miércoles, 1 de abril de 2020

El gran fraude de la Patronal española


Jorge Alcázar

Colectivo Prometeo
     Han transcurrido apenas 24 horas desde que el gobierno endureciera las medidas de confinamiento y la paralización de amplios sectores de la economía nacional. Ha transcurrido algo más de un día, y las críticas por parte de la derecha española y sus medios, por un lado, y de la patronal, por otro, han empezado a desarrollarse de forma fulgurante. Estas dos caras de una misma moneda están sacando toda su artillería para atacar las medidas adoptadas por el gobierno de la nación, y no les va a doler en prendas a la hora se socavar la credibilidad del mismo, como así estamos empezando a ver ya desde determinados sectores1, a fin de preservar el status quo que ostentan.
No es objetivo de estas líneas justificar tales medidas. Tampoco lo es aplaudir o censurar la posición del gobierno y sus actuaciones durante esta crisis sin precedentes. Ante lo desconocido y sobre lo que se es un ignorante, es mejor desarrollar prudencia y escuchar, para luego, con argumentos de peso y experiencia, valorar. El objetivo de este artículo es el de corregir, o más bien desnudar, las mentiras que desde el poder económico y sus secuaces políticos y mediáticos se han vertido acerca de unas cuantas cosas que se han dicho.
Durante el día del lunes 29 de marzo, el presidente de la patronal, Antonio Garamendi, recibió audiencia por parte de los grandes medios de comunicación del país. En una entrevista concedida a TVE exhibió su profundo malestar por el decreto que el gobierno acababa de aprobar horas antes, indicando que la paralización de la economía (en sectores no esenciales para la situación del momento) era un error de magnitudes incalculables. A la par, se aprestó a decir que la empresa española es la que genera la riqueza nacional, y que desde el momento cero, esta estaba al servicio del país, así como de la salud de los españoles.

