Pepe Aguza
Colectivo Prometeo.
Está claro que el ser humano no escarmienta y sigue ignorando la realidad de esta pandemia, que tantos miles de contagiados y muertos está causando no sólo en nuestro país si no a nivel mundial. Somos tan irracionales e inconscientes que hacemos caso omiso a recomendaciones y normas para evitar su contagio, a pesar de que la consecuencia más inmediata sea la Muerte.
Si bien la primera oleada, cogió a todo el mundo de imprevisto ante el desconocimiento de la enfermedad, algunos países como China, Corea del Sur, Nueva Zelanda o Finlandia, reaccionaron rápida y enérgicamente ante la crisis que se avecinaba y consiguieron contener su expansión. Sin embargo la mayoría de Estados no quisieron reconocer los peligros que suponía el virus y su facilidad de transmisión, así como sus diferentes mutaciones y siguieron actuando alegremente, negando los riesgos que entrañaba y produciendo cientos de miles de contagios y muertes.
Nuestro país, dado al jolgorio, fiestas, celebraciones, al turismo, sol y playas como principales fuentes de economía (en lo que le han convertido), tampoco quiso mantener una actitud rígida de acción, aparte de las múltiples contradicciones del Gobierno y la actitud de confrontación de la oposición que tampoco ha favorecido el bloqueo de las sucesivas oleadas, provocadas por falta de unanimidad de actuación en las distintas Comunidades, fronteras abiertas y celebraciones de actos, puentes festivos y Navidades, con el supuesto pretexto de “salvar la Economía, en vez de la Vida”.
Cuando se produce un grave accidente, un atentado o cualquier tragedia, los medios de comunicación dan una importancia enorme y aunque bien es cierto que con la pandemia, están diariamente en candelero, la opinión pública ya no toma en consideración ni les preocupa las miles de muertes que el virus está causando.
A principio de la crisis, todo eran espectáculos teatrales y aplausos desde los balcones a los “abnegados sanitarios que arriesgaban sus vidas”, sin embargo pronto todo se olvidó y la vida seguía como si la enfermedad fuera de otros. La lucha por la Sanidad, la Educación o los Servicios Públicos quedaba sólo para campañas electorales.
Mientras China construía hospitales de campaña en apenas dos semanas, España donde el desmantelamiento progresivo de la Sanidad Pública se encontró con una importante falta de profesionales sanitarios, que además tardaron poco en sufrir las consecuencias de los recortes y falta de material sanitario, pagaban con su salud e incluso sus vidas los efectos del mismo. Por otra parte, el despilfarro se seguía ejecutando fundamentalmente en Comunidades gobernadas por la derecha: el ejemplo más significativo, la construcción del Hospital Zendal de Madrid, un capricho de su presidenta Isabel Díaz Ayuso, que no ha dudado en duplicar su desorbitado costo (más de 153 millones de euros). Un centro para pandemias, que no cuenta con plantilla propia, dotado con personal obligado de otros centros, desmantelando sus servicios originarios y donde no cuenta con quirófanos.
Si bien es cierto que otros países, con dirigentes negacionistas, como fue el caso de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil o Andrés Manuel López Obrador en Méjico, por citar algunos de los muchos que surgieron, no reaccionaron adecuadamente a la pandemia, la sociedad española tampoco ha sido capaz de responder de forma firme al grave problema que de improviso le sobrevino y ni las autoridades sanitarias mantienen posturas unánimes para todo el Estado, aparte de sus contradicciones ni tampoco las fuerzas de orden público son respaldadas con instrucciones para reprimir incumplimientos y desordenes, a la hora de evitar riesgos, concentraciones y actos de inseguridad.
“La salvación de la hostelería” en verano supuso el incremento de contagios, detrás vinieron los viajes y festividades de los puentes del Pilar, de la Constitución, de las Navidades y ahora de la Semana Santa.
