viernes, 23 de junio de 2023

Delitos de Guerra

 

Durero: Los cuatro jinetes del Apocalipsis



Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Es cierto que llevamos mucho tiempo asistiendo a guerras que bien podrían llamarse “por delegación”, o incluso “guerras deslocalizadas”, refiriéndonos a las que se producen en territorio ajeno y casi siempre alejado del país instigador del conflicto, en cuyo seno se ha infiltrado previamente el veneno que terminará generando descontento en la población, e incluso oposición al gobierno cuando ya se hayan articulado las fuerzas opositoras suficientes para que derroquen al Gobierno o sirvan de “justificación” para la intervención “salvadora” del instigador externo. Un instigador externo que siempre tiene intereses económicos, geoestratégicos o de hegemonía en la zona dónde se localiza la guerra tras el conflicto previamente instigado en la sombra.

Creo que no hace falta recordar que EE UU, según datos de 2019, desde su fundación en 1776 ha participado en 400 guerras en todo el mundo. No vamos a relacionar aquí la lista de los países invadidos, basada en el informe RL30172 del Servicio de Investigación del Congreso de los EE UU sobre Relaciones Internacionales, que comprende tanto guerras como envío de fuerzas militares y que contempla también los llevados a cabo con fuerzas de la OTAN, y relaciona tanto países bombardeados como invadidos o atacados con drones. Un simple repaso por Wikipedia o el Anexo antes mencionado son suficientemente ilustrativos al respecto. Las invasiones militares de EE UU al resto del mundo han sido han sido numerosas y estuvieron motivadas, como antes señalaba, por intereses de la nación norteamericana alrededor del mundo.

La actual guerra que se desarrolla sobre Ucrania, cada día más referenciada ya como la guerra de EE UU contra Rusia, al introducir a la OTAN en el juego está implicando a la U E que ya de por sí debilitada por las sanciones impuestas a Rusia por orden estadounidense, (y secundadas con absoluta rendición por los europeo), y ahora forzada a ingentes gastos militares para pagar la guerra en Ucrania, parece cada vez más evidente que no van desencaminadas las afirmaciones de que Europa se estaba suicidando.

El problema va más allá del suicidio de Europa porque la cerrazón negativa de Biden ante cualquier solución vía diplomática o negociación propuesta por países mediadores se convierte en rechazo y una nueva provocación que incendie más la escalada bélica. El gran problema es que EE UU con esa actitud está tensando tanto la cuerda que el mundo está en gravísimo riesgo de una guerra atómica que desencadene el fin de la vida para la especie humana en el planeta.

Los científicos y expertos en energía nuclear avisaron del peligro de un accidente fortuito en cualquier almacén de armamento nuclear, o el uso de las llamadas bombas limpias desarrolladas a partir de bombas de neutrones, podrían afectar a una central nuclear y generar una reacción nuclear en cadena. El Coronel Amadeo Martínez Inglés recuerda en un artículo el desasosiego internacional provocado 20 años atrás cuando las FAS yanquis utilizaron en Iraq “armas de destrucción masiva y, en concreto, de ingenios nucleares tácticos de última generación contra las bien pertrechadas y operativas Divisiones de la Guardia republicana iraquí, causándole más de 70.000 muertos en cuestión de horas” y facilitando con ello la toma de Bagdad y su estratégico aeropuerto. Se queja de cómo se silenció aquello y se hicieron oídos sordos, censurando incluso la información pese a que el Pentágono sí afirmó haber utilizado en Iraq bombas de racimo y napalm. Los 30.000 miembros de la Guardia Republicana de Sadam Hussein que luchaban fieramente contra el invasor “habían sido asesinados, masacrados, pulverizados impunemente desde el aire por un tipo de arma táctica de destrucción masiva, con toda seguridad derivada de las nucleares denominadas con total sarcasmo como “limpias” o de “neutrones” publicitadas por USA tiempo atrás”, dice el Coronel e historiador.

Se están utilizando armas prohibidas y cometiendo delitos de guerra sin que nadie denuncie ni alce la voz. La censura y el silencio campan a sus anchas y las voces ciudadanas que claman contra la guerra o los peligros nucleares son sistemáticamente ignorados.

Cuando se vuela la presa de Kajovka, se comete un crimen de guerra y un ecocídio sin precedentes: población civil ahogada, más de 82.000 desplazados, zonas de cultivo arruinadas, población civil sin agua potable, con el agravante de los daños a la central hidroeléctrica cuya electricidad es necesaria para mantener la seguridad de la central nuclear de Zaporiyia, lo mismo que el agua de la presa para mantener el nivel necesario para refrigerar la planta.

La voladura de la tubería de amoníaco en Jarkov, que Moscú atribuye a un grupo subversivo ucraniano, tuvo víctimas civiles debido a la nube tóxica que generó el amoníaco vertido. Una nube tóxico de amoníaco puede provocar daños respiratorios graves, dejar secuelas o incluso producir la muerte inmediata.

La última noticia ya no es que Ucrania bombardee instalaciones en territorio ruso o envíe drones al Krenlim, o los dos estrellados estos días en la región de Moscú. Se trata de algo mucho más grave si cabe y que, como muchos de los anteriores, se podrían calificar como delitos.

Como muchos de ustedes recordarán, en su momento hubo gran preocupación cuando varios medios publicaron la que existencia en Ucrania de laboratorios de experimentación de armas biológicas; al conocerse la noticia y una propuesta de Zelenski de desmantelarlos, fuentes ajenas a Ucrania señalaron que EE UU no autorizaba su destrucción porque había mucho dinero norteamericano invertido en ellos, incluso se habló de cifras millonarias invertidas por el hijo de Biden el año anterior. Después de aquel revuelo hubo un apagón informativo sobre el tema.

Pero estos días se ha vuelto a hablar del temor a que se utilicen armas de guerra biológicas. Rusia teme que sean ciertas noticias que apuntan a que Ucrania, en la gran ofensiva, se planteaba utilizar drones cargados con mosquitos contagiados de malaria contra las tropas rusas. De confirmarse esta práctica, aunque se llegara a destruir drones, los soldados rusos enfermos de malaria fuera de combate y la población civil también se vería afectada. Lo cierto es que en su momento ya se había señalado que una de las experimentaciones que los mencionados laboratorios estaban llevando a cabo era con mosquitos infectados de malaria.

Si tal barbaridad se llevase a cabo, (incluida la diseminación de ese tipo de mosquitos sobre las zonas inundadas como apuntaron algunas fuentes), sería un delito que en modo alguno puede quedar impune; esperemos que el mundo no mire para otro lado, como dice el Coronel Martínez Inglés que ocurrió con Iraq, y se eviten a tiempo tales atrocidades.

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