defender su agenda política de privatización de servicios públicos, de reducción de salarios, de recortes de pensiones, de despido libre, de reducción de impuestos a los grandes capitales. Por ello, las manifestaciones no las hacen reivindicando sus propuestas políticas, las hacen apelando a sentimientos generales (libertad, patria, muertos), con los que muchos pueden identificarse. No reivindican sus propuestas, por qué, de hacerlo, la gente podría ver que los intereses que defienden, no son las que más les conviene como ciudadano. Pero de hecho, es lo que están proponiendo y aprobando en Andalucía, en Murcia, en Madrid o en Galicia.



Cuando gritan libertad, saltándose las medidas colectivas de prevención, cuando se envuelven en la bandera y se proponen como defensores de la patria, como si las propuestas del gobierno fueran una agresión a los valores patrióticos y no unas medidas que chocan con sus intereses, lo que en realidad están haciendo es desviar hacia los sentimientos, la atención de los ciudadanos, es utilizar la patria, la bandera y el concepto libertad, como instrumentos de defensa de sus intereses particulares más insolidarios. Se envuelven en la bandera como escudo para defender su cartera. Así pues, que no nos engañen, la patria, la bandera, los insultos y la crispación son, todos, instrumentos que necesitan para generar ruido emocional al servicio de la agitación que precisan para que la salida de esta crisis se realice de acuerdo con sus intereses.

Su objetivo es, sin ninguna duda, hacer todo lo posible, incluso al margen de los procedimientos democráticos, para impedir que el actual gobierno pueda pilotar la gestión de la crisis económica adoptando medidas que vayan contra esos intereses. Para lo que están dispuestos a incendiar la vida política y a degradar, si le es preciso, todos los poderes del estado.



Frente a ello, además de desvelar y difundir su manipulación, es fundamental no caer en la provocación de entrar a confrontar sentimientos, sino poner al descubierto sus propuestas políticas insolidarias y defender colectivamente el valor de las propuestas sociales, culturalees y económicas alternativas.



Antonio Prieto Ballesteros

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