Manolo Monereo *
Hay
que insistir una y otra vez en que la clave siempre está, y en estos
momentos históricos mucho más, en saber cómo mandan los que no se
presentan a las elecciones. La cuestión básica, a mi juicio, es saber
“leer e interpretar la fase”: lucha denodada, sistemática y sin cuartel
entre pasado y futuro, continuidad y cambio, restauración
dinástica-oligárquica o ruptura democrático-plebeya. Todo lo demás,
creo, debe leerse en el marco de este conflicto de clase y, sobre todo,
de poder, incluidas las elecciones andaluzas.
La política es un arte y la estrategia, su instrumento principal. Susana Díaz,
la Presidenta de la Junta de Andalucía, cuando convocó anticipadamente
las elecciones andaluzas sabía lo que hacía: situar “a contrapié” a Podemos, destrozar al PP y quitarse de en medio a una díscola IUCA dirigida por Antonio Maíllo,
alguien que no era de los suyos. Todo el mundo estaba de acuerdo en
esto y las elecciones le han dado la razón. Hasta aquí, todo normal,
todo previsible. Hay que ir más allá.
¿Qué es lo específico y qué es lo general de las elecciones
andaluzas? Deberíamos centrarnos en esto. La jefa de Andalucía es
“orgánica del poder”, es decir, tiene conciencia de Estado: hay que
defender al régimen y oponerse con todas las fuerzas a la ruptura
democrática. El instrumento debe ser el PSOE y ella, la dirigente, la
que decide. Es su misión histórica, defender a la clase política, al
bipartidismo y, sobre todo y más, a los grupos del poder, a los que
mandan y no se presentan a las elecciones. Ella lo sabe bien, mejor que
nadie; es aparato, ‘purito’ aparato. El rey es la clave porque asegura
la estabilidad del poder y que todo siga como debe ser, igual, es decir,
que los Botín sigan mandando.
El verdadero partido del régimen es el PSOE. Felipe González
se lo enseñó. El PP es demasiado derecha, demasiado comprometida con
las clases parasitarias y clasistas. El PSOE es ‘moderno’ y abierto al
mundo. Ellos saben hacerlo, es decir, encontrar el “centro de gravedad”
donde se hace posible que las clases subalternas (los asalariados y
asalariadas; los trabajadores y trabajadoras) acepten que los que mandan
deben seguir mandando. No es fácil, pero ellos saben el secreto. Si les
dejan, si confían en ellos, si los apoyan y los financian
abundantemente, demostrarán que son capaces de defenderlos mejor que
nadie, mejor que el PP de Rajoy. Esta es la batalla que Susana Díaz ha ganado en Andalucía. La duda es si Pedro Sánchez será capaz; pero si no lo es, ella siempre estará ahí asegurando la línea de defensa última y la gobernabilidad del sistema.
En Andalucía ellos son un régimen, es decir, la cristalización de una
estructura de poder, un formidable dispositivo político organizado,
estructurado y legitimado por más de treinta años de ejercicio
sistemático de dominio sobre la cosa pública. En unos años hemos visto
cómo el PSOE pasa de ser un partido andaluz, el principal si se quiere,
al Partido de Andalucía. La clave es una inmensa capacidad para
neutralizar el conflicto social. Los ERE son eso, medios, instrumentos
para desactivar la relación entre lucha social y política, conflicto y
poder en Andalucía. La sociedad civil ha sido reorganizada desde las
instituciones e integrada. Se practica un juego donde la discriminación y
cooptación de las diversas y singulares oposiciones (sociales,
culturales, políticas) son sabiamente dosificadas.
La urdimbre del poder creado durante tantos años articula
instituciones de la Junta, diputaciones, ayuntamientos y toda una
variedad de organismos que penetran, organizan sujetos y desactivan
conflictos. No es que se opongan sin más a la sociedad civil, el asunto
es otro: impedir la autonomía de los movimientos, desorganizar cualquier
oposición que pueda poner en peligro a los que mandan y conquistar el
“sentido común” de las gentes. La represión pura y dura siempre dejan
que la haga Madrid.
