Remedios Copa
Colectivo Prometeo
Tiempos
extraños, difíciles de vivir y de entender. Tiempos confusos dónde
la mentira lo impregna todo de tal modo que corremos el riesgo de no
atender ni a la verdad imprescindible; muchas veces imprescindible
incluso para salvar la vida. Pero ya no creemos.
No
creemos porque estamos hartos de mentiras, manipulación y
corrupción. Pero hoy la realidad se impone y es que afecta a nuestra
vida y eso obliga a creer y la duda es ¿a creer en qué, en quiénes?
Esta
etapa de aislamiento nos aboca a intentar discriminar lo cierto de lo
incierto, lo importante de lo accesorio. Es tiempo de obligada
reflexión.
En
primer lugar, en situaciones como la que nos ocupa, la ciencia está
por encima de la mentira y, si bien es cierto que los intereses
económicos perversos y corruptos gustan de meter su mano en ella,
aquellas autoridades sanitarias dedicadas únicamente a la asistencia
y la investigación, (a esa investigación pobre y mal pagada), cuyas
voces no hablan al dictado de ninguna multinacional ni de ningún
cargo político relevante, deberían ser fuente de información
recomendada.
Es
tiempo de aislamiento y de reflexión. En el aislamiento caben dos
posibilidades bien distintas; la primera puede generar rebeldía,
victimismo o ansiedad; la segunda nos facilita un tiempo de reflexión
maravilloso para que recapacitemos y comencemos a forjar un
imaginario de futuro bien distinto del que nos condujo a la situación
que estamos viviendo. Cuando todo pase, porque pasará aún a costa
de vete tú a saber qué precio, este espacio de “parada en el
tiempo” tiene que dejar en nosotros forzosamente una huella.
La
impronta que supondrá por ejemplo permanecer en un espacio limitado
y durante tiempo indefinido, en soledad o en familia, nos hará
reflexionar sobre lo que se pierde o se gana con respecto al ritmo
acelerado de la vida que veníamos llevando.
Volvámonos
observadores y reflexivos. Eso hará que pasemos con menos ansiedad y
angustia esta crisis y facilitará que reparemos en lo que sucede a
nuestro alrededor y en nosotros mismos. ¿Qué es lo imprescindible
en nuestra vida?. ¿Qué vínculos mantenemos con nuestros
semejantes, con nuestros familiares? ¿Cuáles son nuestras
necesidades afectivas y en qué medida están mejor o peor
satisfechas ahora? ¿Qué tipo y cantidad de consumo de bienes es
imprescindible y cuál apenas nos aporta felicidad o bienestar
añadido a cambio del tiempo que nos roba aislándonos en el trabajo
para poder conseguirlos?
Podemos
hacer muchas cosas con nuestro tiempo libre. Incluso así recluidos
en casa solos o con la familia y mascotas, (si las tienes), además
de vivir y analizar los vínculos de cada cual y retomar hobbies como
lectura, cine, música, o lo que se nos ocurra, podemos pensar,
soñar, hacer proyectos, volvernos más observadores de lo que ocurre
a nuestro alrededor, dentro de la casa y a través de las ventanas o
terrazas, pero sobre todo, dentro de nosotros mismos.
Debemos
soñar. Sin sueños no existe vida. Por eso es bueno soñar con lo
que queremos hacer cuando ésta pesadilla termine, cuando podamos
salir de casa, pisar la tierra, respirar el olor del mar o del campo,
mirar al cielo y disfrutar de esas nubes blancas y ese azul limpio y
puro, como hacía mucho tiempo que no era posible contemplar porque
la ausencia de la contaminación febril que diariamente causábamos y
que viene provocando más muertes que el mismo coronavirus, nos
impedía disfrutarlas.
Salgamos
conscientes de que todos nos necesitamos y que unidos venceremos, a
este virus y a otros que están destrozando el planeta y aniquilando
a muchos seres humanos.
No
olvidemos que los virus no tienen fronteras pero tampoco, que aunque
tú tengas agua y comida, si los demás no tienen tu seguridad se
acabó en ese instante.
Mi
aplauso hoy va dedicado a todas las personas que nos cuidan y están
haciendo que nos llegue lo que necesitamos: sanidad, comida, ayuda,
orden…¡Por todos los que tenéis que salir a la calle y os la
jugáis por nosotros!. Gracias.
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