   Vayamos por partes para desmontar este discurso y tomemos como ejemplo lo que actualmente está ocurriendo, no solo en España, sino en muchos países del mundo: la paralización de la economía. Esta, se debe al confinamiento de la población decretado por el Gobierno bajo recomendación de las organizaciones sanitarias2 nacionales e internacionales. Y el confinamiento se debe a su vez a que el coronavirus no entiende de las diferentes representaciones en las que el sistema capitalista nos dibuja: consumidor, trabajador, desempleado, jubilado, etc. Al producirse el confinamiento, cesa la mano de obra, cesa la producción industrial, comercial y económica en definitiva, por lo que la economía real, para. Si la economía se para, la generación de riqueza se estanca como consecuencia de lo anterior. Esto, que parece una obviedad, escapa del discurso oficial, que pretende mostrar al capital como el generador de riqueza. Luego aquí tenemos la primera de las falacias en las que incurre el discurso de la patronal, en boca del sr. Garamendi: el capital no genera riqueza. La riqueza es generada por el trabajador que, a lo largo de su jornada laboral, produce una plusvalía que en parte se convierte en plus capital y en parte se convierte en su salario.
   Desde la patronal se confunde, intencionadamente, generación de riqueza con capital y medios de producción. Veamos esto: en un estado de alarma como el actual, el Estado posee los mecanismos legales para nacionalizar las empresas y extraer de manos privadas el capital y los medios de producción necesarios para redirigir la producción industrial y económica hacia las necesidades del interés general del país, o bien, una vez superado este estado de alarma, para reorientar la economía hacia otros fines distintos a los amparados bajo el actual paradigma económico. Ni siquiera sería necesario legislar en este sentido, pues ya nuestra Constitución3, que con tanto celo se ha exigido que se cumpla en algunos otros aspectos, contempla dentro del marco legal dicha posibilidad. Sin embargo, lo opuesto es imposible: en un estado de alarma como el actual o dentro de una normalidad, el capital por sí mismo, con su iniciativa privada y sus medios de producción, es imposible que vuelva a poner en marcha la economía o desarrolle la misma sin disponer de la mano de obra necesaria para que este, en relación directa con el trabajo asalariado, entendido este no sólo como el que recibe un sueldo a fin de mes, sino también con el que se autoemplea y financia reproduciendo esta misma forma de producción capitalista, establezca el proceso mediante el cual, capital, medios de producción y mano de obra generan aquello que el dogma liberal acuñó como riqueza en términos de producción capitalista, pero que nos es otra cosa que extracción de plustrabajo del asalariado que se trasvasa a medios de producción y dividendos, aspectos estos intrínsecamente ligados al capital. Si el trabajo no se enajena plusvalorizándose en términos capitalistas, el sistema reproductivo de riqueza al que apela el sr. Garamendi es de todo punto ineficiente. Por tanto, la economía de una colectividad, entendida esta como sociedad, región o país, puede perfectamente funcionar sin necesidad del capital y los medios de producción privados. Por el contrario, es de todo punto imposible que esta misma economía pueda funcionar con la sola participación del capital y los medios de producción privados. En su esencia va ligada a la mano de obra asalariada de una manera íntima e indisoluble. La cuestión aquí es que desde la patronal pretenden establecer el sistema de producción capitalista como un dogma de fe. Dogma que se desmorona una vez más de un plumazo cuando, en momentos como los actuales, se requiere urgentemente de la intervención del estado y la inversión y el endeudamiento públicos.
Vayamos a la segunda falacia transmitida y publicitada por los voceros del sistema. Decía el sr. Garamendi que el capital español se pone a disposición del país y sus gentes, lo cual no casa con lo que ya en estos momentos se está produciendo en la economía y la sociedad española. Una nube tóxica nos impide ver todavía qué papel está desarrollando el capital que controla un amplio sector de la industria sanitaria del país en forma de hospitales y clínicas privadas, así como de farmacéuticas y laboratorios de investigación, pero los pocos datos que tenemos4, a tenor del apagón informativo en este sentido, no son precisamente favorables al argumentario del presidente de la patronal. Por otro lado, grandes empresas españolas como las del IBEX 35, con fabulosos beneficios y estipendios para sus directivos y accionistas, que en el año 2019 obtuvieron un beneficio neto de casi 30.000 millones de euros5, se han apresurado a quitarse el lastre salarial que les produce su excedente de mano de obra en una situación como la actual (recordando a fechas recientes). Así, Inditex ha establecido un ERTE para 25.000 trabajadores6, Burguer King lo ha hecho con 14.000, El Corte Inglés a casi 30.000 empleados, el sector de las aerolíneas lo ha abierto para más de 50.000 trabajadores, los grandes holdings empresariales de la hostelería y el turismo se han llevado por delante a casi 100.000 trabajadores; y la lista continua infinita7, hasta acumular un grueso nada desdeñable del total de trabajadores que, desde que se firmó el decreto por parte del gobierno, engrosan las listas de subsidiarios del Estado y de su propio trabajo. Sí, señor Garamendi, porque en esta nueva situación, la gran patronal, es decir, el capital privado que empleaba a esta mano de obra para obtener su rédito en forma de plusvalía, se ha desprendido del fardo que le supondría asumir la totalidad o parcialidad de estos salarios, recurriendo al Estado, aquel que no debe de intervenir en una economía de libre mercado como la nuestra, según el credo que ustedes defienden, para que ahora responda con las cotizaciones de los trabajadores al objeto de que estos y sus familias puedan seguir comiendo, vistiendo o pagar una hipoteca. Ahora, cuando vienen mal dadas, la gran patronal, el gran capital español, hace lo mismo que hizo en experiencias pasadas: socializar las pérdidas8. Si tras la crisis financiera del 2008 aprovecharon la coyuntura para aligerar el gasto en salarios, enviando a trabajadores al paro o estableciendo recortes nada desdeñables en las nóminas y derechos de estos, para sanear las cuentas de una banca que apestaba a desmán y burbuja inmobiliaria, al calor de las políticas que las instituciones desarrollaron al abrigo de sus intereses, y sin importar las consecuencias de estas sobre la mayoría social9 10, hoy y mañana no harán menos. La crisis para el capital es una ventana de oportunidad para mejorar sus balances y posición de dominio, y es ahí donde aplican la capitalización de las ganancias. Así, la mal entendida recuperación económica que en España se produjo a consecuencia de medidas draconianas, que afectaron directa y exclusivamente a la clase trabajadora de este país11, fue absorbida por las ganancias empresariales en detrimento de los salarios12, generando así las mayores brechas de desigualdad vistas en España en los últimos cuarenta años13 14 15. La gran empresa española, el gran capital, no se puso del lado de los trabajadores, del pequeño empresario o del autónomo, que al fin y al cabo y a la hora de las verdades, es el gran capital de la patria. Todo lo contrario, aprovechó la coyuntura y los vientos legislativos favorables para acaparar más mercado, precarizar mano de obra y condiciones y derechos laborales, a fin de reforzar su posición dominante en la economía del país y acrecentar sus cotas de poder. Se puso del lado de la única patria que conoce: el capital. Así, no dudaron en externalizar la producción16, cerrar fábricas nacionales17, permitir la entrada de capitales extranjeros que, en connivencia con el capital de aquí, forman oligopolios en múltiples sectores18 19, desarrollaron lobbies que desde Bruselas propalaron una economía de servicios20 orientada hacia el turismo, y que posibilitaron de facto la asfixia del campo español21, mientras se ensanchaban los bolsillos de los grandes tenedores de tierra22, y la desaparición de la industria manufacturera23, a la par que desde el gobierno de la nación y de las distintas comunidades autónomas y ayuntamientos abrían la espita de la privatización de servicios básicos y esenciales para la población24, como el energético, la educación, el cuidado de mayores o la sanidad (pública), ese patito feo durante décadas25 que ha sido denostado y maltratado, pero que ahora es la principal herramienta al servicio de los españoles. Ustedes, señor Garamendi, han convenido con el poder financiero y político para mercantilizar derechos básicos26 como las pensiones, para socavar estándares de bienestar que los españoles/as y los residentes en este país habíamos adquirido con sangre, sudor y lágrimas27. Cual buitres carroñeros se aferraron a las sucesivas desgracias y fomentaron el aturdimiento generalizado para crear sus fortunas28 y hacer más grande su única patria: el dinero.
Son falaces sus argumentos y son falaces sus declaraciones, sr. Garamendi. Haría bien, por tanto, en no mentir, guardarse su patria y sus actos de caridad para sus conciliábulos y comenzar por cumplir con sus obligaciones fiscales a nivel empresarial29 30 31y a nivel individual32 33 34. Dejen de hacer retórica barata, pedagogía de la demagogia, patrioterismo chusquero, y den gracias a que haya un gobierno timorato que todavía los ve con buenos ojos y no les mete mano, como en rigor, justicia, legitimidad y legalidad debiera hacer.


3 Artículo 128 de la Constitución Española. 1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. 2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica.
28 A este respecto, léase Franquismo S.A, ed. Akal, 2019.

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