Fuente: Cuarto Poder
MANOLO MONEREO
Miembro del FCSM
Para Julio Anguita, profeta de la otra España,
de la vencida y nunca derrotada,
la que renace cada día.
de la vencida y nunca derrotada,
la que renace cada día.
Fue hace dos días. Me llamó un viejo dirigente de Izquierda Unida.
Estaba muy preocupado y me hacía preguntas con mucho dramatismo:
¿romperán Podemos como hicieron con IU? ¿Demolerán a Pablo como hicieron con Julio?
¿Aguantará Podemos? No eran preguntas fáciles y exigían una reflexión
serena y a la vez, radical. En ese momento no tenía ni las ideas claras
ni la tranquilidad de espíritu suficiente. El ataque es alevoso, cruel y
casi unánime y provoca tal indignación que me impedía la respuesta en
ese momento.
Quisiera comenzar con una afirmación
rotunda y clara: el principal problema de España, desde hace dos siglos,
son sus clases dirigentes, la sólida, maciza oligarquía
económico-financiera y patrimonial que ha mandado en ella sin ningún
tipo de miramientos humanos, políticos y sin proyecto alguno de país.
Sin esto no es posible entender lo que está pasando en nuestra patria.
Un largo período histórico de guerras civiles, golpes de Estado y
dictaduras, la derrota permanente de los proyectos de modernización y
democratización del país, nos han marcado como pueblo y como Estado.
Cada crisis de los poderes dominantes ha sido seguida por la
correspondiente restauración monárquica impuesta—esto es decisivo— por
la fuerza de las armas al servicio de unas clases dirigentes
políticamente subalternas y económicamente dependientes de los centros
de poder de las grandes potencias europeas.
Es bueno empezar por la Historia cuando, como ahora, vivimos una
crisis de régimen que, de nuevo, se intenta saldar con una enésima
restauración borbónica y con nuestra progresiva conversión en la
periferia de una Europa alemana del euro. Lo que está en juego es
España, su modelo productivo, sus derechos sociales y laborales, sus
libertades reales y concretas. Como siempre, los poderes económicamente
dominantes y su clase política aceptan un nuevo orden que nos condena al
subdesarrollo y nos convierte en un protectorado igual que al resto de
los países del Sur.
Cuando se habla de Podemos, de sus supuestas crisis, hay que entender
que la batalla no está en el interior de Podemos. La batalla es
Podemos, mejor dicho, liquidar a Podemos, romper a su núcleo dirigente,
demoler a su secretario general, restarle votos y protagonismo
político-social. Y todo esto, ¿por qué? Si miramos el mapa político, es
evidente; si no existiera Podemos, sus confluencias y la esperanza
social depositada en ellos, la restauración ya hubiese vencido.
Estaríamos en el escenario que hemos conocido durante 30 años:
bipartidismo, sucesiones pactadas y búsqueda, más o menos necesaria, de
partidos satélites que acompañaran a las dos fuerzas monárquicas
dominantes.
Si atacan con la fiereza que lo hacen es porque Podemos les hace
daño, porque se convierte en un obstáculo para los poderosos, porque
genera confianza, seguridad, entusiasmo y esperanza en los “comunes y
corrientes”. La palabra clave es la autodeterminación de las personas,
de los hombres y mujeres que dicen basta y se constituyen en un
(contra-) poder de hecho. Este es el impulso que llega desde el 15M, de
las Mareas, de las luchas sociales y sindicales que se han ido
concretando, mutando, cambiando el mundo de eso que hoy conocemos como
Podemos.
La comparación con IU puede dar pistas de lo que está pasando hoy. Se
tiende a olvidar que la Izquierda Unida de Anguita fue una enorme
innovación política antes, mucho antes, de la caída del Muro. Innovación
en las formas y en los contenidos, en la propuesta y en la estrategia y
en su enorme capacidad de organizar alianzas sociales. La primera
novedad fue radical y diré que casi absoluta: IU no era una fuerza
satélite, bisagra y subalterna del PSOE. La segunda, era más audaz,
pretendía ser alternativa al partido de Felipe González,
es decir, a una socialdemocracia neoliberal, aliada estratégica de los
poderes económicos, mezclada con la corrupción y ligada al terrorismo de
Estado. La tercera novedad fue la construcción de una fuerza—un
movimiento político y social— alternativa a la política y a las formas
de hacer política dominantes. Por último, un tipo de organización capaz
de realizar en su seno una síntesis entre las viejas tradiciones
socialistas —en un sentido amplio— y los nuevos movimientos
emancipatorios; y todo ello concretado y fundado en un programa común
colectivamente elaborado.
Como se ve, hay similitudes más que evidentes con el proyecto de
Podemos. Lo que más preocupaba y preocupa a mi viejo amigo de IU son las
“otras” similitudes. La fundamental, el ataque sistemático contra la
dirección de IU y especialmente, contra Julio Anguita. Aquí se inaugura
el “psico-social” (ver La trama: un psico-social interminable sobre Podemos)
que se aplica ahora a Podemos. El PSOE de PRISA, con todo el inmenso
poder que tenía en ese momento, puso en pié una estrategia con objetivos
claros y precisos que buscaba, como fin último, impedir que IU se
convirtiera en una fuerza determinante en la vida política española. Eso
se consiguió.
