Remedios Copa
Colectivo Prometeo
Las mujeres han estado en muchos frentes a lo largo de la historia, tanto en guerras como en otras situaciones de crisis. En ninguno de esos frentes necesitó nunca nadie un Concilio para determinar si las mujeres tenían alma o no, como lo cuestionó en su día la iglesia católica.
A lo largo de la historia los derechos y libertades y la posición social de las mujeres siempre tuvo en su camino una dura lucha de género, una lucha por la igualdad, y si bien es cierto que en muchas ocasiones dio pasos de gigante, también lo es que pasadas las situaciones de guerra, crisis sanitarias o situaciones similares, el salto atrás acostumbraba a devolverlas a las antesalas del punto en el que estaban antes de la contienda.
Tal vez las crisis económicas sean las únicas dónde las mujeres no ven acrecentados sus derechos, ni en ellas ni después, si no que son las sufridoras de la peor parte que los retrocesos y recortes de derechos traen consigo. Y no es porque no tengan un papel relevante en ellas, que también lo tienen, pero se trata de un papel que se come la peor parte del pastel: el mayor número de contratos en precario, mayor desigualdad salarial que sus compañeros en un mismo desempeño, mayor porcentaje sobreviviendo en la economía sumergida, asunción de los cuidados en la familia que provocan los recortes de bienestar social y que recaen en ella, precisamente porque a la hora de recortar jornada o dejar el trabajo es la candidata, debido a que sus ingresos suelen ser menos sustanciosos para el grupo familiar. Y con crisis o sin ellas los derechos y libertades alcanzados por las mujeres están siempre amenazados, incluso en etapas de cierta tranquilidad social, por partidos políticos de ultraderecha y por el sistema patriarcal capitalista.
Sin perdernos en la historia y situándonos en el presente, en esta crisis sanitaria agravada por los recortes de la anterior crisis económica y las privatizaciones de lo público, las mujeres que están en servicios esenciales son mayoría y casi siempre sus trabajos, (proporcionando comida, higiene, cuidados y salud), son poco remunerados.
No se trata de que las mujeres no desempeñen otras funciones de alto rango en la sociedad, que también lo hacen como podemos ver, pero esas son una minoría aunque sean muy eficientes. En esta lucha contra el covid-19, los países gobernados por mujeres tienen en común una mejor gestión de la pandemia, como se está viendo en países como Taiwan, Nueva Zelanda, Islandia, Noruega, Finlandia y Alemania, países liderados por una mujer.
La taiwanesa Tsai Ing-wen dio la voz de alarma cuando el desconocido virus empezaba a dar señales de gravedad y expansión. Tomó medidas para bloquear la enfermedad que evitaron los bloqueos y confinamientos a los que otros países han tenido que recurrir. Ella advirtió a China del peligro de contagio persona a persona. También la primera ministra neozelandesa Jacinta Ardern advirtió del peligro y adoptó medidas claras y concisas al respecto, impuso el autoaislamiento e incluso relegó del cargo al ministro de sanidad por saltarse la orden de confinamiento. Otra mujer, Sanna Marín, ha conseguido que la cifra de muertos en Finlandia esté en 59; y Katrín Jacobson mantiene el número en 8 muertos por coronavirus en Islandia, convirtiéndose en un caso de estudio para conocer las tasas de propagación de la enfermedad. La otra mujer que advirtió de la gravedad de la situación fue la Canciller alemana Angela Merkel que calificó de grave la situación y advirtió de que el 70% de los alemanes podrían resultar afectados; su criterio y la claridad de sus advertencias fueron claves para que los ciudadanos se tomasen en serio el peligro y, sin resultados tan notorios como en los casos anteriores, ha conseguido que Alemania se mantenga en mejores cifras que otros países.
Pero no se tiren de los pelos por lo que ocurre en España al compararnos con ellas. En este país, con los medios sanitarios recortados y medio desmantelados, con los mismos problemas que tienen el resto de países para abastecerse del exterior, (fundamentalmente de China), del material de prevención y asistencia imprescindible para frenar esta pandemia, sin capacidad para producir casi nada en España porque todo tipo de producción se ha deslocalizado en busca de la mano de obra esclava, y con el agravante de una oposición que se empeña en hacer campaña para derribar al Gobierno que recién llegado ha tenido que comerse este marrón sin su colaboración, oposición que es responsable del estado de las cosas fraguado durante los años en que gobernó con mayoría absoluta, dudo que aunque nuestro Gobierno lo presidiera cualquiera de esas mujeres que tan brillantemente gestionan esta crisis pudiera alcanzar mejores resultados. Y no podrían porque aquí hay que recuperar las infraestructuras y titularidad de lo público y restaurar unos mínimos de producción nacional que permita defendernos en situaciones de crisis. Y eso no se improvisa. Hay que gestarlo con tiempo; un tiempo que esta Gobierno de coalición no ha tenido.