Que el PSOE es en Andalucía un partido-régimen se pone de manifiesto
en la persona de la presidenta. Desde que fue ungida a la máxima
magistratura de la Comunidad se ha comportado como si fuese una recién
llegada, sin pasado, hasta el punto que muchas veces ha aparecido como
si fuese la “oposición” del gobierno andaluz, es decir, de sí misma. Ser
a la vez “posición” y “oposición” son elementos característicos de los
regímenes que despreciativamente se suelen llamar “populistas”. Este
aspecto no es menor. La neutralización del conflicto en lo interno es
inteligentemente sustituido por la construcción de un conflicto externo:
la derecha de Madrid, Rajoy, que discrimina, castiga, insulta y ofende a
Andalucía, en la persona de su presidenta.
El discurso populista de Susana Díaz ha dado un salto de calidad en
estas elecciones, hasta llegar a un ejercicio nada disimulado de
caudillismo. El populismo construido es una variedad de “nacionalismo
sin nación” pero que actúa con las mismas claves: definición del enemigo
(la derecha de Madrid); identificación de la presidenta con el pueblo
andaluz discriminado y ofendido; y culpabilizar como “malos andaluces”
y, por lo tanto, aliados de la derecha, a los que se oponen a la Junta y
a su presidenta. El eje derecha-izquierda está así subordinado a otro
eje que es el de enemigo (Madrid y Rajoy)-amigo (Andalucía y Susana
Díaz). Esto explica bien dos cosas de la campaña que son la no presencia
de Pedro Sánchez y la presencia constante de Rajoy como
interlocutor-adversario de la candidata-presidenta.
Es esta forma partido-régimen la que explica con claridad los dramas
pasados y presentes de Izquierda Unida en Andalucía. La novedad y la
radicalidad de la propuesta que hizo Julio Anguita
tenían que ver con su planteamiento de construir una alternativa con
voluntad de mayoría y de gobierno a la forma partido-régimen que se
construyó en Andalucía en torno al PSOE. No se trataba ya de convertirse
en “la izquierda”, o en complemento, o en el “ala radical” del partido
de Rodríguez de la Borbolla y de Felipe González, sino
la alternativa a sus políticas y a sus modos de organizarlas. El
concepto básico era construir la alternativa.
Desmontar este dispositivo de poder requería una fuerza política
nueva, plural, unida programáticamente y organizada como una
forma-movimiento. La estrategia era la de “guerra de posiciones”:
construir desde abajo (contra-)poder combinando lucha social y
electoral, trabajo en las instituciones y en los movimientos, forjando
alianzas y programas comunes. Esto, hay que subrayarlo hoy, generó
unidad y esperanza, recuperación de la militancia y una significativa
politización de nuevas generaciones.
En la etapa de Luis Carlos Rejón se llegó al punto más alto social y
electoral, 20 diputados. No es este el momento para valorar ese periodo,
los posibles errores cometidos y su tipología. Baste decir que no se
fue capaz, fuera y dentro de Andalucía, de organizar el debate sobre una
cuestión estratégica que afectaba, y sigue afectando, a los fundamentos
mismos del proyecto. Esta cuestión pronto se saldó, a mi juicio, al
modo politicista: sin debate y sin autocritica, y lo que es peor, se
giró sin decirlo, en los hechos, a posiciones que nos situaban en la
fase previa a “Convocatoria por Andalucía”. Reaparecieron los viejos
fantasmas y los viejos clichés heredados de la Transición, había que
hacer política y ser realistas, saliendo de los sueños utópicos de
Anguita y echando a un lado cualquier referencia en serio a la cuestión
de la alternativa.
