Pepe Aguza
Colectivo Prometeo
En estas fechas de bullicio,
luces y alegría de ambiente prenavideño, la situación en apenas 3.700
kilómetros de nuestra tierra es bien diferente, donde la destrucción, sangre y
muerte de miles de criaturas, mujeres, ancianos y niños no valen nada, siendo
desalojados de sus tierras, sus viviendas, hospitales y escuelas destruidas.
La brutal actitud de un pueblo
violento y salvaje, que tras siglos de historia errante, solo ha aprendido a
masacrar e invadir territorios ajenos y aniquilar a otros seres, lo que
asimilaron a la perfección de los nazis alemanes, a quienes están demostrando
haber superado.
Si de verdad existiera Dios, se
equivocó al designar a Israel como su pueblo elegido.
La barbarie con que están
actuando en la invasión de Gaza, solo recuerdan funestas y trágicas páginas de
la historia de los años cuarenta del pasado siglo XX.
De los más de 20.000 muertos en
Gaza, desde que comenzó la ofensiva israelí contra Hamás, 8.000 son niños,
aparte de los aproximadamente 50.000 heridos y lisiados por su miserable invasión,
cerca de 250 miembros de personal médico han muerto, además de 65 periodistas y
más de 100 trabajadores de Naciones Unidas y familias enteras desparecidas.
No existen lugares seguros donde
refugiarse o huir, cerrando toda posibilidad de escapar o acceder a corredores
humanitarios o permitir el acceso a recursos básicos de alimentos, agua,
electricidad o combustibles.
Los continuos bombardeos a
viviendas, hospitales, templos, escuelas y edificios religiosos hacen imposible
la supervivencia o encontrar refugio. A ello hay que sumar la acción de los
tanques, los soldados y francotiradores, que no dudan en disparar a mujeres y
niños indefensos, incluidos discapacitados en residencia o asilos, abarcando
incluso a algunos de los propios rehenes israelitas que Hamás tenía
secuestrados. Además del ejército, Israel cuenta con la colaboración de los
colonos judíos fuertemente armados en la Cisjordania ocupada.