Julio Anguita
Colectivo Prometeo/ FCSM
Todo el mundo lo sabe, o en su caso lo intuye,
fuerzas políticas, sindicatos, medios de comunicación, empresarios,
intelectuales, etc. La UE, esta UE, la Eurozona y el llamado proyecto
europeo en general, no sólo está agotado sino que en absoluto tiene nada
que ver con las esperanzas “europeístas” manifestadas a principios de
la década de los noventa. Por no hablar de las visiones de Jean Monnet,
Robert Schumann o Altiero Spinelli. El propio Felipe González reconocía
en el diario El País de 31 de mayo del 2012 que poner en marcha la
moneda única sin haberla cimentado previamente en la unidad económica,
había sido un error. Lo que resulta sorprendente es que tras esa
afirmación todavía sigan, él y los otros cofrades del “europeísmo”,
persistiendo en ese error.
Los padres del Tratado de Maastricht y siguientes tratados marcaron una deriva hacia la construcción de un monstruo antidemocrático y en total contradicción con los DDHH o documentos vinculantes como la Carta Social Europea de 1961. Un monstruo que ha succionado las soberanías nacionales y las ha sustituido por entes, organismos e instituciones carentes de respaldo democrático alguno. Pero al fin y a la postre ese producto de las ligerezas y frivolidades políticas y fundamentalmente de los intereses económicos y financieros de las oligarquías europeas y trasnacionales, ha devenido en la implantación del IV Reich alemán.
Nadie en privado defiende ya ese proyecto de UE, todo lo más que se oye de algunos es que “no se puede hacer otra cosa” o también que “cuando Maastricht nos engañaron”. ¿A quién?
Los dirigentes políticos y también sindicales, carentes ya de razones, argumentos o excusas mínimamente argumentables señalan “la solución”, afirmando con vacua solemnidad que “Debemos construir más Europa”. Esta última fabulación hubiera tenido éxito como slogan allá por los años noventa en los que muchas inteligencias fueron abducidas por la propaganda. Pero ahora, con lo que está ocurriendo, el slogan carece de fuerza y atractivo. ¿Cuál es la Europa que debe desarrollarse más, la de Maastricht o la de la Carta Social Europea? ¿Quiénes van a protagonizar ese desarrollo: las instituciones no democráticas o la ciudadanía y sus instituciones electas? ¿Sobre qué bases económico–sociales se quiere conseguir “más Europa” ¿Ese “más Europa” significa más de lo mismo o, por el contrario, es otra visión distinta?
Nuestro país necesita de políticos que le digan la verdad por dolorosa que pueda ser. Es más, decir la verdad, plantearla con todas sus aristas y crudezas abre un camino para la reconciliación de la Política con el pueblo. Claro está que esa reconciliación obliga a dimisiones y cambios de rumbo. Nuestro país debe oír la realidad de que, hoy por hoy, el problema se llama UE, Eurozona y euro. Y debe oírlo ya, antes de que el nuevo Gobierno se vea obligado a recortar los Presupuestos Generales del Estado, aprobados el año pasado, en nueve mil millones de euros y además implantar nuevas medidas laborales restrictivas y abiertamente anticonstitucionales.
Sé perfectamente que ni Rajoy, ni Sánchez ni tampoco Ciudadanos o los nacionalistas conservadores van a lanzar un mensaje que contradice toda su ejecutoria. Pero ¿Y los demás? ¿A qué esperan? ¿Temen a los medios de comunicación amaestrados? ¿No ven que adelantarse a los acontecimientos les colocará ante su pueblo como auténticos servidores públicos?
Yo, ateo convicto, no me resisto a reproducir una cita del Apocalipsis 3: 14 – 22 “Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca”.
Los padres del Tratado de Maastricht y siguientes tratados marcaron una deriva hacia la construcción de un monstruo antidemocrático y en total contradicción con los DDHH o documentos vinculantes como la Carta Social Europea de 1961. Un monstruo que ha succionado las soberanías nacionales y las ha sustituido por entes, organismos e instituciones carentes de respaldo democrático alguno. Pero al fin y a la postre ese producto de las ligerezas y frivolidades políticas y fundamentalmente de los intereses económicos y financieros de las oligarquías europeas y trasnacionales, ha devenido en la implantación del IV Reich alemán.
Nadie en privado defiende ya ese proyecto de UE, todo lo más que se oye de algunos es que “no se puede hacer otra cosa” o también que “cuando Maastricht nos engañaron”. ¿A quién?
Los dirigentes políticos y también sindicales, carentes ya de razones, argumentos o excusas mínimamente argumentables señalan “la solución”, afirmando con vacua solemnidad que “Debemos construir más Europa”. Esta última fabulación hubiera tenido éxito como slogan allá por los años noventa en los que muchas inteligencias fueron abducidas por la propaganda. Pero ahora, con lo que está ocurriendo, el slogan carece de fuerza y atractivo. ¿Cuál es la Europa que debe desarrollarse más, la de Maastricht o la de la Carta Social Europea? ¿Quiénes van a protagonizar ese desarrollo: las instituciones no democráticas o la ciudadanía y sus instituciones electas? ¿Sobre qué bases económico–sociales se quiere conseguir “más Europa” ¿Ese “más Europa” significa más de lo mismo o, por el contrario, es otra visión distinta?