Lo inesperado siempre obliga a improvisar pero no es lo mismo improvisar contando con medios que sin ellos
A lo largo de la historia los derechos y libertades y la posición social de las mujeres siempre tuvo en su camino una dura lucha de género, una lucha por la igualdad, y si bien es cierto que en muchas ocasiones dio pasos de gigante, también lo es que pasadas las situaciones de guerra, crisis sanitarias o situaciones similares, el salto atrás acostumbraba a devolverlas a las antesalas del punto en el que estaban antes de la contienda.
Tal vez las crisis económicas sean las únicas dónde las mujeres no ven acrecentados sus derechos, ni en ellas ni después, si no que son las sufridoras de la peor parte que los retrocesos y recortes de derechos traen consigo. Y no es porque no tengan un papel relevante en ellas, que también lo tienen, pero se trata de un papel que se come la peor parte del pastel: el mayor número de contratos en precario, mayor desigualdad salarial que sus compañeros en un mismo desempeño, mayor porcentaje sobreviviendo en la economía sumergida, asunción de los cuidados en la familia que provocan los recortes de bienestar social y que recaen en ella, precisamente porque a la hora de recortar jornada o dejar el trabajo es la candidata, debido a que sus ingresos suelen ser menos sustanciosos para el grupo familiar. Y con crisis o sin ellas los derechos y libertades alcanzados por las mujeres están siempre amenazados, incluso en etapas de cierta tranquilidad social, por partidos políticos de ultraderecha y por el sistema patriarcal capitalista.
Sin perdernos en la historia y situándonos en el presente, en esta crisis sanitaria agravada por los recortes de la anterior crisis económica y las privatizaciones de lo público, las mujeres que están en servicios esenciales son mayoría y casi siempre sus trabajos, (proporcionando comida, higiene, cuidados y salud), son poco remunerados.
No se trata de que las mujeres no desempeñen otras funciones de alto rango en la sociedad, que también lo hacen como podemos ver, pero esas son una minoría aunque sean muy eficientes. En esta lucha contra el covid-19, los países gobernados por mujeres tienen en común una mejor gestión de la pandemia, como se está viendo en países como Taiwan, Nueva Zelanda, Islandia, Noruega, Finlandia y Alemania, países liderados por una mujer.
La taiwanesa Tsai Ing-wen dio la voz de alarma cuando el desconocido virus empezaba a dar señales de gravedad y expansión. Tomó medidas para bloquear la enfermedad que evitaron los bloqueos y confinamientos a los que otros países han tenido que recurrir. Ella advirtió a China del peligro de contagio persona a persona. También la primera ministra neozelandesa Jacinta Ardern advirtió del peligro y adoptó medidas claras y concisas al respecto, impuso el autoaislamiento e incluso relegó del cargo al ministro de sanidad por saltarse la orden de confinamiento. Otra mujer, Sanna Marín, ha conseguido que la cifra de muertos en Finlandia esté en 59; y Katrín Jacobson mantiene el número en 8 muertos por coronavirus en Islandia, convirtiéndose en un caso de estudio para conocer las tasas de propagación de la enfermedad. La otra mujer que advirtió de la gravedad de la situación fue la Canciller alemana Angela Merkel que calificó de grave la situación y advirtió de que el 70% de los alemanes podrían resultar afectados; su criterio y la claridad de sus advertencias fueron claves para que los ciudadanos se tomasen en serio el peligro y, sin resultados tan notorios como en los casos anteriores, ha conseguido que Alemania se mantenga en mejores cifras que otros países.