Las imágenes que vemos en estos días, nos hacen prever un incremento desorbitado en fechas próximas. Según informaciones recientes de la Consejería de Salud, las últimas cifras en Córdoba, indicaban un aumento de 4 ingresos más en Hospitales, así como el número de nuevos positivos que llegaban a los 352 y una nueva muerte. La tasa de contagios sigue subiendo cada día más. Las camas ocupadas por pacientes covid, rondan las 90 plazas. En el último año 913 personas perdieron la vida a consecuencia del coronavirus en nuestra ciudad.
A pesar de que el Consejero de Salud, Jesús Aguirre pidiera prudencia “sin salir de la propia burbuja” para evitar contagios, los ciudadanos hacen caso omiso, sin importar las consecuencias: “Ha llegado Semana Santa, hay que ver los pasos, las imágenes y los templos. No importa que no salgan las procesiones, el beaterio va a las Iglesias”, como si se acabara el mundo o no hubiera un mañana. Esto se llama necedad, fanatismo hipócrita e idolatría.
Declaraba muy ufano Miguel Ángel Torrico, Delegado de Seguridad y Movilidad, que los cordobeses tenían un comportamiento ejemplar respecto a restricciones y normativa. No sé qué entiende este señor por ejemplaridad, cuando la Policía Local de Córdoba puso el pasado fin de semana 139 denuncias por incumplimiento de las normas de prevención contra el coronavirus, de ellas 90 fueron por saltarse el toque de queda, 18 por botellones, 5 por alteración del orden público (las voces, ruidos y cantos a altas horas son frecuentes en diversas calles del casco antiguo), 10 por incumplimientos de limitación de agrupamiento y 15 por no llevar mascarilla.
Por otra parte felicitaba a las cofradías y hermandades, por el establecimiento de circuitos seguros en los templos y sus proximidades, algo totalmente inconcebible a cualquiera que circulara por las cercanías de dichos templos saturados: restricciones de de tráfico rodado por diferentes calles, vigilado por policía permanentemente, sin hacer ninguna advertencia a la saturación de gente en las vías, por las que era casi imposible transitar: buen ejemplo de ello lo tuvimos desde la Plaza de los Trinitarios, María Auxiliadora y adyacentes, donde la aglomeración de personas era semejante al bullicio de una procesión, una cabalgata o una feria. ¡De vergüenza! ¿Eso es una llamada a la prudencia y la cautela? ¿Esa es la sensatez de los ciudadanos?
El resultado de este triste y temerario espectáculo vamos a comprobarlo en breve, con un elevadísimo repunte de contagios, debido a esas aglomeraciones, la insensatez, la ignorancia e imprudencia en el cumplimiento de medidas de seguridad que impidieran su contagio.
Tienen razón los expertos cuando hablan de conseguir el nivel de rebaño refiriéndose a inmunidad, pero la verdad es que una gran parte de la sociedad actúa como auténtica manada, como rebaño de animales y no como seres inteligentes, cosa que a veces los animales nos superan.
Las festividades del supuesto nacimiento de Cristo, (fecha irreal impuesta por la Iglesia Cristiana para competir con las creencias politeístas romanas), así como la “bárbara celebración del martirio y su muerte” (Semana Santa, que igualmente se cambia a voluntad) y todas sus representaciones no dejan de ser adoraciones idólatras de figuras, que como Obras de Arte pueden ser respetadas, pero como objetos divinos son totalmente rechazables.
No sé cuanto tiempo tendrá que esperar la Humanidad para superar las supersticiones y creencias de tipo religioso, las manipulaciones de elementos y personajes que desde el principio de los tiempos, llevan viviendo de supercherías y leyendas de seres superiores, sin aportar ningún beneficio a la sociedad, de los que en la mayoría de los casos no hay constancia histórica y de los que se sirven para adquirir poder y riqueza, inculcando temor y miedo a la muerte y al más allá en una imaginaria vida eterna.
De estos principios se han valido siempre todas las religiones.
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