Lo fundamental, se repetía una y otra vez, era “tocar poder”, es
decir, gobernar y hacerlo desde lo que somos; si tenemos un 12% de votos
esa será nuestra influencia real y punto. Para ello era necesario
aliarse con el PSOE, poner el acento en programas susceptibles de ser
aprobados por nuestro socio preferente y, decisivo, reconstruir una
organización que sirviera para estos fines y no otros. Estas cuestiones,
pero no solo ellas, tienen que ver con los resultados obtenidos por IU
de Andalucía. La campaña ha sido buena, y muy inteligente la
recuperación de Anguita y su discurso en el tramo final de la misma.
Desde este punto de vista, los resultados de Podemos son buenos. Hay
siempre un peligroso juego que mezcla expectativas, resultados y
movilización electoral. Se ha dicho antes y lo decimos ahora: era el
momento peor y en el lugar peor para el partido de Pablo Iglesias;
Susana Díaz lo sabía y las encuestas, de una u otra forma, lo decían.
La aritmética es simple: en votos y, en escaños, la suma de Podemos e IU
son los mismos que en la época de Rejón. Ese es el techo a superar y no
se conseguirá solo con (es la gran enseñanza que deja IUCA) el trabajo
institucional y saliendo en los medios de comunicación. Se trata de
conquistar posiciones, de trenzar alianzas y construir un proyecto
autónomo con voluntad de mayoría y de gobierno; para ello hace falta
organización, militancia, activismo para promover formas plurales de
articulación social y disputarle “sentido común” a los poderes
dominantes. Y, sobre todo, unidad: IU y Podemos son insuficientes para
construir una verdadera alternativa a la estructura de poder dominante
hoy en Andalucía.
La novedad ha sido Ciudadanos. Por fin (no ha sido fácil) han
conseguido crear una fuerza del cambio desde la derecha. El objetivo era
claro: taponar a Podemos por el centro y buscar un comodín, un partido
bisagra capaz de aliarse a derecha y a izquierda. Pronto sabremos la
procedencia de sus votos y la consistencia y dirección de sus políticas.
Ciudadanos va a poner de manifiesto debilidades del discurso de
Podemos como, por ejemplo, poner el acento en los procedimientos
democráticos y no en los contenidos de las políticas. Existe el peligro
de que una fuerza liberal como Ciudadanos pueda, sin grandes
dificultades, hacer un discurso de regeneración democrática y a la vez
defender que para luchar contra la corrupción es necesario menos Estado,
más organismos independientes para regular el mercado e impuestos más
bajos para los ricos. Esto lo hace Renzi en Italia sin demasiadas dificultades.
Si la “casta” solo son los políticos, se deja a un lado lo
fundamental, a los poderes económicos; basta cambiar a aquellos, es
decir a los políticos, para que la oligarquía financiera siga mandando,
que es de lo que trata. Hay una cierta dificultad para entender que el
problema de nuestras debilitadas democracias tiene que ver con el
control creciente que los grupos de poder económico ejercen sobre la
cosa pública. El problema central de nuestras sociedades es la creciente
desigualdad, que no es solo económica sino de poder: los que mandan
tienen cada vez más poder y lo ejercen. Sin afrontar esto, la supuesta
regeneración democrática es mera retórica.
1 comentario:
Me parece que se la hacen demasiados halagos a Susana, cuando en realidad ha sacado los mismos escaños que la última vez que se hicieron elecciones en Andalucia, por lo tanto, el merito que le da Usted.Y muchos periodistas y prensa, queda fuera lugar, yo lo que si me preguntaria ahora ¿Cómo va a gobernar, y con quien? ¿Ella solita? Me parece que se ha suicidado, por mucho que se la ponga en cuspide, ya que sera apoyada por Ciudadans o el PP, y el paro seguira aumentando, la corrupción seguira como hasta ahora, los desahucios igual, en resumidas cuentas, todo seguira igual que antes de las elecciones. Después vendran las elecciones generales, y se verá realmente lo que saca el P$OE, en el resto de España, y si ganan los nacionalistas catalanes y vascos, ya veremos que hace la Susana en Andalucia, ya que cortaran el grifo de los Euros para Andalucia, como tienen previsto hacer....
Publicar un comentario