La clave de la estrategia era propiciar la división interna de la organización y la construcción de una oposición al secretario general y a la mayoría de la organización. El objetivo fue convertirla en la otra cara
en todas las noticias que tenían que ver con IU. El marco cognitivo que
se pretendía crear tenía tres elementos anudados entre sí: 1) un
secretario general rígido, prepotente y, era lo fundamental, desfasado
en el espacio y en el tiempo; 2) una oposición interna moderna,
dialogante, responsable, capaz de situarse bien en la España que
audazmente construía Felipe González; y 3) era la clave, crear la imagen
—mil veces repetida— de una organización en crisis, sin futuro e
incapaz de construirse como alternativa mayoritaria en la sociedad.
Creo que esto no va a ocurrir con Podemos. El país ha cambiado y
detrás del partido que dirige Pablo Iglesias hay un movimiento social,
político y cultural muy amplio, mucho más de lo que fue la IU de Julio
Anguita. El ciclo económico lleva a una etapa de deflación o
estancamiento (lo que he llamado la recuperación regresiva) que
consolida un modelo social basado en altas tasas de desempleo, en la
precariedad y bajos salarios, en la desigualdad y el retroceso de los
derechos sociales, laborales y sindicales. A diferencia de la fase
actual, en la época de la IU de Anguita el ciclo económico desembocó en
una de las etapas más largas de crecimiento y generó un nuevo consenso
social que duró más de diez años.
El PSOE es hoy un proyecto históricamente agotado en un sentido muy
preciso: no tiene una propuesta alternativa de país, no es capaz de
vertebrarlo territorialmente, sus alianzas sociales son muy débiles y su
poder se basa en ser un obstáculo para impedir el ascenso de Podemos.
Los medios, hasta este momento, tampoco son lo que eran antes. El
control de los grupos de poder económico se ha hecho mucho más estricto y
la libertad de prensa es apenas hoy una libertad de empresa que tiende
inexorablemente al oligopolio. Marcan la agenda pero ya no son capaces
de controlar toda la información y las redes sociales les quitan un
poder que, en muchos sentidos, hoy está en disputa. Nada será igual que
antes y el frente de la guerrilla comunicativa—no sé por cuanto tiempo—
da nuevas capacidades para las fuerzas que luchan por la transformación
social.
Cuando se habla de los conflictos en el interior de Podemos
—comparándolos con los de IU— lo que me sorprende es que no haya más y
más fuertes. Es un movimiento que se autoconstruye en un largo ciclo
electoral, que supera sin grandes crisis la elaboración de listas
europeas, autonómicas, municipales, generales y, sobre todo, que
realiza políticas extremadamente audaces de alianzas con fuerzas
nacionalistas de izquierdas y movimientos sociales sólidamente
implantados en esa pluralidad que llamamos España. Todo ello realizado
en un contexto de una agresión permanente de los medios y de los grupos
de poder económicos.
Lo decisivo del psico-social de estos días es romper al núcleo
dirigente de la organización. No será fácil. Lo que hay en Podemos son
diversas culturas políticas, tradiciones diferenciadas y una riquísima
experiencia social. Podemos es un proyecto en permanente definición y
con acuerdos muy sólidos en cuanto el tipo de país a construir. La
pluralidad es la garantía de su éxito, no un obstáculo a suprimir. Poner
en cuestión esto, comparado con la vida “democrática” de las demás
organizaciones políticas es, cuando menos, patético.
Pronto se verá que Podemos va a ganar también esta batalla. Se
equivocan en la brutalidad y en el carácter masivo del ataque. Costes
seguramente habrá, pero habrá también recuperación. Hay una nueva
conciencia democrática en el país, más culta, más sofisticada y con una
presencia social más fuerte. Ahora ya no es tan fácil engañar como
antes. Con Podemos, seamos o no de esta formación política, nos jugamos
la cualidad y calidad de nuestra democracia, el poder de los que no
tienen poder y nuestros derechos y libertades.
Resumiendo, Podemos ha sido obligada a atrincherarse en un lugar, en
un espacio tiempo que no controla y que permite ser bombardeado
permanentemente. Como diría Passolini, en el palacio no
hay vida para las clases subalternas y para los movimientos
emancipatorios. Las negociaciones, los interminables juegos de
estrategia, la política como espectáculo se convierte en una guerra de
trincheras y de enfangamiento para Podemos. Es como una obra de teatro
donde las gentes, nuestro pueblo, mira embobado y pasivo lo que hacen
los que mandan. Cada día una sucesión de noticias peores que el día
anterior y la gente preguntándose qué queda de la política verdadera, de
la política que afecta a las mayorías sociales, a sus libertades y
derechos. Enfangados.
No es verdad aquello que decía Alfonso Guerra, ni
siquiera para el PSOE de la época. Me refiero a eso de que “un minuto de
televisión vale más que mil mítines”. Son cosas diferentes y se pueden
complementar y hoy, con las redes sociales, mucho más. Ayer, como hoy,
un movimiento emancipatorio necesita la participación activa de una
parte sustancial de la sociedad, una organización porosa y sólidamente
insertada en las clases trabajadoras en un sentido amplio, con
relaciones profundas con la intelectualidad crítica del país y con una
enorme capacidad alternativa desde un punto de vista político cultural.
Hace falta volver a un discurso-proyecto, salir del enfangamiento y
volver a movilizar a las gentes que miran y no comprenden. En
definitiva, Podemos debe demostrar que puede y que su recurso más
preciado es el consenso y el apoyo de los “comunes y corrientes”.
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