José Aguza Rincón
Colectivo Prometeo
Hubo un tiempo en este
país en que los niños jugaban alegremente en sus calles y plazas,
sin importarles sus nombres, entre otras cosas porque desconocían la
realidad de lo que representaban.
La ignorancia de los
pequeños y la represión o el miedo de los mayores hacían ignorar
la simbología de tales personajes, representantes del poder
opresivo, del exterminio y del terror.
La gran lacra sobre la
memoria, es la implantación del olvido y el desconocimiento de una
parte horrenda y sangrienta de nuestra historia reciente.
La verdad y la labor de
grandes historiadores no acaban de llegar al inculto y doblegado
ciudadano en muchos casos y se desconoce la labor de investigadores
tan ilustres como nuestro paisano el profesor Francisco Moreno Gómez
y su obra sobre la Guerra Civil española y la dictadura franquista
en Córdoba, con trabajos tan serios y contrastados como “1936,
el Genocidio Franquista en Córdoba”, “Trincheras de la
República, 1937-1939”, o “La victoria sangrienta,
1939-1945”, por citar algunas.
Muchos de aquellos niños,
hoy adultos ignorantes y analfabetos, cuyos abuelos o familiares
fueron represaliados, fusilados o desaparecidos por personajes o
autoridades franquistas, algunos descendientes de caciques y
ultraconservadores, se niegan como energúmenos a reconocer la
historia y eliminar del callejero popular sus nombres, que en vez de
honoríficos son un oprobio para la ciudadanía, aparte de ilegales.
Jornaleros y obreros antes de ser fusilados por los franquistas. Fernán Nuñez ( Córdoba) |
Personajes como José
Cruz Conde, militar que regresó de Madrid para incorporarse y
asesorar a los militares, llegaría a ser alcalde de Córdoba,
Antonio Cañero, caballista y garrochero que sería responsable del
terrorífico Escuadrón Cañero sembraría el pánico tanto en la
ciudad como en pueblos y entornos rurales, sigue dando nombre a un
barrio y plaza de la capital. El cronista José María Rey Díaz,
presidente de la Subdelegación de Prensa y Propaganda del
Movimiento, funcionario municipal y contable de los asesinados en los
cementerios cordobeses, que no sólo cuenta con una calle en el
centro próxima al barrio de Santa Rosa, sino además lo más grave
da nombre a un colegio público en la citada calle. Otro personaje
que aparece en nuestro viario es el que fuera jefe provincial de
Falange, Fernando Fernández Martínez o el periodista Quesada
Chacón, que sería secretario de Bruno Ibáñez Gálvez, que sería
el primer represor de Córdoba y autor de innumerables masacres.
Otro de esos personajes
distinguido con calle fascista en Córdoba, fue Joaquín López
Huici, condecorado con la medalla militar por sus acciones como
teniente provisional de Infantería del tercer batallón de Falange,
tanto en Sevilla como en tierras cordobesas junto al río Zújar.
No voy a seguir
extendiéndome en más personajes relacionados con el franquismo, a
pesar del gran número que quedan y que siguen contando con nombre en
nuestro callejero, pero también es necesario recordar que según
cifras oficiales en Córdoba y provincia, hay aproximadamente 18.000
expedientes de Consejos de Guerra, en numerosísimos casos sin
garantías legales y se calcula que pueden haber unos 12.000
fusilados en fosas comunes. Solamente 2700 están identificados de
los 4000 aproximadamente que están enterrados en fosas de los
cementerios de San Rafael o de la Salud de la ciudad.
Es inconcebible que con
estos antecedentes, haya quien se niegue a la supresión de dicha
titularidad o pida un referéndum cuando existe la Ley 2/2017 de 28
de marzo de Memoria Histórica de Andalucía, de obligado
cumplimiento.
La Ley entraría en vigor
tras su publicación en el BOE número 63 de 3 de abril de 2017,
teniendo dieciocho meses para eliminar del callejero toda simbología
y nomenclaturas relacionadas con el franquismo.
El reconocimiento de
personajes con un pasado similar es totalmente inadmisible para la
ciudadanía cordobesa, además de una humillación y un ataque a la
dignidad de las victimas de la represión o sus familiares y que
todos deberíamos exigir su eliminación.
Por otra parte, si leemos
con atención y detenidamente la Ley de Memoria Histórica, es
manifiesto el incumplimiento que se sigue haciendo de la misma en
todo su contenido, así como a las directrices y recomendaciones
internacionales a las que se hacen referencias en ella.
El artículo 32 del
capítulo III es muy claro respecto a la prohibición de exhibición
pública de símbolos y elementos contrarios a la Ley. Ante ella, no
cabe ninguna acción ni referéndum, sino su cumplimiento
exclusivamente.
Por otro lado, los medios
de comunicación deberían colaborar más activamente en el
conocimiento y desarrollo de esta Ley, según recoge el artículo 48,
lo que significaría su correcta e inmediata aplicación o falsas
interpretaciones y la manipulación de sectores interesados en su
nula ejecución.
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