Si una organización o colectivo sedicentes de izquierdas
asumen que -por serlo- representan una enmienda a la totalidad del
sistema, debe consecuentemente asumir también la necesidad de una hoja
de ruta que conduzca a dos escenarios: uno, la superación de la
situación presente, y el otro, la construcción de la alternativa
buscada. En el supuesto de que los objetivos se tengan claros y nítidos,
solamente falta diseñar la hoja de ruta adecuada, porque eso constituye
la prueba fehaciente de que existen proyecto y voluntad de llevarlo a
cabo.
En
esa perspectiva, una hoja de ruta conlleva la existencia de cinco
universos de contenidos. En primer lugar precisa de un programa, que
incluya las fases y los medios para su consecución. También un discurso,
con el consecuente razonamiento y valores que lo informan.
Organización, con una estructura colectiva deliberante y unida en la
acción. En cuarto lugar precisa de alianzas, tanto tácticas y
coyunturales como estratégicas y de largo recorrido. Y por último
hegemonía, la consecución del consenso social y cultural necesario para
ejercer de mayoría.
Debemos
ser conscientes de que la política española, en la generalidad de sus
manifestaciones públicas y mediáticas, es una especie de plaga de
irracionalidad, vulgaridad y zafiedad que va degradando en progresión
geométrica el concepto y los contenidos de la vocación por lo público.
De ser, por definición y necesidad, la búsqueda del bien común o al
menos mayoritario, la visualización de la actividad política ha devenido
en una delirante exhibición de impostura cutre y populachera.
En esta situación, agravada cotidianamente, la izquierda no puede
permitirse en absoluto descender, ni siquiera aparentemente, a esos
abismos que preludian las salidas autoritarias cuando no fascistas. Y lo
tiene fácil si es capaz de aguantar, poner en marcha una hoja de ruta
adecuada y todo ello con un dominio racional sobre los nervios y el
tiempo. Y ello supone, entre otras muchas cosas, la prioridad del
discurso lógico sobre el eslogan, el mensaje episódico del Twitter o la
aparición en medios de comunicación sobre cualquier temática o a
cualquier precio político. Por descabellado o ilusorio que hoy pueda
parecer, la izquierda aspira a cambiar el mundo, no que el mundo -al que
ella pretende ser alternativa- la cambie a ella precisamente. Una
reflexión sobre el avance del pensamiento y los valores conservadores e
irracionales nos ilustran suficientemente sobre lo que afirmo.
Y desde lo anteriormente expuesto a modo de marco de análisis, paso a
comentar someramente algunas cuestiones referentes a nuestra izquierda
(en la que me incluyo). Unidos Podemos hizo bien en apoyar la moción de
censura contra Rajoy. Y también hizo bien en apoyar los Presupuestos
Generales. Pero se equivocaría gravemente si ese apoyo táctico en
función de medidas concretas se transforma en apoyo estratégico y
definitorio de una política de largo alcance. Aquello del "Juntos
podemos" o aquello otro del "obligar a girar a la izquierda al PSOE" se
ha visto invalidado por la experiencia. En Andalucía, si se tiene o
quiere tener memoria, se sabe sobradamente.
"la visualización de la actividad política ha devenido en una delirante exhibición de impostura cutre y populachera."
ResponderEliminarNo es que "haya devenido" es que es el teatro institucional en el que las clases dominantes gustan de educar e insertar a las clases dominadas mientras ellas operan no fuera de ella sino por encima de ella son otra garantía más de que las dominadas, subsumidas en la degeneración de su dominada, explotada en base a intereses de clase socioeconómica y controlada experiencia vital, vayan a seguir actuando como borregos. Y los borregos se caracterizan por tirar piedras contra el tejado de su libertad, la verdad, la justicia, la bondad, fraternidad o todo verdadero bien humano que conlleve luchar contra la corriente ideológica, cultural y mental que esas mismas clases dominantes imponen a través de múltiples mecanismos, limitando la emprendimiento humano a la hora de alcanzar el comunismo y superar el Capital. Sin embargo, su discurso, siempre falaz, es justamente el contrario: el que defienden y avalan la emprendeduria humana. Nada más lejos de la realidad: el esclavista jamás avala ni avalara el emprendimiento humano de los esclavos en su liberación. Solo lo hará cuando sepan que se hunden más en la miseria que el dominador quiere para ellos.
Toda la política de la institución del Capital, desde mucho antes del Franquismo, está basada en el engaño, en el echar mierda y ruido para que la verdad de la lucha de clases y la intrínseca maldad de la existencia impositiva de las mismas por parte plenamente voluntaria y consciente de las clases dominantes no salga a relucir como lo que realmente es y en toda su extensión, grado, forma y crueldad.
Toda esa política en la que la falsa izquierda vive a gusto, está confeccionada en cada pliegue y detalle, incluidas las formas, para aparentar bondad, no para ser bondad. El criminal no puede ser bondad. El Capitalista no puede. No le queda otra que crear teatros y descripciones falaces sobre su propio capitalismo. Y eso es lo que hace.
Están quienes se unen al festín criminal de su institución en nombre del bien (los izquierdistas de la institucionalidad) que se quieren creer, mientras viven del cuento, que mediante las falsas herramientas que el capitalista permite a sus lacayos estos últimos podrán liberarse de él, y están esos lacayos de los amos (las derechas) que saben del crimen, pero lamiendo el culo y asumiendo el asesinato perpetuo del Capitalismo sacan tajada en menor grado y cualidad a su amo, pero imitándolo pretendida y pretenciosamente.
Tanto unos como otros engañan y se engañan, en un teatro sin fin que dura ya demasiados milenios.
Miles son los términos que han usado para transfigurarlo, vestirlo de seda, pero el mono, mono se queda.
Luego están los que comprenden el crimen en el que todo el Capitalismo se basa, y hacen el pequeño y ya cansino esfuerzo de describir a la criminal situación de la realidad humana capitalista como lo que realmente es: el peor crimen de lesa humanidad que nadie haya podido perpetrar ni imaginar jamás. Tanto es así que ni siquiera un tercio de la población mundial es consciente de estas letras que aquí escribo, sea cual fuere su grado de conciencia. Pues su conciencia es nula. Les han convertido en masa y masa son. Productos deformes y degenerados del sistema, seres humanos felices con una existencia degenerada y atroz que siquiera son capaces de discernir como tal. Así de cruel es la ignorancia y maldad que el capitalista inculca impositiva e inconscientemente. Su injusticia inherente. Su violencia no legitimada alcanza limites que para inmensas mayorías masificadas ni siquiera existen o son conocidos, pero sin embargo les influyen de formas que tampoco comprenden. Luego, dicen ser libres... y votar... No hablemos ya de decidir...