Fuente: El Economista.
3 de agosto de 2018
3 de agosto de 2018
Para desgracia de la inmensa mayoría de españoles, el
horizonte de la actividad política actual no va más allá de los eventos
electorales periódicos. La ausencia de reflexión –y aún de curiosidad– por
los problemas de fondo que van anunciando un futuro incierto, son la señal de
que la Política, entendida también como análisis y acción encaminada a buscar
respuestas a lo venidero, está ausente.
Y los asuntos siguen ahí, anunciando cada día perspectivas más que sombrías:
UE, inmigraciones, paro estructural, juventud sin proyecto económico, social y
de vida al que sumarse, inexistencia de un tejido productivo sólido
diversificado y coronando la incertidumbre, una evidencia: el régimen del 78 es
incapaz de regenerar ni regenerarse. Y de todo ello surge la pregunta clave
¿Qué España, cuando se derrumbe el edificio carcomido de la Transición y con él
la monarquía que lo sustenta?
Creo que desde ya, fuerzas políticas y sociales,
colectivos de diversa índole, intelectuales y aquella parte de la ciudadanía
que intuye el fin de una época y por otra parte no atisba ni siquiera el
embrión de un proyecto alternativo, debieran enfrentarse a la cuestión de
diseñar, concebir y extender el modelo de III República Española. Este es, a mi
juicio, el gran debate que estos tiempos necesitan porque es la llave de los
otros.
Y lo primero que el republicanismo existente hoy debe
asumir, si quiere que la propuesta motive, galvanice voluntades y aportaciones
es abandonar la idea de que la III República Española es la continuidad de la
que fue debelada por el fascismo. El republicanismo que aspire a crear un
Estado de nuevo cuño no puede ser visto como la exclusiva exhibición del
tremolar de la bandera tricolor o las añoranzas de épocas que sin duda tuvieron
su épica y dejaron una herencia a tener en cuenta, pero que ya no pueden
constituirse como modelo a reimplantar.
La comodidad o la pereza intelectual de volver al
pasado no puede ser el motor de una nueva época. La República no es
exclusivamente una forma de Estado, ni siquiera es lo más fundamental. La
República implica un edifico político construido democráticamente en el que la
Ley se cumpla para todos sin excepciones. La República será tal si garantiza derechos
y exige deberes, aplica la separación de poderes, impulsa y premia la ética
pública, procura que la expresión de la voluntad popular sea la más exacta
posible, educa en valores, construye un Estado laico y establece un marco
legal, cultural y de responsabilidad ciudadana en el que las tensiones
inherentes a la vida social puedan resolverse bajo el exclusivo imperio del
Derecho
La República no viene sola, se construye y se implanta.
La República implica un edifico político construido democráticamente en el que la Ley se cumpla para todos sin excepciones. La República será tal si garantiza derechos y exige deberes, aplica la separación de poderes, impulsa y premia la ética pública, procura que la expresión de la voluntad popular sea la más exacta posible, educa en valores, construye un Estado laico y establece un marco legal, cultural y de responsabilidad ciudadana en el que las tensiones inherentes a la vida social puedan resolverse bajo el exclusivo imperio del Derecho
ResponderEliminarSi en vez de República ponemos otro nombre también valdría. ¿O no? Y si fuera posible que al final en vez de tener un Rey no tengamos un Presidente de Estado como Trump.