Pero no se tiren de los pelos por lo que ocurre en España al compararnos con ellas. En este país, con los medios sanitarios recortados y medio desmantelados, con los mismos problemas que tienen el resto de países para abastecerse del exterior, (fundamentalmente de China), del material de prevención y asistencia imprescindible para frenar esta pandemia, sin capacidad para producir casi nada en España porque todo tipo de producción se ha deslocalizado en busca de la mano de obra esclava, y con el agravante de una oposición que se empeña en hacer campaña para derribar al Gobierno que recién llegado ha tenido que comerse este marrón sin su colaboración, oposición que es responsable del estado de las cosas fraguado durante los años en que gobernó con mayoría absoluta, dudo que aunque nuestro Gobierno lo presidiera cualquiera de esas mujeres que tan brillantemente gestionan esta crisis pudiera alcanzar mejores resultados. Y no podrían porque aquí hay que recuperar las infraestructuras y titularidad de lo público y restaurar unos mínimos de producción nacional que permita defendernos en situaciones de crisis. Y eso no se improvisa. Hay que gestarlo con tiempo; un tiempo que esta Gobierno de coalición no ha tenido.
Lo inesperado siempre obliga a improvisar pero no es lo mismo improvisar contando con medios que sin ellos
Preambular mi solidaridad con la mujer en su sufrimiento histórico por la preterición a la que ha sido sometida. Dejar clara mi profunda empatía con el feminismo desde una postura raciocrítica.
ResponderEliminarQue la ultraderecha quiere recortar derechos feministas es notorio; son unos nostálgicos del "feminismo" antropológico franquista. Y contra los neofranquistas solo cabe la lucha sin cuartel.
Matizar que en la empresa pública -hasta donde alcanzo- hombres y mujeres gozan, en líneas generales, de idénticos estipendios. En el sector público, además, al menos en el sector sanitario, donde un servidor opera, las mayoría de altos cargos son mujeres. Y éstas ejercen sus funciones como los hombres: son tan verticales en el ejercicio del poder en sus ámbitos como cualquier hombre, o más. No existe " feminización" del poder en lo público bajo ningún concepto; solo existe el ejercicio del poder. Creer lo contrario es una impostura ideológica del Baratillo. (La empresa privada es otra dimensión).
La autora, subrepticiamente, nos enuncia una hierofanía feminista de gobernanza: nos muestra varios países donde, por ser mujeres sus primeras ministras, han tenido una preclara visión proléptica de la pandemia, y, fruto de ello, han mejor gestionado la pandemia. Una petición de principio difícilmente aceptable: lo femenino, por ser femenino, posee más calidad administrando un país...
(Baste estudiar los países enumerados para observar el porqué. Alemania es una superpotencia económica por definición, nucleado por un sistema ordoliberal bien establecido. Los tres países norteños por poseen estructuras socioliberales consensuadas muy peculiares. Taiwan es uno de los "tigres asiáticos" del capitalismo maduro, con una gran concentración de capital... ¿No serán las estructuras socieconómicas de dichos países las que han propulsado mejores salidas a la crisis? ¿No será esta una explicación más racional, objetiva y viable que deducirla del sexo de sus gobernantes?)
Por último, la autora analiza el caso español: nuestras carencias económicas producidas por los recortes estarían en la base de nuestros problemas para enfrentar la crisis sanitaria... Ella misma se autorrefuta: es la base estructural socioeconómica de una nación, y el grado en la que la misma se encuentra, la que condiciona la lucha contra la pandemia.
El feminismo es necesario, y su lucha justa. Pero cuando se hunde en el dogmatismo dicha teoría deviene en demagogia irrisoria.
La primera parte es el repaso de las mujeres que presiden países durante esta pandemia.
ResponderEliminarLa segunda, refleja nuestra realidad y posiblemente la de otros países que no salían tan bien parados.
Quise decir, quizás con vehemencia, que el ejercicio del poder es asexual en su praxeológica, pues es un fluido estructural que trasciende al sujeto y, por lo tanto, es infinitamente reticular. Mi analítica es, en este sentido, deudora del pensamiento de Foucault (entre otros). La aportación foucaltiana, con todas las reservas que se le deban hacer, presupone el desborde del marxismo binario. Y, por ello, en mi opinión, ensancha y enriquece el materialismo histórico clásico.
ResponderEliminarMi pensamiento es pro feminista aunque crítico con ciertas hipérboles que, si somos autocríticos, pueden, cual bumerán, volverse contra el mismo. Sin embargo, el feminismo, el ecologismo, la LGTBI, por citar algunos, son aportes insustituibles para seguir avanzando en la creación de un mundo mejor, en el más noble anhelo del sueño kantiano.