Nuestro país necesita de políticos que le digan la verdad por dolorosa que pueda ser. Es más, decir la verdad, plantearla con todas sus aristas y crudezas abre un camino para la reconciliación de la Política con el pueblo. Claro está que esa reconciliación obliga a dimisiones y cambios de rumbo. Nuestro país debe oír la realidad de que, hoy por hoy, el problema se llama UE, Eurozona y euro. Y debe oírlo ya, antes de que el nuevo Gobierno se vea obligado a recortar los Presupuestos Generales del Estado, aprobados el año pasado, en nueve mil millones de euros y además implantar nuevas medidas laborales restrictivas y abiertamente anticonstitucionales.
Sé perfectamente que ni Rajoy, ni Sánchez ni tampoco Ciudadanos o los nacionalistas conservadores van a lanzar un mensaje que contradice toda su ejecutoria. Pero ¿Y los demás? ¿A qué esperan? ¿Temen a los medios de comunicación amaestrados? ¿No ven que adelantarse a los acontecimientos les colocará ante su pueblo como auténticos servidores públicos?
Yo, ateo convicto, no me resisto a reproducir una cita del Apocalipsis 3: 14 – 22 “Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca”.
La Izquierda en Euskal Herria ya sabia lo que era "el proyecto europeo" mucho antes de todo esto. En EH, la verdadera izquierda informo de la realidad criminal que se gestaba y que no atendía sino a intereses completamente antidemocráticos y tiránicos de criminales del capital haciendo la cama Europea para que sirviera como patio de recreo financiero de pocos a costa de cientos de millones. Ya se veía venir como mínimo desde 1998.
ResponderEliminarLos precios de todos, absolutamente todos, los productos aumentaron el doble cuando no el triple en apenas año y medio (años 2000 y 2001), y ¿Quién se lo llevaba crudo?. Pues es evidente, solo hay que trazar la ruta del dinero para percatarse de que al final de la misma, en aras de la acumulación marxista del capital, se encuentran los que crean, modifican los valores a sus albores e intereses personales y acumulan capitales sin ningún valor ni función real pues es dinero puramente especulativo: grupos de muy distintos pelajes pero con un denominador común; acumulan capitales a costa de la fuerza de trabajo, subordinación y los productos de la inteligencia (conocimiento aplicado) del resto de las gentes del planeta. Aunque sus actividades criminales no fuesen especulativas la superestructura económica capitalista en si misma ya es una aberración construida para el latrocinio legalmente normalizado y el control dominante de clases pudientes.
No hay que ser tampoco muy espabilado para percatarse de que una unión real, no puede hacerse sin la gente que dices está unida (el mantra de la representación), es decir; los europeos. Una unión monetaria, no económica, política ni social, no es y no ha sido más que un inmenso negocio trillonario de criminales, a costa de las vidas, libertades y derechos, progreso social y relaciones humanas, enfermedades mentales y físicas y sufrimientos sistematizados de todo un continente, y por su influencia en el mundo, de todo el planeta. Pues el capital es "internacionalista". Más allá de la ironía última; el capital(ista) no tiene más patria que su bolsillo personal. No solo eso sino que no tiene, ni se le ocurre al parecer, otra forma de existencia que no sea la explotación y la miseria de los demás, a beneficio propio.
No hace falta ser un experto para saber que una sociedad es integra, esto es, es sociedad (sistema social), cuando todos sus componentes funcionan unívocamente, al unísono en determinada dirección (sea o no correcta). Por tanto, una sociedad cambiada forzosamente en lo monetario para que los monetaristas tengan pingues beneficios a costa de una economía desestructurada y criminal, no es sino un negocio. Nada de un proyecto sociopolítico europeo, y mucho menos democrático, libre, justo, equitativo, solidario, honesto o soberano.
Todo esto ya se sabia, ¿pero qué puede hacer el currela medio frente a criminales organizados y cultos (al menos hasta cierto punto, muchos son completos zoquetes) cuando ni los currelas se soportan entre si en su día a día? ¿Qué hacer cuando los siervos son iguales que el amo y son mayoría aplastante? ¿Resignarse? ¿Hablar de revolución para que los propios compatriotas de clase social se rían de uno a la cara, incapaces ellos (y sin necesidad de serlo) de imaginar otra vida? Educados en el Capital, en la violencia y en el conformismo de las migajas.
..que hacer..? ..pues comprar un par de entradas pal próximo madrid-barsa pa ti y pa mi y luego del partido irnos a casa con la sensación que somos lo máximo en Europa, ronaldo, messi,
ResponderEliminar..están felices de ser europeos, como no vamos a estarlo tú y yo.. Si en algún momento imaginara que hay algo que se pueda hacer me recordaria de Julio Anguita y de ti, pero no por eso iba a esperanzarme