[ Nuestro queridísimo Manolo Cañada nos regaló ayer en El Salto este extraordinario artículo que habla de unos guardia civiles comprometidos y demócratas y que arriesgaron su libertad por los derechos colectivos.En las antípodas de quienes hoy dentro de los cuerpos de seguridad jalean y le hacen el juego al neofranquismo, olvidando que la Patria va más allá de una bandera y llega hasta quienes intentan construir una sociedad más justa]
Manolo Cañada
Linde era muy consciente del peligro. Sabía que el Servicio de Información de la Guardia Civil le pisaba los talones y que la convocatoria del día siguiente suponía un salto cualitativo. Hasta el momento el SUGC siempre había comparecido ante la prensa ocultando los rostros de sus portavoces. La aparición de guardias civiles uniformados y con tricornio, obligados a preservar su identidad tras una capucha, exasperaba a los mandos de la Benemérita y al gobierno. La imagen simbolizaba con contundencia la ausencia de democracia en la Guardia Civil y le sacaba los colores al relato canónico sobre la inmaculada Transición.
El sindicato clandestino de los guardias civiles sale a la luz. Durante cuatro años ha ido arraigando y extendiéndose en las casas-cuartel, compañías y comandancias, burlando la vigilancia de los mandos, esquivando el cerco de los servicios de información. Manolo Linde ha sido uno de los fundadores del sindicato, uña y carne del cabo Rosa, una tenaz hormiguita, el encargado del trabajo duro de organización, una de las almas de aquella fértil anomalía, de aquel brote democrático que ha surgido donde menos se esperaba, en el interior de la institución más autoritaria y emblemática del franquismo.
En los últimos meses el SUGC ha dado pasos de gigante. Ha logrado el apoyo de un gran número de organizaciones sociales y políticas. Sindicatos policiales como el SUP o el Sindicato Democrático de la Policía, partidos como el CDS, IU o el PTE, y el respaldo de los sindicatos CCOO y UGT. Para el 12 de marzo se anuncia que Antonio Gutiérrez y Nicolás Redondo visitarán al cabo Manuel Rosa en la comandancia de Montequinto (Sevilla), donde se encuentra recluido. Sorpresivamente, es trasladado el día anterior a la prisión militar de Alcalá de Henares. Los generales de la Guardia Civil y el gobierno no albergan dudas, quieren cortar de raíz la estrategia de visibilización que ha trazado la dirección del SUGC.
Al sindicato clandestino le toca mover ficha. Tres días después, en la mañana del 15 de marzo, Manuel Linde comparece a cara descubierta en Mérida. En su intervención alerta sobre las posibles represalias: “Habrá que ver mañana el resultado de esta rueda de prensa, lo que me pueda ocurrir”, “Somos presos políticos, no hay razón de que se nos encarcele por defender nuestras ideas”. Esa misma tarde, en el cuartel de Alconera, Linde será detenido violentamente. El sargento de puesto, José Dorado Chávez, le comunica que se encuentra arrestado y le ordena esperar hasta que llegue el capitán y el comandante jefe de la segunda compañía para proceder al interrogatorio. La suerte está echada.
La meticulosa ciencia del verdugo
(José Menese y Francisco Moreno Galván)
Pocas instituciones han sido tan temidas y odiadas por la gente humilde y trabajadora en España. Poemarios como el Romancero gitano, de Federico García Lorca, o películas como El crimen de Cuenca, plasmaron el pánico de generaciones enteras a la Guardia Civil, “el pozo oscuro del miedo popular”, del que hablara Arturo Barea.
Sin embargo, lejos de la autocrítica o de la más elemental pulcritud histórica, el discurso oficial continúa instalado en el panegírico y la mixtificación. “La Guardia Civil ha llegado hasta nuestros días con una sólida neutralidad y una probada lealtad”, afirmaba el ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, hace poco más de un año con motivo del 175 aniversario de la institución. Y el director general de la Benemérita en ese momento, Félix Azón, ensalzaba por su parte “la dinámica evolución al compás de los tiempos” y recordaba que el cuerpo se creó cuando “los caminos estaban a merced de las partidas de malhechores“. Lealtad y persecución de los malhechores, ese parece ser el resumen de la narración construida desde el poder sobre la historia de la Guardia Civil.