José A. Naz Valverde
Colectivo Prometeo
El domingo 23J nos encontramos ante unas elecciones que me hacen
pensar en las de 1933.
Aquellas se convocaron tras dos años del primer gobierno de la II
República, como consecuencia de los conflictos en la coalición de gobierno
entre republicanos y socialistas y la polémica por las propuestas de reformas,
de corte liberal y modernizantes de Manuel Azaña. Las propuestas fueron tomadas como ataque a
los ideales de los sectores más reaccionarios, desde los monárquicos a la jerarquía
católica y los poderes económicos de derechas.
Por su parte una gran parte de la clase obrera las veía como
insuficientes. Esto supuso que las fuerzas de derechas y ultras actuaran
conjuntamente y se presentaran unidas, mientras la izquierda se presentaba
dividida y una parte de la clase obrera, dirigida por la CNT hizo una intensa
campaña por la abstención, proponiendo como alternativa a la “farsa electoral”
la revolución popular.
La consecuencia es conocida, la victoria de la reacción, que preparó
el camino del golpe de Estado de 1936, la guerra civil y la represión de 40
años de dictadura. Y un aniquilamiento cultural que ha mantenido en gran parte
de la sociedad los valores tridentinos y fundamentalistas de la “unidad de
España” que ,como explicaba Julio Anguita , nunca existió territorialmente y es
una entelequia basada en la Monarquía y la Iglesia católica (“un rey, una
Iglesia, un país”)
Es preocupante que en 2023 se perciban aún estos mismos
planteamientos en los mensajes de las derechas en esta campaña electoral. Estoy
seguro que la gran mayoría de la población española está suficientemente
modernizada y no sigue personalmente los patrones de estos supuestos valores
reaccionarios.
¿Entonces qué está pasando? Un amigo y conocido historiador, me explicaba que “en estos cuatro años de gobierno de coalición las derechas han hecho política, mientras el Gobierno ha hecho sindicalismo”.
Las derechas se han dedicado a hacer ideología, retomar los
principios de la inmutable y eterna España, su sacrosanta Unidad, sus valores
cristianos (más bien nacionalcatólicos) etc. Aunque de hecho sus programas
consolidan una visión económica capitalista al servicio de las grandes
corporaciones, en contra de todos los servicios públicos y con preocupante
desprecio de los derechos humanos. Yo le contra argumentaba que me parecía que
el Gobierno había hecho muchas “políticas” protegiendo a las capas más
desfavorecidas en momentos tan difíciles como la Pandemia o la Crisis de guerra
en Ucrania, intentando mejorar los servicios públicos como la sanidad, subiendo
exponencialmente el salario mínimo y las ayudas mínimas o las pensiones,
legislando para evitar los despidos, mejorando la legislación laboral,
protegiendo las libertades individuales y los derechos sexuales, etc, etc.
Su respuesta me resultó clarificadora pero impactante: la mayoría
de las personas nos movemos primero por sentimientos, impulsos primarios sin
mucha reflexión, que nos llegan en mensajes muy cortos y simples y
reproducimos. Para tener una visión objetiva de la realidad hay que pararse
algo a analizarla. Ante mi insistencia de lo incomprensible de que se puedan
creer los slogans vacíos antes que tu propia realidad que tienes delante,
parece que coincidíamos en que en una sociedad tan mediatizada, donde todos los
llamados medios de comunicación están en manos de las grandes corporaciones, se
fabrica el “relato” y se sirve ya listo para engullir y repetir.
Es cierto que el Gobierno de Coalición ha incumplido parte de sus
compromisos firmados, no ha llegado a desarrollar todo lo posible parte de la
legislación prevista, pero es, con diferencia, el que más ha legislado en
medidas sociales desde la entrada de la Democracia, aunque con tensiones entre
los socios para cumplir lo firmado; coincido con mi amigo que en política
internacional se han desdibujado los principios fundamentales de la izquierda
en cuanto a defensa de los derechos humanos y la posición pacifista, etc.
Ante esto, ¿qué puede hacer la gente el próximo domingo?
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Las
personas de la mayoría social que se consideran con valores de derechas,
deberán optar entre una opción que favorezca su vida diaria, su trabajo, sus
pensiones, sus servicios públicos o sus
derechos o los valores ideológicos de esa “esencia española de toda la vida”
privándose a sí mismo de dichos beneficios y favoreciendo a las elites de poder
de este país.
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Las
personas que se consideran de izquierdas o progresistas, tienen también dos
opciones, parecidas a las que se planteaban en 1933: optar por no participar
porque el gobierno no ha cumplido todo lo prometido y promover la organización
popular para después combatir el gobierno reaccionario que resulte; o votar
para que este gobierno continúe, en cuyo caso tiene dos opciones, elegir entre
el partido mayoritario y más reticente a los cambios o al que más ha presionado
para que los cambios se realicen.
En cualquier caso, elegir el gobierno que más garantice el avance
social es condición indispensable, pero no suficiente. La ciudadanía tendrá que
organizarse, más allá de votar, para reclamar el cumplimiento de las promesas y
mayores avances.
En mi caso, como persona que vivió el final de la dictadura y no
participa de la ideología que la reivindica y propone volver a muchos de sus
valores, y teniendo en cuenta lo extremadamente peligroso de esta situación,
podéis imaginar que votaré la coalición que más políticas sociales plantea,
aunque le exigiré junto con la ciudadanía que me acompañe, que además de hacer
aún más “sindicalismo”, como dice mi amigo “HAGA POLITICA”
Muy buena comparativa y análisis de la situación actual. Enhorabuena por un artículo tan clarificador. Cualquiera que haya visto el debate de anoche, un debate a 3 de RTVE (un debate al que no acudió Feijó y no pudo explicar sus propuestas por motivos de fuerza mayor, ya que en ese momento estaba dando una entrevista en el AS), por mucho que se maquille a través de los medios, sabe perfectamente que políticas y propuestas quieren aplicar cada un@. Para poder blindar y mejorar sus propios derechos y libertades l@s ciudadan@s deberían reflexionar sobre su futuro y bienestar apelando a la coherencia como principal argumento antes de arrojar sus votos...yo lo tengo clarísimo de cara al 23J, votaré con mucha ilusión y sobretodo con la conciencia tranquila, nunca he sido partidario del harakiri.
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