Hablamos con Julio Anguita de economía, de la Transición y de la política contemporánea.
El histórico dirigente comunista Julio Anguita acaba de lanzar un
nuevo libro escrito mano a mano con el periodista Julio Flor. Se llama
“Contra la ceguera. Cuarenta años luchando por la utopía”. En él recorre
la historia de Izquierda Unida, sus vivencias como líder de esa
formación y del Partido Comunista y, en paralelo, la de la historia
reciente de España, desde la Transición hasta nuestros días con una
visión crítica y combativa.Se detiene mucho, y de ahí nuestro interés
por entrevistarlo, en el proceso de construcción europea, en el Tratado
de Maastricht en especial, el origen, a su juicio, de los males que
ahora vive España y, en general, los países de la periferia. Lo que le
hace merecedor de este espacio no es que lo haya dicho hoy, cuando todo
el mundo reconoce el fallido proceso de creación del euro, sino ya a
principios de los noventa.Pero cree que no está todo perdido. Opina que
hay remedio: salir del euro y montar una sociedad sobre otras bases. La
lucha sindical, la lucha de la izquierda, ya no pasa por pedir más parte
del pastel para los trabajadores, sino crear otro pastel. Hay un mundo
que se termina, pero, con él, también lo que se ha venido a plantear
como su alternativa.
El título de su libro es “Contra la ceguera” ¿Qué es lo que no vemos o lo que no queremos ver?
Eso sí que es importante, esa matización que ha hecho. No queremos
ver que toda una civilización, que toda una concepción de la vida, que
todo un desarrollo de una determinada economía se están acabando. Pero
no sólo está llegando a su fin el desarrollo de esa economía, sino que
incluso lo que se ha venido a plantear como alternativa. ¿Qué estoy
diciendo? Estoy diciendo lo mismo que Schumpeter, uno, quizás, de los
diez mejores economistas que ha habido en el mundo, que dijo que el
capitalismo morirá de éxito, en el sentido de que, cuando se extendiese
por todo el universo, al no tener más terreno donde ir, se encontraría
con que las contradicciones inherentes al sistema tenderían a plantearle
cada vez más problemas.Pero lo que ha venido a ser la oposición en la
Primera, en la Segunda, en la Tercera, en la Cuarta Internacionales,
que, básicamente, salvo en aquellos momentos en los que plantearon un
mundo distinto, ha consistido en la práctica en pedir más parte del
pastel, también se ha quedado con que no tiene una política clara. No se
puede ya pedir mayor participación en la tarta, porque ni el poder
puede ni el poder quiere. Ambos, el poder y el contrapoder, están
obligados a pensar en un paradigma nuevo.
¿Y cuál sería ese paradigma nuevo?
Le daré unas breves notas. Primero habría que
plantearse el objetivo. Y, para mí, sería cumplir la solemne Declaración
de los Derechos Humanos y la Carta de la Tierra. Son dos documentos que
se pueden leer, son accesibles para todo el mundo y sobre los que hay
consenso. Y, después, algo que va a chocar con la filosofía imperante:
ha llegado la hora de que la política le diga a la economía por dónde
tiene que ir. Ése es el mayor salto que hay que dar. Los mercados ya no
pueden decidir. Los mercados, bajo una distinta fórmula, tendrían que
ser los encargados de poner en marcha las directrices, los acuerdos a
los que llegue la sociedad a través de la política.